Tierno momento, es el blog donde plasmo todo lo que siento, las fantasías, lo irreal, lo romántico, el AMOR, los nostálgico, la aventura, el suspenso, el reclamo, el enojo. Cuando escribo me inspiro en las experiencias de mi vida, en el amor que he conocido, las tristezas que he vivido, en las personas que he amado, en las que amo ahora, realizo una mezcla entre el pasado el presente y el futuro.

viernes, 20 de junio de 2025

TE ACUERDAS

"¿Te acuerdas?"

¿Te acuerdas de cuando mirábamos juntos la Luna?

¿Te acuerdas de nuestro lugar, ese donde uníamos nuestros labios?

¿Te acuerdas del camino que, tomados de la mano, recorríamos sin rumbo? No nos importaban los peligros, porque estábamos juntos y eso era suficiente para sentirnos los más fuertes del mundo.

¿Te acuerdas del pacto que hicimos y el juramento que nos dimos? "Que a pesar de estar separados, de alguna manera, siempre estaríamos juntos".

¿Te acuerdas de las lágrimas que derramamos, de todos los sentimientos que descubrimos juntos?

¿Te acuerdas de lo mucho que nos amamos?

¿Te acuerdas de que te convertiste en mi inspiración, en mi musa? Contigo aprendí a escribir mis primeros sentimientos, contigo descubrí lo que significa un beso, contigo encontré el calor en tus brazos.

¿Te acuerdas de todo esto? Porque estés donde estés, y estés con quien estés, yo nunca voy a olvidar que contigo descubrí el verdadero amor, el sentido de mi vida, la verdadera luz que necesitaban ver mis ojos.

¿Te acuerdas?


Mike Durand

Te amo... siempre

Año 2018, unos días de incertidumbres... mi esposa paso por una operación de riesgo. Escribi este texto acompañado de mis miedos.

"Te amo… Siempre."

La frase dice:

"Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde."

Pero en nuestro caso sería:

"Uno sabe lo que tiene, por eso tiene miedo de perderlo."

Estos días vivo con miedo. Cierro los ojos e intento poner mi mente en blanco, alejar los pensamientos oscuros, pero el temor me alcanza. No imagino mi vida sin ti, sin tus manos acariciando mi rostro, sin el aroma de tu piel, sin el suave perfume de tu cabello.

Tengo miedo porque tu sonrisa se apaga poco a poco, porque tus lágrimas humedecen tus pálidas mejillas. Porque me miras buscando esperanza y no sé si puedo dártela.

Tengo miedo de recurrir a la fe cuando hace tiempo dejé de creer. De arrodillarme y pedir clemencia para que te quedes conmigo.

Pero en medio de esta incertidumbre, tocas mi mano con la poca fuerza que te queda y me sonríes. Me miras, me hablas, susurras:

"No tengas miedo, mi amor. Todo va a estar bien."

Y con los ojos llenos de lágrimas, solo puedo repetir lo que mi corazón grita cada día, lo que escuchas de mis labios en cada instante:

"Te amo… Siempre."


SI ME QUEDA UN POCO DE VIDA



"Si me queda un poco de vida"

 

Amaneciendo el día, las rosas dan su olor,

quiero estar vida en vida, despertando con tu amor.

 

Si las aves ya no te cantan, te cantará mi corazón.

Te agradezco todo el tiempo y la forma de tu amor.

 

Si me queda un poco de vida, quiero acabarlo a tu lado,

para que el recuerdo no caiga en el abismo del pasado.

 

Si me queda un poco de vida, voy a entregarlo todo a ti,

porque eres lo único en mi vida, lo que perdura siempre en mí.


Mike Durand

jueves, 19 de junio de 2025

Gotas de olvido



Gotas de Olvido

Mi corazón desgarrado y desangrado, desvanece su latido, apenas lo escucho, mi respiración cortante me lo impide.

Una fría noche de lluvia golpea mi sien, las gotas se hacen más pesadas, es que mi cuerpo es un desparpajo de dolor.

Apenas puedo levantar la botella de alcohol y trago el último sorbo, junto con esas gotas cristalinas, que espero me ayuden a olvidarte.

He intentado de mil formas sacarte de mis pensamientos, Así que este es mi último intento, mi último aliento.

Ya no escucho mis latidos, ya no siento las gotas de la lluvia, apenas distingo la botella de alcohol.

Es el fin, ahora sí, podré dejar de amarte.

 


El Bosque de los Secretos



El Bosque de los Secretos

Una gélida tarde de invierno, un niño, vencido por el aburrimiento, decidió visitar a un amigo del colegio. Sin embargo, el camino habitual estaba bloqueado por manifestaciones, por lo que optó por tomar un atajo a través del bosque. La luz atenuada del atardecer y los espesos arbustos hacían su avance cada vez más lento y, sin percatarse, ya se había perdido.

Pronto, la noche cayó sobre él. Solo la pálida luz de la luna lo acompañaba en su caminar. Preocupado, y con el miedo erizándole la piel, gritó con todas sus fuerzas: —¡Hola! ¿Alguien puede oírme? ¡Estoy perdido!

Solo el eco de su propia voz le respondió, rebotando entre los matorrales antes de ser devorado por el silencio. Segundos después, escuchó un sonido nuevo: el crujido de pisadas sobre las hojas secas. El sonido se hacía más fuerte, más cercano. De entre las sombras surgió la figura de un hombre que sostenía una linterna en una mano y una escopeta en la otra.

—¿Qué haces aquí en medio del bosque? —preguntó el hombre, su voz grave como un trueno lejano. —Estoy perdido —respondió el niño, temblando. —Ya es tarde. Te llevaré a mi casa para que pases la noche.

El alivio inundó al niño. A pesar de la inquietante escopeta, confió en la promesa de un refugio y accedió a seguirlo.

A la mañana siguiente, agradecido por la hospitalidad, el niño se dispuso a marcharse, pero el hombre se lo impidió. —Debes alimentarte bien antes de partir —argumentó con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

A pesar de la desconfianza que comenzaba a sentir, el niño aceptó. Mientras el hombre se dirigía a la cocina, la mirada del pequeño se clavó en la puerta de salida. Sin embargo, un olor nauseabundo que emanaba de la cocina capturó su atención. La curiosidad fue más fuerte que el miedo y se acercó sigilosamente.

Lo que vio sobre la mesa de la cocina lo dejó paralizado. Horrorizado, llevó ambas manos a su boca para ahogar un grito. Retrocedió con lentitud, sin apartar la vista de aquella imagen atroz, buscando a ciegas la puerta. En su pánico, tropezó y derribó un jarrón que se hizo añicos contra el suelo con un estrépito que rompió el silencio.

El hombre se volteó bruscamente y corrió hacia él. El pequeño, en un estallido de adrenalina, se lanzó hacia la puerta, giró el cerrojo y la abrió de golpe. La intensa luz del sol lo cegó por un instante, ralentizando su huida. Justo cuando iba a ser alcanzado, sintió una mano fuerte sujetando su brazo, pero la misma luz que lo cegó a él, deslumbró también al hombre, haciéndolo tropezar y soltarlo.

El niño corrió sin mirar atrás, sin rumbo, impulsado solo por el terror. La espantosa visión de la cocina permanecía grabada a fuego en su mente. De pronto, chocó contra algo sólido y cayó al suelo. Al levantar la mirada, vio a un policía. Sin darse cuenta, había llegado a la carretera.

—¡Señor policía, ayúdeme! —gritó entre lágrimas—. Acabo de escapar de la casa de un hombre en el bosque. ¡He visto algo horrible en su cocina!

—¿Qué? —respondió el oficial, sorprendido. De inmediato, sacó su radio—. A todas las unidades, solicito apoyo en la carretera 15, kilómetro 22. Posible secuestro. —Miró al niño fijamente—. ¿Recuerdas cómo era ese señor? —Alto, de cabellos blancos y largos... no recuerdo más.

El oficial volvió a la radio, su voz ahora tensa: —¡Atención a todas las unidades, código rojo! Posible sospechoso en búsqueda. La descripción coincide parcialmente con la de "Goper", involucrado en la desaparición de cinco niños.

