Tierno momento, es el blog donde plasmo mi imaginación, las fantasías, lo irreal, lo romántico, el AMOR, los nostálgico, la aventura, el suspenso, el reclamo, el enojo. Cuando escribo me inspiro en las experiencias cotidianas, en la reacción de la gente, en una sonrisa, en la naturaleza, o simplemente en dos palabras que puedas decirme.

miércoles, 13 de agosto de 2025

Te Amo

 


"Te amo"

Vuelvo a sonreír, vuelvo a ver la claridad de la vida, vuelvo a sentir mi corazón acelerado. He recuperado aquellos sentimientos de amor que ya daba por perdidos; la soledad era en ese momento mi única compañía.

Llegaste a mi vida sin pensarlo, cuando ya casi estaba perdido, sin dirección y con mi alma vacía. Llegaste cuando más te necesitaba.

No quería aceptar que necesitaba un alma gemela que acompañara el rumbo de mi camino. Tu mano, tu sonrisa y tu paciencia hicieron que mi mundo se convirtiera en lo más maravilloso que he podido sentir.

Te amo... siempre. Estamos juntos construyendo nuestra historia. Eres mi guía, eres la luz que necesito, eres el aliento de mi alma, eres el calor de mi cuerpo, eres el tiempo que marca los segundos de cada instante en el que crece mi amor por ti. Eres todo lo que quiero, eres todo lo que necesito.

Hoy seguimos avanzando, dando un paso más, magnificando nuestro amor, escribiendo en nuestro libro la historia de amor más bonita que hemos podido sentir.

 

martes, 12 de agosto de 2025

Dante

Dante (Capítulo 1)

Al despertar, mi vista borrosa luchó por enfocar el reloj alarma, y cuando finalmente se aclaró, descubrí que aún faltaban 5 minutos para que sonara. Aún hay tiempo—pensé—, recojo la frazada cubriendo mi rostro —qué frío—, este mes está tan helado. Intento sumergirme de nuevo en el sueño. —No logro conseguirlo—. lo único que obtengo es tenerte en mi mente. Hoy cumpliríamos 35 años de estar juntos y el clima frío… me ayuda a recordarte:

1990, con mis 15 años de edad, secundaria mixta en el colegio del Callao, Nuestro barrio colorido, nuestros callejones y quintas envueltas en plantas y flores que se mezclaban con el olor a tabaco. Estaba muy de moda fumar en esos tiempos, si no tenías un cigarro entre tus dedos era como sentirse desnudo, formaba parte de nuestro atuendo y a mi edad, no me permitiría estar despojada ante los ojos de mis amistades.

Un foco grande ilumina la entrada, que a partir de las 7 de la noche era el punto de encuentro con todas mis amigas de la quinta. Desde allí observábamos a los chicos pasar, fue nuestra pasarela privada por mucho tiempo y lo usábamos para señalar y escoger al más atractivo.

El rugir de un motor nos exaltó, mi cuerpo sobresaltó y mi corazón latió a mil. Frente a nosotras descendía de una moto lineal un chico, que fue el motivo para que todo en mi se estremeciera. 

Se retiró el casco suavemente dejando caer con el viento su ondeada cabellera castaña y recogiendo con sus manos hacia atras para iluminar su rostro, con aquellos ojos intensos de color verde que al mirarlos sentía que me penetraba el alma, su piel blanca y terza resplandecia con la luz de la noche, una nariz respingada, junto con unos labios rojos y delgados, me provocaban tanta calentura que sentí que mis pechos se endurecieron y sobresalían de mi blusa.

Trague saliva cuando se quitó la casaca de cuero dejándola caer sobre el asiento y así, dejó al descubierto la mitad de su anatomía, su dorso encajado a su polo marcaba sus abdominales rígidos, sus brazos marcados con venas prominentes llegaban hasta la punta de sus dedos, esos dedos con los que deseaba ser tocada.
Todos mis sentidos se centraron en él, era un chico muy atractivo, el mejor de mi pasarela… y lo quería para mi.

Teddy es familia.

“Teddy es familia”

El silencio se rompió cuando un grito de una niña me desestabilizó la lectura.
—¡Papá, Teddy se cayó al hueco! —El osito de peluche se envolvió en la mugre de ese abismo.
—Carlita, ¡oh no!, está muy profundo para poder sacarlo —dijo el padre analizando el angosto espacio—. Es mejor que lo dejemos allí; ya te compro otro.
—¿Cómo puedes decirme eso, papá? Teddy es familia. ¿Acaso dejarías a mamá si ella cayera allí?
La mirada del padre cambió, y le dio la importancia que la situación merecía a causa de la pregunta de su hija.
—Pero Carlita, tenemos prisa. Debemos llegar pronto al doctor. Te prometo que, regresando, lo rescatamos. Teddy va a seguir allí.
—Pero, papá, tiene frío, se ve asustado. Va a tener hambre hasta que regresemos. No podemos dejarlo allí.
El padre miró a los lados, buscando algo, supongo que un objeto largo que pudiera usar para rescatar a Teddy.
Yo lo encontré primero. Era una barra de metal de un metro y medio, más o menos. Miré al padre buscando su atención.
—Allí, mire. Eso le puede ayudar —le dije.
Me agradeció asintiendo con la cabeza.
—Papá, con cuidado, por favor. No vayas a lastimarlo.
—No te preocupes, hija —estiró el brazo lo más que pudo y llegó a alcanzar a Teddy—. Lo tengo, lo tengo, ya casi llega. Carlita, prepárate para agarrarlo.
Los ojos de la niña se iluminaron, y una sonrisa se dibujó en su rostro. En un instante, ya tenía a Teddy entre sus brazos. No le importó lo sucio que estaba el peluche ni lo rasgado que había quedado. Teddy es familia, y eso es lo más importante para Carlita.

caí en sus encantos.

“Caí en sus encantos.”

Lo siento mi amor, no sé en que estuve pensando en ese momento, me deje llevar. Estaba solo y ella estaba allí tan reluciente en ese espacio tan nostálgico de aquella mesa, que pedía, sin decir palabras, que la tocara. 

Amor, resistí, luché por no caer en la tentación, por no dejarme seducir por su belleza, por la textura de su cuerpo y la suavidad de su contorno. 
Pero…pasaron los minutos y mi ansiedad se incrementó junto con el deseo de fundirme con ella. 

Mi corazón pensaba en ti, en nuestro acuerdo, en nuestro momento juntos. Exigía al tiempo se apresure para que llegues a mi encuentro… y así evitar derretirme a sus encantos.

No pude amor, caí con ella y la toqué, la sostuve en mis manos, la mire con tanto anhelo, use mis dedos para acariciarla desde el inicio hasta el final y luego subí por su mitad y presione el botón “Encender”, puse Netflix. Vi el capítulo 5 de “Better Call Saul”. Soy un tonto, PERDONAME

jueves, 7 de agosto de 2025

Decir Te Amo (Cancion)

Tantas noches te soñé, sin pensar
que existías, un día te encontré y
cambiaste mi vida.

Apareciste como un ángel
cuidándome los pasos, ¿Cómo 
agradecerte el calor entre tus brazos?

¿Simplemente decir te Amo?, o
¿Abrigarme en tu regazo?, És, entregarte mi
corazón, estar siempre a tu lado con
tu amor.

Como imaginar la vida sin tus
manos, sin ellas no abría mi tierno
embeleso; que das a mi alma
endulzándome los labios, tu cuerpo y
tus caricias, es mi eterno descanso.



Audio de la cancion


Mike Durand

miércoles, 6 de agosto de 2025

El Cuy y el Cóndor

 


El Cuy y el Cóndor

En lo alto de los cielos de Cusco, volaba un cóndor, muy vigilante y observador. Desde allí, podía ver toda la ciudad de Machu Picchu y a todas las personas que caminaban por el lugar. De pronto, algo muy pequeño le llamó la atención. Era un cuy que corría desesperado, escapando de un grupo de niños que querían atraparlo.