Se arrodilló frente al pequeño. —Escúchame, quédate en la patrulla. Los refuerzos vienen en camino e iremos a investigar esa casa. Dale el nombre de tus padres al oficial que está llegando para que vengan por ti. Tranquilo, ya estás a salvo.

El niño asintió con la cabeza. Por fin se sentía seguro, en libertad. Pero sabía que las imágenes de aquella casa, en el corazón del bosque de los secretos, difícilmente podrían borrarse de su memoria.

 

 

Mike Durand 

 

Mike Durand


miércoles, 18 de junio de 2025

Entre Escombros y Abrazos

 

Las paredes dejaron de temblar. Frente a nosotros se extienden los escombros esparcidos por el terremoto. Estamos refugiados debajo de una viga enorme que nos protegió de los golpes. Estoy abrazando a mi esposa e hijo, protegiéndolos de los objetos que volaban y nos atacaban como estrellas fugaces.

 “Los amo, no se muevan de aquí hasta que llegue la ayuda”- les digo. Están asustados. Me preguntan con desesperación: “¡¿Qué pasa?!” – “No podré salir con ustedes”, respondo.

 Nuestras lágrimas se mezclan con mi sangre, que brota de un costado de mi cuerpo y se desliza por el suelo. Con mi último aliento, les susurro: “Los amo...” Sin dejar de abrazarlos, con la visión casi borrosa, veo llegar a un grupo de hombres de rojo. ¡¡VENIMOS A AYUDAR!! gritan.

 “Papá, resiste...”, escucho el susurro de mi hijo. “Amor, ya llegó la ayuda, quédate con nosotros…”, de forma atenuada escucho la voz de mi esposa. Pero mi aliento se agota, mi fuerza declina, mis ojos se cierran y todo queda en silencio.

UNA MUESTRA DE AMOR


"Una Muestra de Amor"

 

Carlos no dejaba de mirar a través de la ventana. Aún tenía la esperanza de conseguir el dinero suficiente para comprar aquellas zapatillas que tanto le gustaban. Aunque el trabajo de cargar sacos de papas no le rendía lo suficiente, estaba decidido a esforzarse más para conseguir lo que tanto deseaba.

Dentro de la tienda, Carlos miraba con nostalgia a los niños que sonreían felices al lado de sus padres. Ellos lo recibían todo; sus papás les compraban lo que querían. Carlos no tenía a sus padres; los perdió en un accidente a los seis años y, desde entonces, vivía con su tío Efraín. Él era un hombre bueno, algo renegón, pero quería mucho a Carlos. Trabajaba como verdulero, pero el negocio no iba bien, y por eso Carlos tenía que trabajar para ayudar a su tío con la comida. Deseoso de tener esas zapatillas, empezó a ahorrar cada céntimo que ganaba de los sacos extra que cargaba en el mercado.

Por las noches le era difícil dormir. Las pesadillas le hacían recordar la tarde en que sus padres murieron, cuando un camión se cruzó y embistió el carro donde ellos viajaban. Todo pasó tan rápido... Carlos apenas pudo salir del vehículo casi destrozado. La imagen de sus padres sin vida lo despertaba bruscamente de esa pesadilla.

Pasaron aproximadamente dos meses y Carlos ya había juntado el dinero para comprar las zapatillas: 175 soles con 30 céntimos. Repetía la cifra una y otra vez para no olvidarla. Estaba feliz. De camino a casa, vio salir de ella a un señor vestido de blanco con un maletín negro en la mano; por la expresión de su rostro, Carlos sintió que algo malo estaba pasando.

—¡Señor, señor! ¿Qué sucede?

—Ah, hola, Carlos. Escúchame, tengo que hablar contigo – se agacho a la altura de Carlos y con voz pausada dijo - Tu tío Efraín está muy enfermo.

—¿Enfermo, dice? Pero si él solo tiene tos y está tomando unas pastillas para que se le pase.

—Carlos, tu tío ha estado ocultando su enfermedad y ahora se le ha complicado. Él necesita unos medicamentos para mejorar; de lo contrario, no va a resistir más. ¿Me entiendes, ¿verdad? Le he dicho que los compre, pero al entregarle la receta no ha querido aceptarla.

—Señor, ¿cuánto cuestan esas medicinas?

—Están caras, por lo menos serán 170 soles. Pero si toma esa medicina, va a estar mejor. Convéncele de que las compre.

170 soles. Carlos se quedó pensando. Miró hacia atrás y, a lo lejos, vio la tienda donde estaban las zapatillas que tanto deseaba. Regresó la mirada a la puerta de su casa y las imágenes del accidente de sus padres le vinieron a la mente. Sollozó, y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Señor, lo único que tengo en este mundo es a mi tío. Él es mi única familia y no quiero perderlo. Por favor, acompáñeme a buscar las medicinas. Yo las voy a comprar.

—Tienes un buen corazón, hijo. Vamos, te acompaño.

Carlos regresó a su casa con los medicamentos y encontró a su tío echado en la cama, sudoroso y tosiendo fuertemente.

—Hola, tío. He traído tus medicinas.

—Carlos, acércate. Hijo, ¿por qué has gastado tu dinero en mí? No vale la pena.

—¿Por qué dices eso, tío? Tú eres la única familia que tengo y no quiero perderte.

—¿Sabes? Cuando tus padres se fueron, empecé a verte como el hijo que nunca tuve. Decidí convertirte en un hombre de bien, darte todo lo que necesitaras, pero el dinero no me alcanza. Hijo, lo siento de verdad. El dinero que has utilizado son tus ahorros, los que con tu esfuerzo has conseguido. No es justo que hagas esto por mí.

—Tío, sé que también harías lo mismo por mí. Por favor, no importa. Eres lo más importante ahora, el resto puede esperar. Ya no estés triste, vas a estar bien.

—Carlos, sin duda tienes un gran corazón. Vas a ser un gran hombre en la vida. Gracias, hijo.

—Tómate tus medicinas y descansa, tío.

Carlos acarició el cabello de su tío, secó el sudor de su rostro, acomodó la almohada y, echándose a su lado, se quedó dormido.

Al día siguiente despertó apresurado. Efraín no estaba en la cama. Lo buscó por toda la casa, pero no había señales de él. Preocupado, se sentó en la mesa. Frente a él había un paquete envuelto en papel de periódico con una tarjeta que llevaba su nombre. A la espalda, un mensaje decía: “Para mi querido sobrino, que dejó de lado lo que quería para regalarme la oportunidad de seguir viviendo. Este presente lo conseguí ahorrando para ti. No quería comprarme las medicinas porque lo único que quería era tu felicidad”.

Carlos desenvolvió el papel y dentro estaban las zapatillas que él deseaba. Sonrió, sus ojos brillaron de emoción y empezó a llorar, aún sin salir de su asombro. En ese instante, escuchó el sonido de la puerta que se abría: era su tío Efraín, entrando a la casa con el desayuno en la mano. Carlos, al verlo, se lanzó hacia él, abrazándolo fuertemente y mojando su camisa con su cara empapada en llanto.

—¡Gracias, tío, te quiero mucho!

—No, Carlitos. Gracias a ti, por tener un gran corazón.



FIN…

martes, 17 de junio de 2025

Inquietante Espera





Inquietante Espera

La sala de espera está silenciosa, fría, con paredes tan transparentes que se ve a la gente pasar. Pero ellos no te ven. La recepcionista tiene la mirada plantada en la pantalla de su monitor, y ni siquiera se inmuta cuando se escucha el grito de una mujer, seguido inmediatamente por el estruendo de un motor.

Me levanto de un salto y le pregunto:

—¿Qué sucede?

Ella, sin apartar la vista de la pantalla, responde con frialdad:

—Es parte del procedimiento.

El grito resuena nuevamente, esta vez más escandaloso. Ahora puedo distinguir el sonido del motor: es un taladro. Me acerco al mostrador, completamente asustado, desesperado, y le grito:

—¡Déjenme ver a mi esposa!


Heridas del Abandono


Heridas del Abandono

¿Acaso yo pedí venir a este mundo?

¡Pues no, no lo hice! Ustedes decidieron eso. Esperen, creo que ni siquiera fue así, ni siquiera lo decidieron.

Y ahora, me reclaman. ¿Por qué soy así? ¿De verdad lo preguntan?

Si nunca escucharon lo que yo sentía, ¿acaso alguna vez preguntaron qué hacía todas las noches en las calles? Pues me ganaba la vida. La vida que ustedes no supieron darme.

Cuánto he querido que me busquen y me saquen de esos lugares... pero no. Se quedaban esperando a que llegara, y cuando lo hacía, ¿acaso preguntaban dónde había estado? No. Solo el sonido de la correa en mi espalda me hablaba.

Y ahora me siguen reclamando por ser como soy. ¡Pues soy así por culpa de ustedes! Por ustedes, que nunca me dijeron que me amaban, que nunca supieron abrazarme, que jamás me llevaron a la mesa para cenar juntos como una familia. Por ustedes, que solo discutían y se maltrataban sin importarles que yo los miraba, sin importarles que me ahogaba en llanto, deseando que todo se acabara de una vez.

Me preguntan por qué soy así...

Demasiado tarde es ya para sus reclamos. Soy así porque ustedes me convirtieron en esto.

Ficción 


Mike.

domingo, 15 de junio de 2025

"Vuelve conmigo" y la Historia detras de la canciòn.



 "Vuelve conmigo" (Historia y Canción)

(La Historia)

Rodrigo y Clara eran una joven pareja de esposos, unidos por un amor constante que el tiempo solo había fortalecido. Con sus metas logradas, vivían una felicidad plena y tranquila.

La tragedia, sin embargo, llegó a sus vidas cuando a Clara le diagnosticaron cáncer de mama. Rodrigo nunca se apartó de su lado; pasaron juntos por todo el doloroso proceso de la quimioterapia, enfrentando cada día como uno solo. Después de un largo tiempo de lucha, el cáncer entró en remisión. La alegría regresó a su hogar y retomaron todos los planes que habían dejado pendientes. Pero esa felicidad duró muy poco.

Unos meses después, en uno de sus chequeos habituales, recibieron la terrible noticia: el cáncer había regresado de forma agresiva. Mientras Rodrigo estaba en el trabajo, recibió la llamada de Clara.

—Voy para allá —dijo Rodrigo sin dudar. —No, Rodrigo —respondió ella con calma—. Me van a internar, pero estaré bien. Ven más tarde, después del trabajo.

Rodrigo aceptó, confiando en sus palabras. Sin embargo, mientras la trasladaban a su habitación en la clínica, Clara sufrió un infarto fulminante. Cuando los médicos intervinieron, ya era demasiado tarde.

La noticia golpeó a Rodrigo como un rayo. No lo podía creer, no lo aceptaba. Fue tan impactante saber que su esposa había muerto que, de la conmoción, se desmayó. No despertó hasta varios meses después. Estuvo ausente en el velorio y en el entierro; no pudo despedirse de ella.

Cuando por fin despertó en el hospital, lo primero que dijo fue: —Tengo que ver a Clara. Está en el hospital... me han dicho que se fue. ¡Que se fue!

Gritó, se desesperó, lloró. Quería levantarse de la cama, pero los médicos lo tranquilizaron hasta que volvió a dormir. Al día siguiente, los mismos gritos resonaron desde su habitación. El día después, la misma escena. Y así, cada día. Era un bucle emocional sin fin.

Rodrigo fue diagnosticado con una condición disociativa severa, un "Síndrome del Bucle Emocional": su mente, para protegerse del trauma, se reiniciaba cada día, haciéndole revivir los mismos últimos minutos de la noticia de la muerte de Clara.

La ayuda psicológica resultaba en vano. Aunque Rodrigo podía asimilar y procesar la muerte de su esposa durante la terapia, olvidaba toda la sesión al día siguiente. Cada mañana, al despertar, su esposa moría de nuevo. Para Rodrigo, Clara muere todos los días.

En una de sus sesiones, con la mirada perdida, describió su tormento:

«Cuando despierto, lo primero que quiero hacer es abrazar a Clara, pero en la habitación solo veo su foto. Siento esta necesidad de ir a buscarla, solo que... no sé a dónde. Luego, mi corazón siente que se rompe, como si algo se clavara en él, y me duele. Duele mucho. Es entonces cuando llega a mis pensamientos la noticia de que ella ha muerto. La necesito. No puedo mantenerme vivo sin ella. Solo quiero que regrese, quiero que vuelva conmigo».


(La Canción: "Vuelve conmigo")

(Estrofa 1)

 Hoy desperté,

y lo primero que quería hacer,

era abrazarte, mi amor.

 Te busqué,

y lo único que encontré,

fue tu imagen, mi amor.

(Estrofa 2)

Salí a alcanzarte,

pero te alejaste tan deprisa,

no pude besarte.

(Coro)

Y me di cuenta de que te había perdido,

me dejaste solo con mi corazón herido.

Te necesito para mantenerme vivo,

no me destruyas, por favor... vuelve conmigo.

(Outro)

Vuelve conmigo...

Vuelve conmigo...

Vuelve conmigo...


miércoles, 11 de junio de 2025

Abuelo, ¿Como conociste a la Abuela?

 —Abuelo, ¿cómo conociste a la Abuela?

—Ven pequeña, siéntate aquí. Lo recuerdo como si fuera ayer, aunque ya han pasado 40 años…

Estaba esperando el cambio de color del semáforo en la Av. Principal. Demoraba más de lo normal. Al frente mío, un mar de gente… y en medio de todos ellos, apareció ELLA.

Tan resplandeciente, tan hermosa, con un brillo espectacular que quedé paralizado. No dejaba de mirarla. De repente, el resto de las personas habían desaparecido. La luz del semáforo cambió de rojo a verde y tu ABUELA avanzó. YO, quieto, sin moverme en absoluto.

A cada paso que ella daba, del suelo nacían rosas y el movimiento de sus brazos detrás de ella parecían las alas de un ángel. Su abundante cabello ondeaba de lado a lado al compás del viento. Vestía de azul y de encajes perfectos que resaltaban la silueta de su cuerpo y, alrededor de su cuello, llevaba una bufanda de color rojo.

El tiempo se ralentizó y yo seguía sin moverme. Todo a su contorno era hermoso. Sonreía, con labios rojos y dientes del color de la luna, ¡y qué decir de su piel de color terciopelo! Se acercaba más, junto con el aroma de jazmines que emanaba de ella, un perfume exquisito. Cerré los ojos e inhalé profundamente su aroma, quedando más inmóvil aún. Al abrir los ojos, tu abuela pasó por mi lado rozando mi brazo. El toque de su piel activó el movimiento de mi cuerpo, haciéndome sentir que estaba en el cielo.

Luego, escuché dos palabras: “PERMISO, POR FAVOR”. Era un tipo enorme que quería cruzar la pista. Rompió la magia en ese instante, pero bueno, di la vuelta rápidamente para volver a verla. Ella estaba alejándose. Mi cuerpo empezó a sentirse acalorado, era porque el sol empezó a radiar más fuerte, y eso hizo que ella se quitara la bufanda. Al querer guardarla en su bolso, se le cayó y no se dio cuenta.

Corrí tras ella… y por la bufanda, claro. Ya casi por llegar, otro tipo enorme también la vio, la recogió y gritó: “¡SEÑORITA, SEÑORITA!”. Pero tu abuela no escuchó. Mejor para mí. Llegué a él y le dije: “Hey amigo, ella es mi esposa, yo le entrego la bufanda”. Ja ja ja ja ja, ¿ves? Antes de hablar con ella ya era mi esposa, he he he he. Al tener la bufanda en mis manos podía sentir de nuevo el aroma a jazmín, que volvió a dejarme inmóvil, pero reaccioné de nuevo. Ella se alejaba, así que corrí y la alcancé.

Tomé su mano y le dije: “Señorita, su bufanda”. Fue un momento que jamás olvidaré. Tu abuela cuenta que al sentir mis manos, abrió más sus ojos —tú sabes que tu abuela tiene los ojos grandes y hermosos—, una mezcla de misterio y susto; un susto que la impulsó a intentar darme una cachetada con la otra mano, pero… al momento de voltear y mirarme, no logró hacerlo. Dice que fue algo que vio en mí que le inspiró confianza. No sé, cree ella que fue mi barba sexi, o el color de mis ojos. Yo pienso que fue porque quedé arrodillado sosteniendo su mano, era como una imagen de pedida de matrimonio. Pero que me salvé de la cachetada, eso sí fue un hecho.