"¡Ya voy a llegar a mi jaula!", gritaba el cuy. "¡No debí salir, pero quería esa alfalfa que se le cayó al campesino! ¡Tengo que correr más rápido o me atraparán!".

"¡Ya lo vamos a alcanzar!", gritaban los niños. "¡No dejen que se escape! ¡Ya lo tenemos!".

El cuy era muy rápido, pero los niños también. De pronto, un perrito muy simpático se atravesó en el camino del cuy y ¡PUM! El pequeño roedor se resbaló y fue atrapado por uno de los niños.

"¡Lo tenemos! ¡Lo tenemos!", gritaron los niños. "¿Qué haremos con él ahora?", preguntó uno de ellos.

Mientras los niños pensaban qué hacer con el pequeño cuy, el cóndor, desde el cielo, extendió sus alas y descendió rápidamente hacia los caminos de Machu Picchu. Se posó en la rama de un árbol y, con sus alas abiertas, creó una sombra que alcanzó a cubrir al grupo de niños.

"Ustedes están lastimando al pequeño cuy y eso no está bien", dijo el cóndor. "Si no lo sueltan ahora, tendré que comerme los zapatos de cada uno de ustedes".

Al escuchar hablar al cóndor, los niños soltaron al cuy y se fueron corriendo sin mirar atrás, asustados por las palabras del ave.

"Gracias, señor cóndor", dijo el cuy.

"Ve, pequeño, ve ya a tu jaula y no vuelvas a salir", le aconsejó el cóndor. "De lo contrario, ya no pensaré en comer zapatos de niños".

 

viernes, 1 de agosto de 2025

“En la estación del Tren”

 


“En la estación del Tren”

Llegué a la estación de tren y, de repente, una sensación extraña me invadió. Como una advertencia silenciosa, la piel se me erizó. Al levantar la mirada, noté que alguien me estaba observando.

—¿En serio? ¿Me está mirando a mí? —pensé, sintiendo el calor subir por mi cuello—. No, seguro está mirando a alguien que está detrás.

Giré la cabeza discretamente. Solo había una señora meciendo a su bebé en brazos. No, definitivamente no era a ella a quien miraba.

Mi corazón empezó a latir con un ritmo irregular. Intenté convencerme: —Estoy bien. Esto no puede ser cierto—. Respiré hondo y levanté la vista, lentamente, con la esperanza de que ya estuviera mirando a otro lado.

Pero no. Ahí estaba. Me seguía mirando. Y de pronto, sus labios se curvaron en una sonrisa. Diablos. Mis músculos faciales se tensaron. Intenté devolverle la sonrisa, pero no pude. Me quedé paralizado, solo atiné a sostenerle la mirada. Y justo en ese instante, ella me sonrió de nuevo. No fue una sonrisa casual, sino una genuina, que le iluminó el rostro.

Era tan hermosa que me costó asimilarlo. Sus ojos, de un color avellana que brillaban con picardía, contrastaban con sus labios, de un rojo intenso y natural. Su cabello, de rizos castaños, enmarcaba un rostro perfecto. —Qué hago? —me pregunté, sintiendo que los nervios me jugaban una mala pasada. Nunca nadie me había mirado así.

—Ok, ok, la miraré de nuevo, esta vez intentaré sonreír.

Mi mente me ordenaba actuar con normalidad, pero mi cuerpo no respondía. Mientras la observaba, noté que ella volvió a sonreír y, con un gesto coqueto, se llevó un mechón de su cabello rizado detrás de la oreja. Y luego, para mi sorpresa, empezó a caminar hacia mí. ¿Lo está haciendo de verdad?

Un sudor frío empezó a correr por la palma de mis manos. ¿Qué le digo cuando esté cerca? Mi mente era un caos, un torbellino de preguntas sin respuesta.

—Solo mírala y espera —me dije.

Se acercaba cada vez más, y con cada paso, su presencia se hacía más real. Finalmente, se detuvo frente a mí. Pude percibir el suave aroma de su perfume, una mezcla delicada de vainilla y flores, y el fresco olor de su cabello. Era simplemente asombrosa.

—Hola —dije, y mi voz salió temblorosa, casi como un suspiro.

Ella sonrió de nuevo, una sonrisa que alcanzaba sus ojos. —Hola —respondió con una voz dulce—. Perdona, esto puede sonar un poco raro, pero no pude evitar mirarte desde que llegaste. Me pareces un chico muy guapo.

La sangre se me subió a la cara. Sentí el sonrojo en mis mejillas y me apresuré a contestar. —Muchas gracias. Soy Sebastián, o solo puedes decirme Sebas—. ¿Qué estupidez acabo de decir? Mi respuesta sonó tan torpe que quise que la tierra me tragara.

—Tienes un nombre bonito, Sebastián —dijo ella, ignorando mi evidente nerviosismo—. Mi nombre es Melina.

—Gracias, el tuyo también —respondí—. Y todo lo que te acompaña. Le sonreí de vuelta, y esta vez sentí cómo la sonrisa se formaba de manera natural. Ella se mordió el labio inferior con una dulzura que me dejó embelesado.

Estaba tan concentrado en ella que apenas fui consciente del rugido del tren que se aproximaba, rompiendo el silencio de la estación.

—¿Subirás? —preguntó Melina, señalando el tren que se detenía frente a nosotros.

Mi mente entró en pánico. —No, la verdad es que estoy esperando a mi hermano menor —¿Por qué diablos dije eso? Él puede tomar el siguiente tren.

—Oh, bueno, entonces... tendré que irme —respondió Melina, su voz con un toque de decepción.

—¡Espera! —grité, el desespero en mi voz era inconfundible—. Mi hermano puede irse en otro tren.

Melina me miró, y la dulzura en su mirada me desarmó. —No te preocupes. Sé responsable. Cumple con la obligación de hermano mayor que eres —dijo, con una voz tan suave que era imposible contradecirla.

Las puertas del tren se abrieron con un chirrido, invitándola a subir. Ella se dio la vuelta y sacó una tarjeta de su bolsillo.

—Este es mi número de celular —dijo, entregándomela—. Espero saber de ti pronto. Adiós, Sebastián.

Subió al tren, y yo seguí paralizado, sosteniendo la tarjeta en mi mano. Recorrí con la mirada el vagón que se alejaba, sintiendo cómo se llevaba consigo el aroma de Melina. Salí de mi asombro cuando la voz de mi hermano me sacó de mi ensueño.

—¡Ay caray, por poco y llego alcanzarlo, Sebas! Oye, ¿estás bien? Te ves perdido —preguntó.

—Ah, ¿qué? Sí, estoy bien —dije, intentando reaccionar.

Miré la tarjeta en mi mano, saqué mi celular y, con el corazón latiendo a mil, marqué el número. El teléfono empezó a sonar...

—¿Aló? —contestó una voz femenina al otro lado.

—Hola, Melina. Soy Sebastián —dije, respirando hondo y dejando de lado todo el miedo—. Quería preguntarte si... quisieras tomar un café conmigo.

Un breve silencio se extendió.

—¿Sí? ¿Me esperas en la siguiente estación? —pregunté, mi voz temblorosa de la emoción—. ¡Ok! Allá nos vemos, Melina.

Mi hermano, que me miraba sin entender nada, preguntó: —¿Todo bien, Sebas?

—Sí, hermanito, todo bien —le respondí con una sonrisa que ya no podía ocultar.

Guardé el celular y tomé la mano de mi hermano. El siguiente tren llegó, y al subir, una sonrisa tonta se dibujó en mi rostro. No solo iba a la siguiente estación, sino que iba a encontrarme con alguien que, tal vez, podría ser la chica de mis sueños.