Estaba allí, frente a ella. “Disculpe señorita, se le cayó la bufanda. He corrido más de 10 cuadras para alcanzarla” —siempre yo exagerando, en realidad fueron como unos 20 pasos—. Ella sonrió, recibió la bufanda y dijo: “GRACIAS”. Siguió su camino. La vi alejarse, pero fui detrás de ella. “Señorita, disculpe, es que no quería dejar pasar este momento, ¿será que puedo invitarla a comer un helado de camino?”.

Y tu Abuela dijo: “ESTÁ BIEN”.

Y así, mi niña linda, fue como conocí a tu Abuela. Desde ese día inició una historia de amor que perdura tantos años, y el fruto de ese amor fue tu padre, Evan, quien a su vez nos dio el regalo más grande: a ti, mi pequeña nieta.

Mike.

lunes, 9 de junio de 2025

Diálogo con lo invisible



"Diálogo con lo invisible"

Hola.

La mayoría de mis amigos —bueno, en realidad no tengo tantos— me han hablado de ti. Me cuentan las cosas extraordinarias que has hecho en sus vidas: la gran familia que tienen, el buen trabajo que poseen, la excelente salud de la que gozan... y lo agradecidos que están porque, según ellos, todo eso tú se los has dado.

Pero, ¿cómo es posible? Tomemos a Rodrigo, por ejemplo. Todas las mañanas sale a correr, sigue una dieta balanceada, no come nada de grasa y hace ejercicio. Él mismo cuida su cuerpo y por eso tiene buena salud. ¿En qué momento interviniste tú, si todo el esfuerzo es de él y no tuyo? ¿Acaso estás a su lado dándole ánimos? Yo lo veo cada mañana, porque corremos juntos, y llevamos una vida muy similar. La única diferencia es que él cree, o mejor dicho, está completamente seguro de que eres tú quien le da toda esa vitalidad. No logro entenderlo.

Mírame a mí. Estoy físicamente bien, tengo buena salud. La esposa excelente y los hijos maravillosos que tengo... ¿acaso me los diste tú? Sigo sin comprender por qué Rodrigo me habla tanto de ti, si ni siquiera puedo verte. Cuando le pregunto: «A ver, enséñame dónde está», él me responde: «Está en todas partes. Pero si quieres conocerlo, solo siéntate en la tranquilidad de tu casa, abre tu corazón y háblale». La verdad es que cuando me dijo “abre tu corazón”, pensé que se había vuelto loco, pero luego entendí a qué se refería.

El punto es que aquí estoy, en este preciso momento, hablándole a la nada. Estoy cediendo por un instante, gracias a la insistencia de Rodrigo, creyendo que podría obtener alguna respuesta. Sin embargo, una parte de mí sigue convencida de que todo esto no existe, simplemente porque no lo puedo ver.

Eso sí, el día en que tú aparezcas, seas como seas, y te presentes frente a mí para decirme: «Hola, vine a responder tus preguntas», solo entonces, allí recién podré creer.

De lo contrario, seguiré pensando que hoy he perdido mi tiempo hablándole a la nada.


Mike

domingo, 8 de junio de 2025

LA PRUEBA

La imagen pertenece del espacio de eritnia de su poema Bolsos de Prada

La Prueba.

—Hola. Así que llegaste. Pensé que no lo harías.
—Dijiste que era urgente, por eso estoy aquí. No tengo mucho tiempo.
—Sí, lo sé. Ahora te controlan cuándo sales de casa. No dudo que te llamarán a tu celular en unos minutos. Así no era cuando estábamos juntos, ¿recuerdas? Yo te daba tu espacio y tú hacías lo mismo conmigo.
—No creo que me hayas pedido que venga para hablar del pasado, y mucho menos de la relación tan superficial que tuvimos.
—¿Superficial? ¿Eso es lo que te ha quedado de nuestra relación? ¿Crees que no te amé, que todo lo que di de mí no fue suficiente?
—Todo lo que entregaste solo fue excesiva pasión y nada de amor. Nos sumergíamos sin control en el abismo de lo superficial, y lo único que obtuvimos fue el desconsuelo de saber que el amor nunca tocó nuestros corazones. Ahora estoy feliz con mi esposa y quiero seguir estándolo, así que terminemos de una vez por todas. Dime de qué se trata todo esto.
—Me alegro por ti, de verdad... Pero creo que las cosas en tu vida se van a poner algo movidas después de esto.
—¿Después de esto? ¿A qué te refieres?
—Vaya, vaya... parece que olvidaste nuestro pequeño reencuentro de hace dos meses. Mmm... mucha pasión, muchas caricias...
—No me lo recuerdes, estoy muy arrepentido de lo que pasó. Estábamos ebrios, no sabía lo que hacía.
—Pues ahora la consecuencia de ese momento crece dentro de mí. Ya tiene dos meses. Estoy embarazada.
—¿Cómo? No, no, no... es imposible.
—¿Imposible, dices? Me acosté contigo y ahora estoy embarazada. Es muy posible, ¿OK?
—Vamos, sabemos muy bien que no soy el único hombre con el que te has acostado. Cualquiera podría ser el padre.
—Atente a las consecuencias. Voy a tener a este hijo, tú estarás a mi lado, dejarás a tu esposa y seremos una familia feliz.
—De ninguna manera la dejaré para irme contigo. Voy a buscar a todos los hombres con los que te acostaste y descubriré quién es el verdadero padre.
—Estás loco. ¿Cómo piensas hacer eso? Tú eres el padre, y eso es todo lo que tienes que saber.
—Ya lo verás...
Una semana después, en una habitación cerrada, los reunió: diez hombres sentados en círculo, nerviosos. Ella, en el centro, los observaba con una calma desafiante. El plan era surrealista: a cada uno se le aplicaría en el dedo una sustancia mezclada con la sangre de la mujer. Si aparecía una línea, él sería el padre.
Uno por uno, del primero al noveno, el resultado fue el mismo: negativo.
—Queda solo uno y se acabará tu mentira —dijo él, señalando al último hombre—. Sin duda él es el padre.
—Haz lo que quieras —respondió ella, con una sonrisa helada—. Yo sé quién es, y eres tú.
El último individuo también dio negativo.
—Sorprendido, ¿verdad? —susurró ella—. Ahora me crees.
—No puede ser. Seguro me faltó ubicar a alguien más.
—Pues sí, te faltó alguien. Pero no para ubicar, sino para probar. Faltas tú. Vamos, aplícate la sustancia y acepta de una vez que eres el padre.
—Lo haré solo para que veas que no soy yo.
Pero la línea apareció en su dedo, nítida y roja. Positivo. No lo podía creer. ¿Dejar a su esposa? ¿La oportunidad de construir una familia con ella, ahora destruida? No le quedó más remedio que aceptar el hecho de ser padre de un hijo con una mujer que no amaba.
Cobardemente, le escribió una carta a su esposa. Se despedía sin dar ninguna explicación. El llanto desconsolado de su mujer al leerla dejaba un vacío insoportable en su corazón.
—¿Por qué me haces esto? —sollozaba ella sola en su casa—. Justo ahora que íbamos a ser una familia completa... lo que tanto anhelábamos.
Su mano acarició su propio vientre. La carta cayó al suelo junto con los resultados positivos de su propio embarazo. Se desvaneció en el sofá, mientras un frío solitario invadía su hogar.
—Es lo mejor —dijo la otra mujer, sentada a su lado en el auto mientras se alejaban de la ciudad—. Ahora seremos una familia muy feliz. Espero que ahora confíes más en mí. Tu esposa, con el tiempo, lo entenderá.
—Solo cállate —respondió él, con la mirada perdida en la carretera.
Una sonrisa imperceptible se dibujó en el rostro de ella. En su mente, repasaba victoriosa cada pieza de su plan. Recordó la mañana anterior, ubicando al verdadero padre y asesinándolo en su apartamento para que nunca pudiera ser encontrado. Recordó cómo siguió a la esposa hasta el hospital y, con astucia, robó una muestra de su sangre del laboratorio. Esa fue la sangre que usó en la prueba, la que mezcló con la sustancia.

Por eso dio positivo. Por eso el engaño prevaleció. Había destruido una familia para quedarse con él. Y había funcionado.

¿Qué Hay en mi Ropero? - Cuento Infantil


¿Qué Hay en mi Ropero? - Cuento Infantil

Edward es un niño de 7 años con una imaginación asombrosa. De cualquier situación crea historias mágicas. Sus padres siempre lo apoyan, alimentando su creatividad con libros y cuentos que leen juntos cada noche antes de dormir.

En el colegio, a la hora del recreo, comparte sus historias con sus amigos del salón. Sus compañeros quedan encantados con sus relatos. Edward es muy apreciado por sus profesores; incluso ganó un premio por un poema en el día del maestro.

Al final de la jornada escolar, Edward espera en el patio como todas las tardes, aguardando a su mamá para ir a casa.

En ese momento se le acerca un compañero de su salón, Efraín, un niño que disfruta molestando a los demás. Con claras intenciones de fastidiar, lo saluda:

  • Hola, Edward.
  • Hola - responde Edward sin malicia ni sospecha.
  • ¿Nunca has abierto tu ropero de noche? - pregunta Efraín con tono intrigante.
  • No - responde Edward sin preocupación -. ¿Por qué lo haría? ¿Y por qué de noche?

Efraín insiste, esperando notar algún indicio de miedo en Edward.

  • Dicen que hay monstruos que se esconden allí. Cuando te duermes, salen del ropero y te susurran al oído cosas feas. Algunos no esperan a que te duermas... simplemente salen con sus ojos luminosos y dientes afilados para asustarte.

Mientras Efraín hablaba, la mente de Edward comenzó a imaginar la escena. En su imaginación, la puerta de su ropero se abría y de allí emergían enormes monstruos: algunos con abundante pelaje, colmillos puntiagudos y ojos brillantes; otros con cuatro brazos, sosteniendo espadas, escudos, lanzas,  arcos y flechas. Había monstruos con armaduras desgastadas, los más antiguos, los que habían peleado en miles de batallas. Otros escupían fuego mientras cabalgaban en majestuosos caballos negros con alas, volando por todo su cuarto y luchando entre ellos.

Podía escuchar el choque de espadas, el relinchar de los caballos voladores y el rugir de los monstruos guerreros. Pero Edward no sentía miedo. Esos monstruos no asustaban.

  • ¿Me estás escuchando, Edward? - insistió Efraín -. No abras tu ropero de noche. Manténlo cerrado.

Hizo una pausa dramática antes de agregar:

  • También dicen que algunos monstruos quieren llevarte a su mundo para usarte como esclavo... no solo a ti, ¡también a tus padres!

La imaginación de Edward regresó a su habitación, donde ahora se encontraba armado con una espada de acero de valyrio, entregada por el mismísimo Rey Stark. Su cuerpo estaba protegido con una armadura plateada, un casco cubría su rostro y llevaba un escudo de titanio, obtenido tras una feroz pelea con el Capitán América. Estaba listo para proteger su territorio y a sus padres.

Los monstruos se alinearon en filas de tres. El ambiente quedó en silencio. Entonces, sintieron la presencia de alguien majestuoso, alguien con un poder inmenso. Se escucharon pasos agigantados que resonaban por la habitación, provenientes del Ropero.

Desde aquel oscuro espacio emergió un monstruo imponente de color gris, con ojos azules radiantes y colmillos blancos como el color de la luna. Su figura era aterradora y hermosa a la vez. En su mano derecha sostenía una lanza dorada y, en la izquierda, una jaula del tamaño de un humano. En su espalda, una espada plateada resplandecía, iluminando toda la habitación.

Los demás monstruos lo veneraban y le temían. Ninguno osaba mirarlo a los ojos; hacerlo estaba prohibido. Aquel que se arriesgaba lo único que conseguía era la expulsión de su mundo.

¿Este es el humano al que vamos a llevar? - preguntó con voz profunda y resonante.

  • ¿Y sus padres? ¿Dónde están?
  • Mi... mi señor - balbuceó uno de los súbditos - el humano se está defendiendo y no nos deja pasar al otro lado del cuarto.
  • ¡¡¡QUÉEEE!!! ¿Este simple humano está haciendo esto? - Sorprendido y con desazón preguntó.
  • ¡No podrán pasar! - gritó Edward, alzando su espada de acero de valyrio, cuyo brillo cegó a los monstruos menores.
  • Mi nombre es Luminén - declaró el monstruo gris - No podrás conmigo. Soy el mejor de todos. El líder de mi mundo. Todos me respetan. Todos me temen.
  • Y yo... soy Edward, líder de este mundo, defensor de mis padres y de mi cuarto también.

Adoptó una postura de combate, preparado para la pelea más impresionante de su vida.

  • ¡Adelante, Luminén! ¡Atrévete a pasar!

Luminén arrojó la jaula al suelo, clavó su lanza en el cuerpo de uno de sus monstruos y desenvainó su espada. Se elevó por los aires. En un instante, Edward saltó a su altura y sus espadas chocaron, generando una ráfaga de luz y una onda expansiva que sacudió toda la habitación.

  • ¡¡EDWAAAAAAAAAARD!! - se escuchó un grito.

Era su mamá.

Ambos niños voltearon al escucharla.

  • Ya me voy, Efraín. Pero... gracias por contarme lo del ropero - dijo Edward antes de marcharse.

Efraín, frustrado porque su plan no había funcionado, le gritó su última advertencia:

  • ¡Edward, no lo olvides! ¡¡NO ABRAS TU ROPERO DE NOCHE!!
  • ¡¡No te preocupes!! ¡¡Ya creo saber qué encontraré!!
  • Hola, hijo - dijo su mamá al subir al auto - ¿De qué hablaban? ¿Por qué Efraín gritó "Ropero"?
  • Mamá, ¿sabes quiénes se esconden en mi Ropero? - preguntó con rostro muy emocionado.
  • No, no lo sé mi amor.
  • Vamos, Mamá, que en la casa te cuento - respondió Edward con una sonrisa.

Continuara...

¿Qué Hay en mi Ropero? - Parte 2: La Batalla en el Santuario (Cuento infantil)

 




¿Qué Hay en mi Ropero? - Parte 2: La Batalla en el Santuario (Cuento infantil)

Cuando Edward subió al auto, sentía la emoción de su pelea imaginaria corriendo por todo su cuerpo. Al llegar a casa, le contó a su mamá sobre el gigante Luminén y el choque de sus espadas brillantes. Sus ojos brillaban de la emoción. Su mamá sonrió, pero le recordó que todo había pasado en su imaginación.

Al subir a su cuarto, Edward sintió que su ropero lo llamaba. Cuando abrió la puerta, una luz azul suave venía de adentro. Por un momento, le pareció escuchar un eco muy lejano, como la voz de alguien muy grande. Era como si su mente hubiera dejado una puerta abierta a ese mundo de fantasía.

Esa noche, mientras dormía, Edward tuvo un sueño muy real. Estaba de nuevo en su cuarto, pero todo era diferente. Los muebles parecían enormes y un poco amenazantes. Las sombras bailaban en las paredes, y Edward sentía mucha curiosidad por lo que iba a pasar. ¡Y ahí estaba Luminén! Lo miraba con respeto, pero también como si lo estuviera desafiando.

"Edward, tú eres el defensor de este lugar que llamas Habitación", dijo la voz de Luminén en su mente. "Fuiste valiente en nuestra primera pelea. Ahora, vamos a probar qué tan fuerte eres en tu propio mundo."

Cuando Edward se despertó, sintió que el sueño era como una advertencia. Se acercó a su ropero, y la luz azul suave seguía ahí, ¡pero brillaba más fuerte! Con un poco de nervios, pero mucha curiosidad, abrió la puerta y volvió a su cuarto imaginario.

¡Su cuarto era ahora un campo de batalla! Sus juguetes se habían convertido en bloques altos y murallas fuertes. Las sábanas de su cama ondeaban como banderas de guerra. Y en el medio de todo, esperando, estaba Luminén con una lanza que brillaba con una luz fría y un poco mala.

"Aquí, en tu lugar seguro, vamos a ver de qué estás hecho", dijo Luminén, y su voz sonaba muy fuerte.