 

jueves, 31 de julio de 2025

Cielo e Infierno



Fui a su encuentro. Su carta decía: "A las 8 p. m. en el Parque Central". Sentada en una de las bancas, con elegancia y belleza, esperaba mi presencia. Tan radiante ser y angelical rostro cautivaban mis sentidos. Mis pasos, sin control de mí mismo, me llevaron a estar frente a ella.

Sonrió al verme con la dulzura celestial del cielo. Tomó mi mano y la suavidad de su piel dominó mis sentidos de forma sobrenatural. ¿Dónde me encuentro? ¿Esto es el cielo? ¿Acaso es un ángel quien ha tomado mi mano y guía mi camino?

Si dejarme llevar por ti es la plenitud de todas las sensaciones, entonces soy tu plebeyo, tu esclavo a la pasión que predominas. Cierro los ojos y me siento envuelto en tu cuerpo, arrojado a la suavidad de tus caricias, a la autoridad de tus mandatos, a disposición de cada palabra que sale de tus rojos y suaves labios. El fuego que emerge de tus entrañas quema por completo mi cuerpo, deshaciendo todo de mí, para que después, a tu antojo, lo hagas renacer y juegues nuevamente con él.

Esto ya no es el cielo, ya no eres el ángel que creía. Haces de mí tu placer, el consuelo a tu ansiedad lujuriosa y carnal. Te sirvo superficialmente y no ves mis sentimientos, que desde mi corazón te gritan, te imploran un amor recíproco. Pero tu ceguera materialista abarca todo tu ser y te es difícil abrir tu corazón y dejar que el amor que te propago ingrese en él.

Clandestino

"Clandestino"

Miradas furtivas, roce de manos intencionado. Estamos frente a frente, mirándonos los labios. Me acerco más a ti y puedo sentir tu aroma. Bajas la mirada, pero no puedes escaparte, te dejas llevar, nos dejamos llevar.

Estamos nerviosos, sí, lo sé. Es la primera vez que nos besamos. ¿Será la última?

Vive

¡VIVE!

Nunca ocultes tus sentimientos. Deja que la magia del momento aflore. No sientas miedo, pues el miedo sería dejar de sentir. Aún puedes volver a amar.

¿Sientes este cosquilleo? Tu cuerpo se agita, renacen las sensaciones de placer y tu ritmo cardíaco se acelera a mil por hora. ¿Lo sientes? Entonces, solo cierra los ojos al momento de besarla, déjate llevar por sus caricias y escucha el susurro de su voz.

¡Vive! Deja que los sentimientos te guíen hacia el mundo de placer que te ofrece. Deja la puerta abierta y manda al carajo la llave de tu pasado. ¡Vive!

miércoles, 30 de julio de 2025

Coronavirus, El Rey Malvado


CORONAVIRUS. El Rey malvado.


Había una vez un rey malvado de nombre CORONAVIRUS. Su aspecto era temible, imponente y enorme. En su cabeza llevaba una corona que marcaba sus batallas ganadas, y alrededor de su cuerpo, pequeñas coronas de color morado danzaban orgullosas.


Este rey, con ansias de expandir su poder de destrucción, decidió viajar por el mundo. Saqueó aldeas, quemó casas, privó de libertad a mucha gente y a cada paso dejó enfermedades incurables. Su maldad lo llevó a cerrar el cielo, asfixiando a casi la mitad del mundo, y no satisfecho con esto, comenzó a robar el alma de la gente.


Terminó destruyendo todo el continente europeo. Sediento de más, eligió Sudamérica y un país en particular captó su interés: Perú.


Perú, consciente de lo sucedido en Europa y de la naturaleza de aquel malvado rey, investigó cómo detenerlo. La gente se preparó: cerraron fronteras, protegieron sus hogares, recolectaron oxígeno y crearon un arma a base de agua y alcohol, a la que llamaron “GEL ANTIBACTERIAL”. Con las armas cargadas, las personas vulnerables a buen resguardo y bien organizados, esperaron en la frontera al malvado rey.


El Rey Coronavirus llegó a la frontera de Perú, dispuesto a cruzar a toda costa. Sin embargo, antes de avanzar, algo lo detuvo. sintió el olor del arma, y esto lo llevó a experimentar, por primera vez, Miedo. Pero su orgullo y sus deseos de más poder hicieron que lo ignorara, así que se lanzó a cruzar.


El temor invadió los corazones de los ciudadanos. Muchos niños, ancianos y mujeres permanecían custodiados bajo las casas. Desde ese rincón, el valor se contagió y el silencio se rompió. “¡No pasarás!” gritaron.


Todo el grupo se unió a los demás cerca de la frontera, empuñando sus armas. Inmediatamente, todos los peruanos dispararon contra el rey. Chorros y chorros de antibacterial caían sobre el cuerpo del malvado. Él luchaba, se resistía, intentaba cerrar el cielo enviando las pequeñas coronas moradas de su cuerpo, pero los niños las detenían, disparando a cada una de ellas. Sin más fuerzas, el rey cayó.


Poco a poco, el rey se desintegraba, expulsando de su cuerpo todas las almas robadas. Estas viajaron hacia lo alto, formando un conjunto de luz blanca. Agradecidas, se despidieron, dejando solo el celeste cielo. Y así, el rey desapareció.


Perú logró detenerlo. Todos gritaron a una sola voz: “¡Lo hicimos!” y se unieron en un abrazo fraternal.

Entre lágrimas y alegrías dejaron un mensaje en el aire puro que ahora se podía respirar:


“Un país unido y organizado puede realizar grandes hazañas.”


Fin.


miércoles, 23 de julio de 2025

"Al Final del Camino, Tú"



"Al Final del Camino, Tú"

 

Pienso en ti.

En tu sonrisa resplandeciente,

en tu voz tan peculiar y celestial.

En aquellos ojos grandes que me atrapan,

y de los cuales nunca quiero escapar.

En tus manos pequeñas y frágiles

que inspiran la necesidad de cuidarlas,

de tenerlas entrelazadas con las mías.

 

Te extraño a cada instante.

Hay momentos en que quisiera,

que el reloj dejara de avanzar

y así poder ir donde estés.

Quedarme a tu lado, abrazarte, besarte…

dejándonos llevar por lo que sentimos,

por lo que deseamos.

 

Mi vida es un laberinto,

hay situaciones que me abruman.

Pero estando a tu lado,

todas mis penumbras desaparecen.

Al verte llegar, mi corazón se agita

por tenerte cerca,

por sentir tu aliento, tu abrazo

y la calidez de tu cuerpo.

 

Eres la pieza que faltaba en mi vida,

el complemento de mi corazón,

la razón por la cual tengo esperanzas

y creo que el amor siempre nos aguarda.

A veces es tardío,

pero al final del camino,

nos espera el ser que tanto anhelamos,

que nos llena de amor.

Al final del camino apareciste TÚ,

cautivando mi alma

y abrigando de calor toda mi existencia.


domingo, 20 de julio de 2025

Destino

 


“Destino”

Cuando te conocí por primera vez, tenía tan solo 10 años.

Te vi en el colegio.

Después de ese día, estuve buscándote por todos los salones, pero no te volví a encontrar.

Así que, empecé a soñarte, esperando el día en que te volviera a ver.

Pasaron muchos años para que nuestros destinos se unieran.

Un día me preguntaste:

—Si pudieras volver en el tiempo, ¿a qué día irías y por qué?

Respondí sin titubear:

—Iría al día en que te vi por primera vez. Porque ese día no tuve la oportunidad de decirte, que me enamoré de ti, que te amé desde ese instante… y que 25 años después, te convertirías en mi esposa.


Te amo. Mi Algodón de azúcar.

sábado, 12 de julio de 2025

“Tu Voz, Mi Consuelo”

 


“Tu Voz, Mi Consuelo”

Lloré desconsolado recostado en su pecho, y pude ver cómo mis lágrimas penetraron su corazón. Me quedé allí, sin decir nada, asombrado cómo desaparecía la tristeza de mi ser.