Edward sintió que tenía que defender su propio espacio. Su imaginación se encendió con mucha fuerza. ¡Imaginó una armadura hecha con las hojas de sus cuentos favoritos! Era tan fuerte que nada podía romperla. Él la llamó su ESCUDO PROTECTOR. Y en sus manos apareció una espada de luz pura, hecha con todo el amor de su familia y el calor de su hogar.

La batalla empezó en el cuarto de Edward. Luminén atacó, y su lanza dejaba líneas de luz de colores en el aire. Edward se movía muy rápido, usando sus juguetes para esconderse y lanzándose contra Luminén con su espada brillante. ¡Choc! ¡Clash! El ruido de sus armas llenaba el cuarto con luces y ecos imaginarios.

Esta vez, Edward conocía muy bien su cuarto. Se escondió en las esquinas oscuras para sorprender a Luminén. Convirtió su cama en una plataforma alta para ver mejor y atacó usando todo lo que había en su cuarto de formas muy creativas.

Luminén estaba sorprendido de que Edward conociera tan bien el campo de batalla. Luchaba con mucha fuerza, pero la conexión de Edward con su cuarto, lo mucho que quería a su hogar y lo fuerte que eran sus recuerdos le daban una ventaja secreta.

Al final, con mucha concentración, Edward logró quitarle la lanza a Luminén y lo atrapó. ¡Pero no con fuerza bruta! Lo inmovilizó con una red hecha de luz imaginaria que salió de sus propios dibujos pegados en la pared.

Luminén miró a Edward. En su cara se veía sorpresa y respeto. "Este es tu lugar seguro, Edward. Estar aquí te hace más fuerte de lo que crees."

Edward sintió que había protegido algo muy importante. Había defendido su mundo, su lugar feliz.

Cuando volvió al mundo real, la luz azul del ropero desapareció. Su cuarto parecía normal, pero para Edward, ahora era también el lugar donde había sido muy valiente.

Al día siguiente, Efraín intentó otra vez hacerlo dudar sobre su ropero. Edward solo sonrió, mirando su cuarto con ojos nuevos. "Mi cuarto es mucho más interesante de lo que te imaginas, Efraín."


Continuara...

¿Qué Hay en mi Ropero? - Parte 3: Hasta que la Tarde Llegue (Cuento infantil)


 

¿Qué Hay en mi Ropero? - Parte 3: Hasta que la Tarde Llegue (Cuento infantil)

La noche después de su valiente batalla en el santuario, todo parecía tranquilo. Edward se durmió sintiéndose fuerte y muy unido a su habitación. Pero, en lo más profundo de su mente, el gran monstruo gris, Luminén, ya estaba pensando en su siguiente jugada.

Mientras Edward dormía profundamente en la oscuridad, una sombra salió de su ropero. No era la luz azul suave de antes, sino una oscuridad tan grande que parecía apagar la luz de la luna que entraba por la ventana. De esa oscuridad aparecieron figuras enormes, sombras que Edward solo había visto en sus sueños de batalla, ¡y al frente estaba el temible Luminén!

Esta vez, Luminén no quería pelear con Edward mientras dormía. Su plan era atrapar a lo más importante para él: sus papás. Con mucho cuidado y en silencio, los monstruos se deslizaron hacia el cuarto de al lado, donde los padres de Edward dormían tranquilos.

Un escalofrío frío despertó un poquito a la mamá de Edward, pero antes de que pudiera decir algo, una fuerza invisible la envolvió, haciéndola dormir profundamente otra vez y llevándola, junto con el Papá, ¡al mundo que estaba dentro del ropero!

A la mañana siguiente, Edward se despertó con una sensación rara, como si faltara algo en su casa. Al principio, pensó que sus papás ya se habían ido a trabajar, pero el silencio era diferente, como si todo estuviera cargado de tristeza. Fue a su cuarto y vio que la puerta de sus papás estaba un poquito abierta. Y en el aire, ¡había un rastro de un polvo oscuro y brillante que desaparecía!

Un miedo frío le llegó al corazón. Corrió a su ropero y lo abrió. La luz azul suave parpadeaba muy poquito, no brillaba como la noche anterior. Entonces, recordó algo que había notado antes: ¡el portal parecía abrirse mejor cuando empezaba a oscurecer, cuando el sol ya se iba a dormir! Tendría que esperar.

La rabia y la tristeza se juntaron con la fuerza que tenía Edward en su corazón. Ya no era solo el defensor de su cuarto, sino el protector de su familia. Su imaginación, que antes usaba para defenderse, ahora era su herramienta para rescatarlos. ¡Pero sabía que tenía que tener paciencia hasta que el portal se abriera por completo!

Con la tristeza de que sus papás no estaban, Edward fue a la escuela. En la clase, intentó escuchar a la maestra, pero la imagen de Luminén y la jaula dorada no se iban de su cabeza. Sabía que sus papás estaban en peligro, ¡y esperar hasta la tarde parecía que iba a durar muchísimos años!

En el recreo, Efraín vio que Edward estaba pálido y preocupado. "¿Qué te pasa? ¿Por fin viste algo feo en tu ropero?"

Edward lo miró con una seriedad que Efraín nunca había visto. "Hay cosas mucho más importantes que monstruos en mi ropero, Efraín. Cosas que tú no entenderías."

Cuando sonó la campana que decía que las clases habían terminado, Edward no esperó y salió corriendo de la escuela, ¡con una sola cosa en su cabeza: volver a casa y entrar al portal para rescatar a sus papás!

Efraín lo vio irse tan rápido y se dio cuenta de que la mamá de Edward no había ido a buscarlo. Sintió algo muy extraño. Normalmente, ella siempre estaba ahí. ¿Qué era lo que tanto preocupaba a Edward? La cara seria que tenía y esas palabras misteriosas sobre el ropero hicieron que Efraín sintiera mucha curiosidad. Algo le decía que lo que le pasaba a Edward era más importante de lo que se imaginaba.

 

Continuara...

¿Qué Hay en mi Ropero? - Parte 4: La Ayuda Inesperada (Final)

 


¿Qué Hay en mi Ropero? - Parte 4: La Ayuda Inesperada

Edward quería mucho rescatar a sus papás, así que volvió corriendo a su cuarto. Abrió el ropero y la luz azul brillaba con más fuerza, ¡como si lo llamara! Sin dudar, entró al portal.

Llegó al mundo oscuro de Luminén, un lugar lleno de sombras largas y mucho silencio. En el medio de una plaza fea, vio la jaula dorada donde Luminén había puesto a sus papás la primera vez. ¡Sus papás se veían chiquitos y débiles, rodeados por una luz verde suave que los tenía dormidos!

Arriba de una torre hecha de huesos, Luminén lo miraba con una sonrisa mala. "Viniste, Edward. Sabía que querías mucho a tus papás."

"¡Suéltalos, Luminén!", gritó Edward. Su voz temblaba de rabia y miedo.

Luminén se rió muy fuerte. "Solo si eres fuerte de verdad. Este mundo funciona con la imaginación, Edward. ¿Sabes lo fuerte que puede ser?"

En ese momento, alguien habló detrás de Edward. "¡Yo sí lo sé!"

Edward se volteó muy rápido. ¡Era Efraín! Tenía los ojos muy abiertos, mirando ese lugar extraño con sorpresa y un poquito de miedo.

"¿Efraín? ¿Cómo... cómo llegaste aquí?", preguntó Edward, sin entender nada.

Efraín tragó saliba. "Después de que saliste corriendo de la escuela... no sé, sentí curiosidad. Tu cara... no era de miedo. Era... importante. Seguí el polvo brillante... y luego... ¡puf! Aquí estoy."

Luminén los miró como si fueran bichos raros. "¿Un niño normal? ¿Para qué sirve?"

"¡Tal vez para más de lo que piensas!", contestó Efraín con una valentía que sorprendió a Edward. "Siempre creí que tus historias eran solo cuentos, Edward. Pero esto... esto es de verdad. Y si es lo único que tenemos para salvar a tus papás, ¡te ayudo!"

Edward sintió mucho agradecimiento y sorpresa. Que Efraín lo entendiera y quisiera ayudar era algo que no esperaba. ¡Era un amigo de verdad!

"Luminén", dijo Edward con más fuerza. "No solo yo uso la imaginación. ¡Los dos te vamos a mostrar lo fuerte que es!"

Luminén sonrió con burla. "Bueno, a ver qué hacen. ¡Sorpréndanme!"

Edward y Efraín se miraron. Sabían que no podían pelear con Luminén a la fuerza en su mundo. Tenían que usar su cabeza y, sobre todo, ¡su imaginación!

"Efraín", dijo Edward rápido. "¿Te acuerdas de los cuentos que contaba en el salón? Los dragones, los caballeros, los hechizos..."

Los ojos de Efraín brillaron. "¡Sí! Los dragones que echaban fuego azul... los escudos que no se veían..." - yo fingía que no te escuchaba, pero en realidad siempre prestaba atención a tus historias. 

"¡Podemos crearlos aquí!", dijo Edward. "Aquí, la imaginación manda."

Juntos, empezaron a imaginar con todas sus fuerzas. Pensaron en dragones grandes volando por el cielo oscuro, con sus escamas brillando como fuego azul. Imaginaron escudos de energía que los protegían de los ataques de Luminén. Crearon armas de luz y pensaron en cosas que no eran reales para confundir a su enemigo.

Luminén estaba muy sorprendido por lo fuerte que era su imaginación junta. Sus monstruos, que antes eran muy grandes, ahora temblaban delante de los animales fantásticos que Edward y Efraín creaban con sus mentes.

Mientras peleaban con la imaginación, Edward y Efraín caminaron hacia la jaula donde sus papás seguían dormidos. Luminén trató de detenerlos con rayos de energía oscura, ¡pero los escudos imaginarios de Efraín los protegieron!

Al final, Edward llegó a la jaula. Pensando en todo su amor por sus papás y en que los quería de vuelta, ¡imaginó que los barrotes de oro se derretían y que la puerta se abría! Con un clic suave, la puerta se abrió.

Una luz cálida rodeó a sus papás, y poco a poco se despertaron. Al principio estaban confundidos, pero cuando vieron a Edward, ¡sus ojos se llenaron de alegría!

Luminén miraba todo con rabia y sorpresa. "¡Esto no puede ser! ¡El poder de un niño y su amigo!"

"La imaginación no es cualquier cosa, Luminén", dijo Edward con voz fuerte, agarrando la mano de su mamá. "Es lo que crea mundos, lo que nos da esperanza y lo que nos une a los que queremos."

Viendo que su poder se hacía más débil por la imaginación y el amor de la familia, Luminén retrocedió derrotado, como si se estuviera desarmando. El mundo oscuro empezó a desaparecer, y poco a poco volvió la luz normal del cuarto de Edward.

Edward, Efraín y sus papás estaban de nuevo en el cuarto. La puerta del ropero solo estaba un poquito abierta.

Efraín miró a Edward con mucho respeto. "¡Wow! Nunca pensé que la imaginación podía ser tan... de verdad."

Los papás de Edward, aunque no entendían muy bien qué había pasado, abrazaron a su hijo muy fuerte, ¡felices de que estuvieran a salvo!

Desde ese día, Efraín y Edward se hicieron los mejores amigos. Efraín aprendió que la imaginación no era solo para jugar, sino que podía ser fuerte para enfrentar lo malo y crear cosas buenas. Y Edward supo que hasta el amigo que menos esperaba podía ser el mejor compañero para cuidar a quienes más amas.


FIN.

viernes, 2 de mayo de 2025

Las piezas del cambio


Historia que participó en el concurso de la convocatoria por  https://clubdeescritura.com/

https://clubdeescritura.com/convocatoria/perder-la-inocencia/


Las piezas del cambio (Versión Revisada)

—¡Sebastián, sal para jugar!

El grito de dos niños resuena desde la calle. Son los amigos de Sebastián, ambos de doce años, un año menor que él.

—¡Sebastián, apúrate! —vuelven a gritar, y el tek, tak de unas piedritas arrojadas golpea la ventana.

Sebastián resopla, encoge los hombros y rompe su concentración. Mira las piezas de Lego esparcidas sobre la mesa. Son muchas piezas, pensó. Dejaremos esto por hoy. Ya están esperando demasiado.

Infla el pecho con orgullo, observa el póster de la nave de Star Wars pegado en la pared y luego vuelve la mirada a su construcción. Pronto estarás lista.

Con mucho cuidado, levanta la nave incompleta y la coloca en su mostrador. Luego, acomoda un letrero con suavidad: «NO TOCAR, POR FAVOR», y añade una nota debajo: «En especial tú, mamá».

Retrocede con las manos extendidas para no rozar la nave. Cualquier error sería fatal. Ha estado construyéndola desde el inicio de las vacaciones de verano, y solo imaginar que su trabajo sea arruinado le causa escalofríos. Tendría que empezar desde cero. Vuelve a inflar el pecho, mantiene la respiración por un momento y resopla impaciente.

—¡Sebastián, ¿yaaa?! —gritan los dos niños en coro.

Si no se supiera que son hermanos mellizos, sería extraño escucharlos hablar casi al mismo tiempo. Pero eso no le molesta; se conocen prácticamente desde que nacieron.

—¡Ya voy! —grita Sebastián—. Jamás entenderán la importancia de esto, suspira para sus adentros—. ¡Estoy buscando mis canicas, ya bajo!

Sale de su cuarto con las canicas en la mano, pero su mente sigue en su nave incompleta. Reduce el paso. Me falta tan poco para acabarla… Realmente necesito terminarla. Armarla se ha convertido en su pasión. Se detiene frente a la puerta. Duda. Refunfuña entre dientes. Finalmente, suspira y la abre.

—¿Por qué demoras tanto, Sebas? —pregunta Paolo, el mayor de los hermanos por dos minutos. Lo mira con sospecha—. A ver… ¿qué es más importante? —hace una pausa—. ¿La Rueda o terminar tu nave?

—¡¿La nave alienígena?! —pregunta Mike, con asombro.

—¡Que no es una nave alienígena, Mike! —replica Sebastián, exasperado—. ¿Cuántas veces lo tengo que decir? Es la nave rebelde Halcón Milenario YT-1300 de Star Wars. Las vacaciones se acaban… y no la puedo terminar.

—Deberías jugar con nosotros —sugiere Paolo, dando un puntapié a una piedra—. Últimamente solo estás con esas cosas.

Sebastián suspira y piensa: Ustedes nunca lo entenderán.

lunes, 24 de febrero de 2025

EsSalud: El Turno que Nunca Llegó


Como todos los días, fui a EsSalud a tomar mis pastillas. Mi tratamiento para la TBC aún duraría al menos cuatro meses. Ese día, 19 de noviembre, tenía programadas unas radiografías por indicación de mi médico. Llegué temprano y, al tener cita, no necesité hacer fila. Me senté a esperar.

Pasada media hora, llegó un hombre con una niña en brazos. Su respiración era agitada, y en su rostro se reflejaba la angustia. El hombre miraba la fila con impaciencia. La niña le susurraba algo al oído, pero no pude escuchar. Su respuesta, en cambio, sí fue clara:

—Sí, mi amor, todo va a estar bien. Espérate un ratito, ahorita nos van a atender. A ver, respira lento conmigo, ¿sí?

—Papá, me duele el pecho… —gimió la niña.

Algunos de los trabajadores del área de atención también la escucharon, pero simplemente bajaron la mirada, ignorándola.

Aún quedaban personas con valores. Una señora le cedió su turno al hombre, quien agradeció con un gesto. Pero aún debía esperar a tres pacientes más antes de ser atendido. Mientras tanto, la atención seguía su curso indiferente.

—Señora Doris —llamó, con voz malhumorada, uno de los trabajadores.

Una mujer de unos 50 años se acercó con un papel en la mano.

—Dicen que esto es urgente —le informaron.

Doris, la encargada, tomó la indicación con rudeza y la leyó con indiferencia.

—¿Qué tienes? —preguntó sin siquiera mirarla.

—Me duele mucho la espalda —respondió la mujer.

—Espérate un momento —sentenció Doris, y se fue.

Antes de aceptar a un paciente como "urgencia", Doris debía llevar la indicación al médico de radiología. Pero no solo importaba lo que él leyera, sino también su propio juicio sobre el estado del paciente.

—Doctor, tengo esta indicación.

—Bien, Doris, dime, ¿cómo está el paciente?

—La verdad, doctor, la veo de lo más tranquila.