Ella recogió mi rostro y de sus labios salieron las palabras que necesitaba escuchar: "Tranquilo, todo va a estar bien".

No sabes cómo esa sencilla oración pudo cambiar mi día, no sabes lo importante que es escucharte decirlo.

Nunca dejes de hacerlo.

“Mi Felicidad Eres Tú”

 

“Mi Felicidad Eres Tú”

Tú me haces sentir lo mejor que la vida me da.
Y yo sé que contigo podré avanzar en el camino del bien.
Ya no hay más la tristeza del mal, pues tu paz abunda en mi ser.
Y sabré cómo es que debo de amar, ya que en ti vive el amor.
Hoy ya sé, ya que contigo aprendí la verdad y el significado de amar.
Soy feliz, y muchas veces más que ayer, y te lo debo a
ti por creer en mí.

“Acércate a mi” Poema y canción


 

“Acércate a mi”

 

Acercarte a mí,

y oirás mi corazón latir;

esta noche esta de azul,

y la luna en su mejor Faro,

incita a soñar, invita a amar.

 

Si un beso yo te doy,

pecado no ha de ser;

culpable es la noche

que incita al amor,

¡me tienta, acércate ya!

 

Mezcla de ternura y de tormento

es este amor que mi alma siente;

como a nadie, a ti te amaré.

Pues el beso de tu boca

mis labios quemo.

 

Y al sentir tan feliz embeleso

Con un beso un amor nació.

Acércate a mi…

 

Canción

“Acércate a mi”

 

Acercarte a mí, y oirás mi corazón latir, esta noche esta de

azul y la luna en su mejor Faro, que incita a soñar que invita a amar.

Si un beso yo te doy, pecado no ha de ser, culpable es la

noche que incita amar, me tienta el amor, acércate ya.

Mezcla de ternura y de tormento es este amor, que mi alma

siente

Como a nadie a ti te amare.

Pues el beso de tu boca a mis labios quemo, y al sentir tan

feliz embeleso

Con un beso un amor nació.

 Acércate a mi…

 

viernes, 20 de junio de 2025

Te amo... siempre

Año 2018, unos días de incertidumbres... mi esposa paso por una operación de riesgo. Escribi este texto acompañado de mis miedos.

"Te amo… Siempre."

La frase dice:

"Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde."

Pero en nuestro caso sería:

"Uno sabe lo que tiene, por eso tiene miedo de perderlo."

Estos días vivo con miedo. Cierro los ojos e intento poner mi mente en blanco, alejar los pensamientos oscuros, pero el temor me alcanza. No imagino mi vida sin ti, sin tus manos acariciando mi rostro, sin el aroma de tu piel, sin el suave perfume de tu cabello.

Tengo miedo porque tu sonrisa se apaga poco a poco, porque tus lágrimas humedecen tus pálidas mejillas. Porque me miras buscando esperanza y no sé si puedo dártela.

Tengo miedo de recurrir a la fe cuando hace tiempo dejé de creer. De arrodillarme y pedir clemencia para que te quedes conmigo.

Pero en medio de esta incertidumbre, tocas mi mano con la poca fuerza que te queda y me sonríes. Me miras, me hablas, susurras:

"No tengas miedo, mi amor. Todo va a estar bien."

Y con los ojos llenos de lágrimas, solo puedo repetir lo que mi corazón grita cada día, lo que escuchas de mis labios en cada instante:

"Te amo… Siempre."


SI ME QUEDA UN POCO DE VIDA



"Si me queda un poco de vida"

 

Amaneciendo el día, las rosas dan su olor,

quiero estar vida en vida, despertando con tu amor.

 

Si las aves ya no te cantan, te cantará mi corazón.

Te agradezco todo el tiempo y la forma de tu amor.

 

Si me queda un poco de vida, quiero acabarlo a tu lado,

para que el recuerdo no caiga en el abismo del pasado.

 

Si me queda un poco de vida, voy a entregarlo todo a ti,

porque eres lo único en mi vida, lo que perdura siempre en mí.


Mike Durand

jueves, 19 de junio de 2025

Gotas de olvido



Gotas de Olvido

Mi corazón desgarrado y desangrado, desvanece su latido, apenas lo escucho, mi respiración cortante me lo impide.

Una fría noche de lluvia golpea mi sien, las gotas se hacen más pesadas, es que mi cuerpo es un desparpajo de dolor.

Apenas puedo levantar la botella de alcohol y trago el último sorbo, junto con esas gotas cristalinas, que espero me ayuden a olvidarte.

He intentado de mil formas sacarte de mis pensamientos, Así que este es mi último intento, mi último aliento.

Ya no escucho mis latidos, ya no siento las gotas de la lluvia, apenas distingo la botella de alcohol.

Es el fin, ahora sí, podré dejar de amarte.

 


El Bosque de los Secretos



El Bosque de los Secretos

Una gélida tarde de invierno, un niño, vencido por el aburrimiento, decidió visitar a un amigo del colegio. Sin embargo, el camino habitual estaba bloqueado por manifestaciones, por lo que optó por tomar un atajo a través del bosque. La luz atenuada del atardecer y los espesos arbustos hacían su avance cada vez más lento y, sin percatarse, ya se había perdido.

Pronto, la noche cayó sobre él. Solo la pálida luz de la luna lo acompañaba en su caminar. Preocupado, y con el miedo erizándole la piel, gritó con todas sus fuerzas: —¡Hola! ¿Alguien puede oírme? ¡Estoy perdido!

Solo el eco de su propia voz le respondió, rebotando entre los matorrales antes de ser devorado por el silencio. Segundos después, escuchó un sonido nuevo: el crujido de pisadas sobre las hojas secas. El sonido se hacía más fuerte, más cercano. De entre las sombras surgió la figura de un hombre que sostenía una linterna en una mano y una escopeta en la otra.

—¿Qué haces aquí en medio del bosque? —preguntó el hombre, su voz grave como un trueno lejano. —Estoy perdido —respondió el niño, temblando. —Ya es tarde. Te llevaré a mi casa para que pases la noche.

El alivio inundó al niño. A pesar de la inquietante escopeta, confió en la promesa de un refugio y accedió a seguirlo.

A la mañana siguiente, agradecido por la hospitalidad, el niño se dispuso a marcharse, pero el hombre se lo impidió. —Debes alimentarte bien antes de partir —argumentó con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

A pesar de la desconfianza que comenzaba a sentir, el niño aceptó. Mientras el hombre se dirigía a la cocina, la mirada del pequeño se clavó en la puerta de salida. Sin embargo, un olor nauseabundo que emanaba de la cocina capturó su atención. La curiosidad fue más fuerte que el miedo y se acercó sigilosamente.

Lo que vio sobre la mesa de la cocina lo dejó paralizado. Horrorizado, llevó ambas manos a su boca para ahogar un grito. Retrocedió con lentitud, sin apartar la vista de aquella imagen atroz, buscando a ciegas la puerta. En su pánico, tropezó y derribó un jarrón que se hizo añicos contra el suelo con un estrépito que rompió el silencio.

El hombre se volteó bruscamente y corrió hacia él. El pequeño, en un estallido de adrenalina, se lanzó hacia la puerta, giró el cerrojo y la abrió de golpe. La intensa luz del sol lo cegó por un instante, ralentizando su huida. Justo cuando iba a ser alcanzado, sintió una mano fuerte sujetando su brazo, pero la misma luz que lo cegó a él, deslumbró también al hombre, haciéndolo tropezar y soltarlo.

El niño corrió sin mirar atrás, sin rumbo, impulsado solo por el terror. La espantosa visión de la cocina permanecía grabada a fuego en su mente. De pronto, chocó contra algo sólido y cayó al suelo. Al levantar la mirada, vio a un policía. Sin darse cuenta, había llegado a la carretera.

—¡Señor policía, ayúdeme! —gritó entre lágrimas—. Acabo de escapar de la casa de un hombre en el bosque. ¡He visto algo horrible en su cocina!

—¿Qué? —respondió el oficial, sorprendido. De inmediato, sacó su radio—. A todas las unidades, solicito apoyo en la carretera 15, kilómetro 22. Posible secuestro. —Miró al niño fijamente—. ¿Recuerdas cómo era ese señor? —Alto, de cabellos blancos y largos... no recuerdo más.

El oficial volvió a la radio, su voz ahora tensa: —¡Atención a todas las unidades, código rojo! Posible sospechoso en búsqueda. La descripción coincide parcialmente con la de "Goper", involucrado en la desaparición de cinco niños.

Se arrodilló frente al pequeño. —Escúchame, quédate en la patrulla. Los refuerzos vienen en camino e iremos a investigar esa casa. Dale el nombre de tus padres al oficial que está llegando para que vengan por ti. Tranquilo, ya estás a salvo.

El niño asintió con la cabeza. Por fin se sentía seguro, en libertad. Pero sabía que las imágenes de aquella casa, en el corazón del bosque de los secretos, difícilmente podrían borrarse de su memoria.

 

 

Mike Durand 

 

Mike Durand


miércoles, 18 de junio de 2025

Entre Escombros y Abrazos

 

Las paredes dejaron de temblar. Frente a nosotros se extienden los escombros esparcidos por el terremoto. Estamos refugiados debajo de una viga enorme que nos protegió de los golpes. Estoy abrazando a mi esposa e hijo, protegiéndolos de los objetos que volaban y nos atacaban como estrellas fugaces.

 “Los amo, no se muevan de aquí hasta que llegue la ayuda”- les digo. Están asustados. Me preguntan con desesperación: “¡¿Qué pasa?!” – “No podré salir con ustedes”, respondo.

 Nuestras lágrimas se mezclan con mi sangre, que brota de un costado de mi cuerpo y se desliza por el suelo. Con mi último aliento, les susurro: “Los amo...” Sin dejar de abrazarlos, con la visión casi borrosa, veo llegar a un grupo de hombres de rojo. ¡¡VENIMOS A AYUDAR!! gritan.

 “Papá, resiste...”, escucho el susurro de mi hijo. “Amor, ya llegó la ayuda, quédate con nosotros…”, de forma atenuada escucho la voz de mi esposa. Pero mi aliento se agota, mi fuerza declina, mis ojos se cierran y todo queda en silencio.

UNA MUESTRA DE AMOR


"Una Muestra de Amor"

 

Carlos no dejaba de mirar a través de la ventana. Aún tenía la esperanza de conseguir el dinero suficiente para comprar aquellas zapatillas que tanto le gustaban. Aunque el trabajo de cargar sacos de papas no le rendía lo suficiente, estaba decidido a esforzarse más para conseguir lo que tanto deseaba.

Dentro de la tienda, Carlos miraba con nostalgia a los niños que sonreían felices al lado de sus padres. Ellos lo recibían todo; sus papás les compraban lo que querían. Carlos no tenía a sus padres; los perdió en un accidente a los seis años y, desde entonces, vivía con su tío Efraín. Él era un hombre bueno, algo renegón, pero quería mucho a Carlos. Trabajaba como verdulero, pero el negocio no iba bien, y por eso Carlos tenía que trabajar para ayudar a su tío con la comida. Deseoso de tener esas zapatillas, empezó a ahorrar cada céntimo que ganaba de los sacos extra que cargaba en el mercado.

Por las noches le era difícil dormir. Las pesadillas le hacían recordar la tarde en que sus padres murieron, cuando un camión se cruzó y embistió el carro donde ellos viajaban. Todo pasó tan rápido... Carlos apenas pudo salir del vehículo casi destrozado. La imagen de sus padres sin vida lo despertaba bruscamente de esa pesadilla.

Pasaron aproximadamente dos meses y Carlos ya había juntado el dinero para comprar las zapatillas: 175 soles con 30 céntimos. Repetía la cifra una y otra vez para no olvidarla. Estaba feliz. De camino a casa, vio salir de ella a un señor vestido de blanco con un maletín negro en la mano; por la expresión de su rostro, Carlos sintió que algo malo estaba pasando.

—¡Señor, señor! ¿Qué sucede?

—Ah, hola, Carlos. Escúchame, tengo que hablar contigo – se agacho a la altura de Carlos y con voz pausada dijo - Tu tío Efraín está muy enfermo.

—¿Enfermo, dice? Pero si él solo tiene tos y está tomando unas pastillas para que se le pase.

—Carlos, tu tío ha estado ocultando su enfermedad y ahora se le ha complicado. Él necesita unos medicamentos para mejorar; de lo contrario, no va a resistir más. ¿Me entiendes, ¿verdad? Le he dicho que los compre, pero al entregarle la receta no ha querido aceptarla.

—Señor, ¿cuánto cuestan esas medicinas?

—Están caras, por lo menos serán 170 soles. Pero si toma esa medicina, va a estar mejor. Convéncele de que las compre.

170 soles. Carlos se quedó pensando. Miró hacia atrás y, a lo lejos, vio la tienda donde estaban las zapatillas que tanto deseaba. Regresó la mirada a la puerta de su casa y las imágenes del accidente de sus padres le vinieron a la mente. Sollozó, y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Señor, lo único que tengo en este mundo es a mi tío. Él es mi única familia y no quiero perderlo. Por favor, acompáñeme a buscar las medicinas. Yo las voy a comprar.

—Tienes un buen corazón, hijo. Vamos, te acompaño.

Carlos regresó a su casa con los medicamentos y encontró a su tío echado en la cama, sudoroso y tosiendo fuertemente.

—Hola, tío. He traído tus medicinas.

—Carlos, acércate. Hijo, ¿por qué has gastado tu dinero en mí? No vale la pena.

—¿Por qué dices eso, tío? Tú eres la única familia que tengo y no quiero perderte.

—¿Sabes? Cuando tus padres se fueron, empecé a verte como el hijo que nunca tuve. Decidí convertirte en un hombre de bien, darte todo lo que necesitaras, pero el dinero no me alcanza. Hijo, lo siento de verdad. El dinero que has utilizado son tus ahorros, los que con tu esfuerzo has conseguido. No es justo que hagas esto por mí.

—Tío, sé que también harías lo mismo por mí. Por favor, no importa. Eres lo más importante ahora, el resto puede esperar. Ya no estés triste, vas a estar bien.

—Carlos, sin duda tienes un gran corazón. Vas a ser un gran hombre en la vida. Gracias, hijo.

—Tómate tus medicinas y descansa, tío.

Carlos acarició el cabello de su tío, secó el sudor de su rostro, acomodó la almohada y, echándose a su lado, se quedó dormido.

Al día siguiente despertó apresurado. Efraín no estaba en la cama. Lo buscó por toda la casa, pero no había señales de él. Preocupado, se sentó en la mesa. Frente a él había un paquete envuelto en papel de periódico con una tarjeta que llevaba su nombre. A la espalda, un mensaje decía: “Para mi querido sobrino, que dejó de lado lo que quería para regalarme la oportunidad de seguir viviendo. Este presente lo conseguí ahorrando para ti. No quería comprarme las medicinas porque lo único que quería era tu felicidad”.

Carlos desenvolvió el papel y dentro estaban las zapatillas que él deseaba. Sonrió, sus ojos brillaron de emoción y empezó a llorar, aún sin salir de su asombro. En ese instante, escuchó el sonido de la puerta que se abría: era su tío Efraín, entrando a la casa con el desayuno en la mano. Carlos, al verlo, se lanzó hacia él, abrazándolo fuertemente y mojando su camisa con su cara empapada en llanto.

—¡Gracias, tío, te quiero mucho!

—No, Carlitos. Gracias a ti, por tener un gran corazón.



FIN…

martes, 17 de junio de 2025

Inquietante Espera





Inquietante Espera

La sala de espera está silenciosa, fría, con paredes tan transparentes que se ve a la gente pasar. Pero ellos no te ven. La recepcionista tiene la mirada plantada en la pantalla de su monitor, y ni siquiera se inmuta cuando se escucha el grito de una mujer, seguido inmediatamente por el estruendo de un motor.

Me levanto de un salto y le pregunto:

—¿Qué sucede?

Ella, sin apartar la vista de la pantalla, responde con frialdad:

—Es parte del procedimiento.

El grito resuena nuevamente, esta vez más escandaloso. Ahora puedo distinguir el sonido del motor: es un taladro. Me acerco al mostrador, completamente asustado, desesperado, y le grito:

—¡Déjenme ver a mi esposa!


Heridas del Abandono


Heridas del Abandono

¿Acaso yo pedí venir a este mundo?

¡Pues no, no lo hice! Ustedes decidieron eso. Esperen, creo que ni siquiera fue así, ni siquiera lo decidieron.

Y ahora, me reclaman. ¿Por qué soy así? ¿De verdad lo preguntan?

Si nunca escucharon lo que yo sentía, ¿acaso alguna vez preguntaron qué hacía todas las noches en las calles? Pues me ganaba la vida. La vida que ustedes no supieron darme.

Cuánto he querido que me busquen y me saquen de esos lugares... pero no. Se quedaban esperando a que llegara, y cuando lo hacía, ¿acaso preguntaban dónde había estado? No. Solo el sonido de la correa en mi espalda me hablaba.

Y ahora me siguen reclamando por ser como soy. ¡Pues soy así por culpa de ustedes! Por ustedes, que nunca me dijeron que me amaban, que nunca supieron abrazarme, que jamás me llevaron a la mesa para cenar juntos como una familia. Por ustedes, que solo discutían y se maltrataban sin importarles que yo los miraba, sin importarles que me ahogaba en llanto, deseando que todo se acabara de una vez.

Me preguntan por qué soy así...

Demasiado tarde es ya para sus reclamos. Soy así porque ustedes me convirtieron en esto.

Ficción 


Mike.

domingo, 15 de junio de 2025

"Vuelve conmigo" y la Historia detras de la canciòn.



 "Vuelve conmigo" (Historia y Canción)

(La Historia)

Rodrigo y Clara eran una joven pareja de esposos, unidos por un amor constante que el tiempo solo había fortalecido. Con sus metas logradas, vivían una felicidad plena y tranquila.

La tragedia, sin embargo, llegó a sus vidas cuando a Clara le diagnosticaron cáncer de mama. Rodrigo nunca se apartó de su lado; pasaron juntos por todo el doloroso proceso de la quimioterapia, enfrentando cada día como uno solo. Después de un largo tiempo de lucha, el cáncer entró en remisión. La alegría regresó a su hogar y retomaron todos los planes que habían dejado pendientes. Pero esa felicidad duró muy poco.

Unos meses después, en uno de sus chequeos habituales, recibieron la terrible noticia: el cáncer había regresado de forma agresiva. Mientras Rodrigo estaba en el trabajo, recibió la llamada de Clara.

—Voy para allá —dijo Rodrigo sin dudar. —No, Rodrigo —respondió ella con calma—. Me van a internar, pero estaré bien. Ven más tarde, después del trabajo.

Rodrigo aceptó, confiando en sus palabras. Sin embargo, mientras la trasladaban a su habitación en la clínica, Clara sufrió un infarto fulminante. Cuando los médicos intervinieron, ya era demasiado tarde.

La noticia golpeó a Rodrigo como un rayo. No lo podía creer, no lo aceptaba. Fue tan impactante saber que su esposa había muerto que, de la conmoción, se desmayó. No despertó hasta varios meses después. Estuvo ausente en el velorio y en el entierro; no pudo despedirse de ella.

Cuando por fin despertó en el hospital, lo primero que dijo fue: —Tengo que ver a Clara. Está en el hospital... me han dicho que se fue. ¡Que se fue!

Gritó, se desesperó, lloró. Quería levantarse de la cama, pero los médicos lo tranquilizaron hasta que volvió a dormir. Al día siguiente, los mismos gritos resonaron desde su habitación. El día después, la misma escena. Y así, cada día. Era un bucle emocional sin fin.

Rodrigo fue diagnosticado con una condición disociativa severa, un "Síndrome del Bucle Emocional": su mente, para protegerse del trauma, se reiniciaba cada día, haciéndole revivir los mismos últimos minutos de la noticia de la muerte de Clara.

La ayuda psicológica resultaba en vano. Aunque Rodrigo podía asimilar y procesar la muerte de su esposa durante la terapia, olvidaba toda la sesión al día siguiente. Cada mañana, al despertar, su esposa moría de nuevo. Para Rodrigo, Clara muere todos los días.

En una de sus sesiones, con la mirada perdida, describió su tormento:

«Cuando despierto, lo primero que quiero hacer es abrazar a Clara, pero en la habitación solo veo su foto. Siento esta necesidad de ir a buscarla, solo que... no sé a dónde. Luego, mi corazón siente que se rompe, como si algo se clavara en él, y me duele. Duele mucho. Es entonces cuando llega a mis pensamientos la noticia de que ella ha muerto. La necesito. No puedo mantenerme vivo sin ella. Solo quiero que regrese, quiero que vuelva conmigo».


(La Canción: "Vuelve conmigo")

(Estrofa 1)

 Hoy desperté,

y lo primero que quería hacer,

era abrazarte, mi amor.

 Te busqué,

y lo único que encontré,

fue tu imagen, mi amor.

(Estrofa 2)

Salí a alcanzarte,

pero te alejaste tan deprisa,

no pude besarte.

(Coro)

Y me di cuenta de que te había perdido,

me dejaste solo con mi corazón herido.

Te necesito para mantenerme vivo,

no me destruyas, por favor... vuelve conmigo.

(Outro)

Vuelve conmigo...

Vuelve conmigo...

Vuelve conmigo...


miércoles, 11 de junio de 2025

Abuelo, ¿Como conociste a la Abuela?

 —Abuelo, ¿cómo conociste a la Abuela?

—Ven pequeña, siéntate aquí. Lo recuerdo como si fuera ayer, aunque ya han pasado 40 años…

Estaba esperando el cambio de color del semáforo en la Av. Principal. Demoraba más de lo normal. Al frente mío, un mar de gente… y en medio de todos ellos, apareció ELLA.

Tan resplandeciente, tan hermosa, con un brillo espectacular que quedé paralizado. No dejaba de mirarla. De repente, el resto de las personas habían desaparecido. La luz del semáforo cambió de rojo a verde y tu ABUELA avanzó. YO, quieto, sin moverme en absoluto.

A cada paso que ella daba, del suelo nacían rosas y el movimiento de sus brazos detrás de ella parecían las alas de un ángel. Su abundante cabello ondeaba de lado a lado al compás del viento. Vestía de azul y de encajes perfectos que resaltaban la silueta de su cuerpo y, alrededor de su cuello, llevaba una bufanda de color rojo.

El tiempo se ralentizó y yo seguía sin moverme. Todo a su contorno era hermoso. Sonreía, con labios rojos y dientes del color de la luna, ¡y qué decir de su piel de color terciopelo! Se acercaba más, junto con el aroma de jazmines que emanaba de ella, un perfume exquisito. Cerré los ojos e inhalé profundamente su aroma, quedando más inmóvil aún. Al abrir los ojos, tu abuela pasó por mi lado rozando mi brazo. El toque de su piel activó el movimiento de mi cuerpo, haciéndome sentir que estaba en el cielo.

Luego, escuché dos palabras: “PERMISO, POR FAVOR”. Era un tipo enorme que quería cruzar la pista. Rompió la magia en ese instante, pero bueno, di la vuelta rápidamente para volver a verla. Ella estaba alejándose. Mi cuerpo empezó a sentirse acalorado, era porque el sol empezó a radiar más fuerte, y eso hizo que ella se quitara la bufanda. Al querer guardarla en su bolso, se le cayó y no se dio cuenta.

Corrí tras ella… y por la bufanda, claro. Ya casi por llegar, otro tipo enorme también la vio, la recogió y gritó: “¡SEÑORITA, SEÑORITA!”. Pero tu abuela no escuchó. Mejor para mí. Llegué a él y le dije: “Hey amigo, ella es mi esposa, yo le entrego la bufanda”. Ja ja ja ja ja, ¿ves? Antes de hablar con ella ya era mi esposa, he he he he. Al tener la bufanda en mis manos podía sentir de nuevo el aroma a jazmín, que volvió a dejarme inmóvil, pero reaccioné de nuevo. Ella se alejaba, así que corrí y la alcancé.

Tomé su mano y le dije: “Señorita, su bufanda”. Fue un momento que jamás olvidaré. Tu abuela cuenta que al sentir mis manos, abrió más sus ojos —tú sabes que tu abuela tiene los ojos grandes y hermosos—, una mezcla de misterio y susto; un susto que la impulsó a intentar darme una cachetada con la otra mano, pero… al momento de voltear y mirarme, no logró hacerlo. Dice que fue algo que vio en mí que le inspiró confianza. No sé, cree ella que fue mi barba sexi, o el color de mis ojos. Yo pienso que fue porque quedé arrodillado sosteniendo su mano, era como una imagen de pedida de matrimonio. Pero que me salvé de la cachetada, eso sí fue un hecho.

Estaba allí, frente a ella. “Disculpe señorita, se le cayó la bufanda. He corrido más de 10 cuadras para alcanzarla” —siempre yo exagerando, en realidad fueron como unos 20 pasos—. Ella sonrió, recibió la bufanda y dijo: “GRACIAS”. Siguió su camino. La vi alejarse, pero fui detrás de ella. “Señorita, disculpe, es que no quería dejar pasar este momento, ¿será que puedo invitarla a comer un helado de camino?”.

Y tu Abuela dijo: “ESTÁ BIEN”.

Y así, mi niña linda, fue como conocí a tu Abuela. Desde ese día inició una historia de amor que perdura tantos años, y el fruto de ese amor fue tu padre, Evan, quien a su vez nos dio el regalo más grande: a ti, mi pequeña nieta.

Mike.

lunes, 9 de junio de 2025

Diálogo con lo invisible



"Diálogo con lo invisible"

Hola.

La mayoría de mis amigos —bueno, en realidad no tengo tantos— me han hablado de ti. Me cuentan las cosas extraordinarias que has hecho en sus vidas: la gran familia que tienen, el buen trabajo que poseen, la excelente salud de la que gozan... y lo agradecidos que están porque, según ellos, todo eso tú se los has dado.

Pero, ¿cómo es posible? Tomemos a Rodrigo, por ejemplo. Todas las mañanas sale a correr, sigue una dieta balanceada, no come nada de grasa y hace ejercicio. Él mismo cuida su cuerpo y por eso tiene buena salud. ¿En qué momento interviniste tú, si todo el esfuerzo es de él y no tuyo? ¿Acaso estás a su lado dándole ánimos? Yo lo veo cada mañana, porque corremos juntos, y llevamos una vida muy similar. La única diferencia es que él cree, o mejor dicho, está completamente seguro de que eres tú quien le da toda esa vitalidad. No logro entenderlo.

Mírame a mí. Estoy físicamente bien, tengo buena salud. La esposa excelente y los hijos maravillosos que tengo... ¿acaso me los diste tú? Sigo sin comprender por qué Rodrigo me habla tanto de ti, si ni siquiera puedo verte. Cuando le pregunto: «A ver, enséñame dónde está», él me responde: «Está en todas partes. Pero si quieres conocerlo, solo siéntate en la tranquilidad de tu casa, abre tu corazón y háblale». La verdad es que cuando me dijo “abre tu corazón”, pensé que se había vuelto loco, pero luego entendí a qué se refería.

El punto es que aquí estoy, en este preciso momento, hablándole a la nada. Estoy cediendo por un instante, gracias a la insistencia de Rodrigo, creyendo que podría obtener alguna respuesta. Sin embargo, una parte de mí sigue convencida de que todo esto no existe, simplemente porque no lo puedo ver.

Eso sí, el día en que tú aparezcas, seas como seas, y te presentes frente a mí para decirme: «Hola, vine a responder tus preguntas», solo entonces, allí recién podré creer.

De lo contrario, seguiré pensando que hoy he perdido mi tiempo hablándole a la nada.


Mike

domingo, 8 de junio de 2025

LA PRUEBA

La imagen pertenece del espacio de eritnia de su poema Bolsos de Prada

La Prueba.

—Hola. Así que llegaste. Pensé que no lo harías.
—Dijiste que era urgente, por eso estoy aquí. No tengo mucho tiempo.
—Sí, lo sé. Ahora te controlan cuándo sales de casa. No dudo que te llamarán a tu celular en unos minutos. Así no era cuando estábamos juntos, ¿recuerdas? Yo te daba tu espacio y tú hacías lo mismo conmigo.
—No creo que me hayas pedido que venga para hablar del pasado, y mucho menos de la relación tan superficial que tuvimos.
—¿Superficial? ¿Eso es lo que te ha quedado de nuestra relación? ¿Crees que no te amé, que todo lo que di de mí no fue suficiente?
—Todo lo que entregaste solo fue excesiva pasión y nada de amor. Nos sumergíamos sin control en el abismo de lo superficial, y lo único que obtuvimos fue el desconsuelo de saber que el amor nunca tocó nuestros corazones. Ahora estoy feliz con mi esposa y quiero seguir estándolo, así que terminemos de una vez por todas. Dime de qué se trata todo esto.
—Me alegro por ti, de verdad... Pero creo que las cosas en tu vida se van a poner algo movidas después de esto.
—¿Después de esto? ¿A qué te refieres?
—Vaya, vaya... parece que olvidaste nuestro pequeño reencuentro de hace dos meses. Mmm... mucha pasión, muchas caricias...
—No me lo recuerdes, estoy muy arrepentido de lo que pasó. Estábamos ebrios, no sabía lo que hacía.
—Pues ahora la consecuencia de ese momento crece dentro de mí. Ya tiene dos meses. Estoy embarazada.
—¿Cómo? No, no, no... es imposible.
—¿Imposible, dices? Me acosté contigo y ahora estoy embarazada. Es muy posible, ¿OK?
—Vamos, sabemos muy bien que no soy el único hombre con el que te has acostado. Cualquiera podría ser el padre.
—Atente a las consecuencias. Voy a tener a este hijo, tú estarás a mi lado, dejarás a tu esposa y seremos una familia feliz.
—De ninguna manera la dejaré para irme contigo. Voy a buscar a todos los hombres con los que te acostaste y descubriré quién es el verdadero padre.
—Estás loco. ¿Cómo piensas hacer eso? Tú eres el padre, y eso es todo lo que tienes que saber.
—Ya lo verás...
Una semana después, en una habitación cerrada, los reunió: diez hombres sentados en círculo, nerviosos. Ella, en el centro, los observaba con una calma desafiante. El plan era surrealista: a cada uno se le aplicaría en el dedo una sustancia mezclada con la sangre de la mujer. Si aparecía una línea, él sería el padre.
Uno por uno, del primero al noveno, el resultado fue el mismo: negativo.
—Queda solo uno y se acabará tu mentira —dijo él, señalando al último hombre—. Sin duda él es el padre.
—Haz lo que quieras —respondió ella, con una sonrisa helada—. Yo sé quién es, y eres tú.
El último individuo también dio negativo.
—Sorprendido, ¿verdad? —susurró ella—. Ahora me crees.
—No puede ser. Seguro me faltó ubicar a alguien más.
—Pues sí, te faltó alguien. Pero no para ubicar, sino para probar. Faltas tú. Vamos, aplícate la sustancia y acepta de una vez que eres el padre.
—Lo haré solo para que veas que no soy yo.
Pero la línea apareció en su dedo, nítida y roja. Positivo. No lo podía creer. ¿Dejar a su esposa? ¿La oportunidad de construir una familia con ella, ahora destruida? No le quedó más remedio que aceptar el hecho de ser padre de un hijo con una mujer que no amaba.
Cobardemente, le escribió una carta a su esposa. Se despedía sin dar ninguna explicación. El llanto desconsolado de su mujer al leerla dejaba un vacío insoportable en su corazón.
—¿Por qué me haces esto? —sollozaba ella sola en su casa—. Justo ahora que íbamos a ser una familia completa... lo que tanto anhelábamos.
Su mano acarició su propio vientre. La carta cayó al suelo junto con los resultados positivos de su propio embarazo. Se desvaneció en el sofá, mientras un frío solitario invadía su hogar.
—Es lo mejor —dijo la otra mujer, sentada a su lado en el auto mientras se alejaban de la ciudad—. Ahora seremos una familia muy feliz. Espero que ahora confíes más en mí. Tu esposa, con el tiempo, lo entenderá.
—Solo cállate —respondió él, con la mirada perdida en la carretera.
Una sonrisa imperceptible se dibujó en el rostro de ella. En su mente, repasaba victoriosa cada pieza de su plan. Recordó la mañana anterior, ubicando al verdadero padre y asesinándolo en su apartamento para que nunca pudiera ser encontrado. Recordó cómo siguió a la esposa hasta el hospital y, con astucia, robó una muestra de su sangre del laboratorio. Esa fue la sangre que usó en la prueba, la que mezcló con la sustancia.

Por eso dio positivo. Por eso el engaño prevaleció. Había destruido una familia para quedarse con él. Y había funcionado.

¿Qué Hay en mi Ropero? - Cuento Infantil


¿Qué Hay en mi Ropero? - Cuento Infantil

Edward es un niño de 7 años con una imaginación asombrosa. De cualquier situación crea historias mágicas. Sus padres siempre lo apoyan, alimentando su creatividad con libros y cuentos que leen juntos cada noche antes de dormir.

En el colegio, a la hora del recreo, comparte sus historias con sus amigos del salón. Sus compañeros quedan encantados con sus relatos. Edward es muy apreciado por sus profesores; incluso ganó un premio por un poema en el día del maestro.

Al final de la jornada escolar, Edward espera en el patio como todas las tardes, aguardando a su mamá para ir a casa.

En ese momento se le acerca un compañero de su salón, Efraín, un niño que disfruta molestando a los demás. Con claras intenciones de fastidiar, lo saluda:

  • Hola, Edward.
  • Hola - responde Edward sin malicia ni sospecha.
  • ¿Nunca has abierto tu ropero de noche? - pregunta Efraín con tono intrigante.
  • No - responde Edward sin preocupación -. ¿Por qué lo haría? ¿Y por qué de noche?

Efraín insiste, esperando notar algún indicio de miedo en Edward.

  • Dicen que hay monstruos que se esconden allí. Cuando te duermes, salen del ropero y te susurran al oído cosas feas. Algunos no esperan a que te duermas... simplemente salen con sus ojos luminosos y dientes afilados para asustarte.

Mientras Efraín hablaba, la mente de Edward comenzó a imaginar la escena. En su imaginación, la puerta de su ropero se abría y de allí emergían enormes monstruos: algunos con abundante pelaje, colmillos puntiagudos y ojos brillantes; otros con cuatro brazos, sosteniendo espadas, escudos, lanzas,  arcos y flechas. Había monstruos con armaduras desgastadas, los más antiguos, los que habían peleado en miles de batallas. Otros escupían fuego mientras cabalgaban en majestuosos caballos negros con alas, volando por todo su cuarto y luchando entre ellos.

Podía escuchar el choque de espadas, el relinchar de los caballos voladores y el rugir de los monstruos guerreros. Pero Edward no sentía miedo. Esos monstruos no asustaban.

  • ¿Me estás escuchando, Edward? - insistió Efraín -. No abras tu ropero de noche. Manténlo cerrado.

Hizo una pausa dramática antes de agregar:

  • También dicen que algunos monstruos quieren llevarte a su mundo para usarte como esclavo... no solo a ti, ¡también a tus padres!

La imaginación de Edward regresó a su habitación, donde ahora se encontraba armado con una espada de acero de valyrio, entregada por el mismísimo Rey Stark. Su cuerpo estaba protegido con una armadura plateada, un casco cubría su rostro y llevaba un escudo de titanio, obtenido tras una feroz pelea con el Capitán América. Estaba listo para proteger su territorio y a sus padres.

Los monstruos se alinearon en filas de tres. El ambiente quedó en silencio. Entonces, sintieron la presencia de alguien majestuoso, alguien con un poder inmenso. Se escucharon pasos agigantados que resonaban por la habitación, provenientes del Ropero.

Desde aquel oscuro espacio emergió un monstruo imponente de color gris, con ojos azules radiantes y colmillos blancos como el color de la luna. Su figura era aterradora y hermosa a la vez. En su mano derecha sostenía una lanza dorada y, en la izquierda, una jaula del tamaño de un humano. En su espalda, una espada plateada resplandecía, iluminando toda la habitación.

Los demás monstruos lo veneraban y le temían. Ninguno osaba mirarlo a los ojos; hacerlo estaba prohibido. Aquel que se arriesgaba lo único que conseguía era la expulsión de su mundo.

¿Este es el humano al que vamos a llevar? - preguntó con voz profunda y resonante.

  • ¿Y sus padres? ¿Dónde están?
  • Mi... mi señor - balbuceó uno de los súbditos - el humano se está defendiendo y no nos deja pasar al otro lado del cuarto.
  • ¡¡¡QUÉEEE!!! ¿Este simple humano está haciendo esto? - Sorprendido y con desazón preguntó.
  • ¡No podrán pasar! - gritó Edward, alzando su espada de acero de valyrio, cuyo brillo cegó a los monstruos menores.
  • Mi nombre es Luminén - declaró el monstruo gris - No podrás conmigo. Soy el mejor de todos. El líder de mi mundo. Todos me respetan. Todos me temen.
  • Y yo... soy Edward, líder de este mundo, defensor de mis padres y de mi cuarto también.

Adoptó una postura de combate, preparado para la pelea más impresionante de su vida.

  • ¡Adelante, Luminén! ¡Atrévete a pasar!

Luminén arrojó la jaula al suelo, clavó su lanza en el cuerpo de uno de sus monstruos y desenvainó su espada. Se elevó por los aires. En un instante, Edward saltó a su altura y sus espadas chocaron, generando una ráfaga de luz y una onda expansiva que sacudió toda la habitación.

  • ¡¡EDWAAAAAAAAAARD!! - se escuchó un grito.

Era su mamá.

Ambos niños voltearon al escucharla.

  • Ya me voy, Efraín. Pero... gracias por contarme lo del ropero - dijo Edward antes de marcharse.

Efraín, frustrado porque su plan no había funcionado, le gritó su última advertencia:

  • ¡Edward, no lo olvides! ¡¡NO ABRAS TU ROPERO DE NOCHE!!
  • ¡¡No te preocupes!! ¡¡Ya creo saber qué encontraré!!
  • Hola, hijo - dijo su mamá al subir al auto - ¿De qué hablaban? ¿Por qué Efraín gritó "Ropero"?
  • Mamá, ¿sabes quiénes se esconden en mi Ropero? - preguntó con rostro muy emocionado.
  • No, no lo sé mi amor.
  • Vamos, Mamá, que en la casa te cuento - respondió Edward con una sonrisa.

Continuara...