—Ok, entonces dile que no es urgente y que programe su cita para otro día.

Doris volvió con una sonrisa sarcástica.

—Mira, mamita, el doctor dice que esto no es urgente, que programes tu cita para otro día.

La mujer intentó protestar con una voz débil y temblorosa, pero Doris permaneció firme. Resignada, la paciente bajó la cabeza y se retiró.

Me hervía la sangre. ¿Cómo podían tratar así a la gente? ¿Cómo podía existir tanta frialdad?

Habían pasado 45 minutos y aún no me llamaban. Finalmente, le tocó el turno al hombre con la niña.

—Por favor, esto es urgente. Me manda el doctor que acaba de ver a mi hija.

—Documentos del paciente.

El hombre, desesperado, bajó a su hija para buscar el DNI. La niña se tambaleó; parecía a punto de desmayarse. Me acerqué y le ofrecí mi asiento.

—Doris —llamaron nuevamente.

Doris apareció con la misma actitud de antes: hombros encogidos, ceja levantada, el gesto de fastidio pintado en el rostro.

—¿Qué pasa?

El hombre le extendió la indicación.

—¿Usted es el paciente?

—No, no… es mi hija —dijo, levantándola en brazos para que la viera.

Doris ni siquiera alzó la mirada.

—Espere un momento.

La niña apoyó la cabeza en el hombro de su padre, cada vez más débil.

El punto de quiebre

—Durand —me llamaron por fin.

Pero en ese momento, ya no importaba. Lo importante era la niña.

Vi venir a Doris con pasos apresurados.

—Señor, el doctor indica que esto no es urgente. Programe su cita para otro día.

Un murmullo recorrió la sala.

—¿Cómo que no es urgente? —protestó el padre—. ¡Mi hija está mal!

—Lo siento, señor. Solo cumplo órdenes. Hable con el doctor si quiere insistir.

—Papá… me duele… —susurró la niña.

La desesperación se reflejaba en los ojos del hombre.

De pronto, nos dimos cuenta de algo aterrador: la niña había empeorado. Su piel se veía pálida, su cuerpo inerte. El hombre intentó despertarla.

—¡Mi amor, despierta!

Nadie reaccionaba.

Entonces, un grito desgarrador rompió el silencio.

—¡AYÚDENME! ¡AUXILIO! ¡MI HIJA NO DESPIERTA!

Dos paramédicos corrieron a atenderla. La recostaron en el suelo y comenzaron las maniobras de reanimación.

Todos observábamos en shock, incluso Doris y los trabajadores que antes habían ignorado la urgencia.

—¿Qué pasa con la niña? —preguntó Doris, ahora con miedo en la voz.

No me contuve.

—¿Acaso no te das cuenta? ¡Si no estuvieras tan cegada por tu soberbia, habrías visto que necesitaba ayuda!

Doris retrocedió, visiblemente afectada.

Los paramédicos seguían luchando.

—¡Vamos, bebé, aguanta! —gritó uno, aplicando más compresiones.

—¡Reacciona, por favor!

Pero la realidad era cruel.

Uno de los paramédicos detuvo sus movimientos. Respiró hondo, apretó los labios y, con voz quebrada, murmuró:

—Ya no podemos hacer más…

Silencio.

El padre se lanzó sobre su hija, abrazándola con desesperación.

—Mi niña, despierta… soy yo, tu papá… despierta, mi amor…

El paramédico le puso una mano en el hombro.

—Lo siento, señor… hicimos todo lo posible.

El hombre, con la mirada perdida en su hija, escuchó sin realmente oír.

—Si la hubieran atendido antes… ella pudo haberse salvado.

El padre levantó la cabeza lentamente. Sus ojos se encontraron con los de Doris.

Había en su mirada una mezcla devastadora de dolor, furia… y un atisbo de perdón.

Doris retrocedió. Sus labios temblaban. Su cuerpo entero parecía encogerse bajo el peso de la culpa. Miró a cada uno de nosotros con lágrimas en los ojos. Bajó la cabeza y se alejó lentamente.

Nadie habló.

El dolor de un padre

¿Cómo podemos describir el dolor de un padre? Para entenderlo, tendríamos que vivirlo en carne propia.

Cuando perdemos a una esposa, nos llaman viudos. Cuando perdemos a nuestros padres, nos llaman huérfanos. Pero cuando perdemos a un hijo… no hay una palabra que nos nombre.

Porque no existe un término que abarque el vacío inmensurable de esa pérdida.

No hay definición para ese dolor.

No la hay… y nunca la habrá.

martes, 11 de febrero de 2025

“El mundo que creí perdido”

 

“Dedicado a todas las mujeres luchadoras, a quienes enfrentaron la enfermedad con valentía y amor. A las que aún están aquí y a las que partieron, pero cuya presencia sigue viva en quienes las amaron. Porque nunca se van del todo… solo trascienden.”



La habitación parece distinta. Tal vez el radiante blanco de las paredes, junto con la luz del alba, iluminaron mis ojos y me despertaron.

Se siente tanta calma. Definitivamente, Rodrigo hizo esto. Siempre busca la mejor manera de hacerme sentir bien. Desde que sufrimos la pérdida de nuestro hijo Santiago, que a tan temprana edad se fue de nuestras vidas, tratamos de mantenernos estables.

Él puede. Yo me derrumbo.

Así que este día inicio la rutina de siempre… Pero… este ambiente es tan diferente.

Me levanto de la cama sin ningún esfuerzo. Raro. Siempre he tenido la dificultad de moverme. Me acerco al espejo, esperando ver mi reflejo habitual, mi desatendido aspecto.

La imagen que devuelve es muy diferente a la de ayer.

Mi cuerpo está erguido. Las ojeras oscuras desaparecieron. Mis pómulos lucen rosados, mis labios rojizos, frescos y carnosos en lugar de resecos. Mis manos, antes ásperas, tiemblan emocionadas cuando toco mi rostro, suave como terciopelo.

Siento miedo. Me abruma la duda.

—¿Esto es real?

—¡MI VOZ!

Resuena dentro de la habitación. Se escucha nítida, sin ningún rastro de cansancio, fuerte... como mis brazos, que dejaron de estar flácidos.

Los examino detenidamente. Busco las marcas donde solían suministrarme las medicinas. Ya no existen.

Aún con mis manos temblorosas, toco mi pecho, buscando ese atenuado y débil sonido de mi corazón.

Desorbito los ojos, exaltada.

Hace mucho tiempo que no sentía el fuerte latir de mi pecho con ese compás armonioso que había olvidado.

Dejaron de temblar mis manos.

Esta imagen sí es real. Soy real.

Puedo sentir el calor de mi cuerpo, que hasta ayer era un templo de hielo. Veo mi rostro sudando de nervios.

Miro fijamente al espejo. La imagen dentro de él me señala la pañoleta en mi cabeza. Aquella con la que ocultaba mi calvicie.

—Tengo que hacerlo.

— Necesito ver, Tengo que saber.

Llevo mis manos hacia ella y la retiro con suavidad, temerosa de lo que pueda encontrar.

La dejo caer, arrastrando con ella mis lágrimas.

Sonrío.

Se abre la puerta de la habitación.

El espejo me devuelve una imagen distinta.

No soy yo.

Una calidez familiar me envuelve, una que creí perdida... pero que reconocí al instante.

Mis labios se entreabren, pero ningún sonido sale de ellos. El aire se atasca en mi garganta. Mis ojos, empañados por las lágrimas, no pueden apartarse de la silueta reflejada en el espejo.

—S-Santiago… —murmuro, apenas encontrando mi voz.

—¡¡Mamá, llegaste!!


martes, 21 de enero de 2025

Dejame explicarte hoy (canción)

Katya Silva Ramos, Hoy recordé los días de tu ausencia cuando estuviste en el Hospital y decidí escribirte esta canción para describirte como me sentí sin ti y cuando regresaste, TE AMO


Aqui, el Audio de la  canción mi amor Katya Silva Ramos


**Tono Voz Baja DO-SOL-FA-fa-DO-SOL


Déjame Explicarte hoy

Que es lo que siento a mi alrededor

Que con tu ausencia se hace peor

Es que no puedo imaginarme más

Un día con esta soledad.


Todo es oscuridad

Mi corazón no quiere latir más

Y es que el tiempo es una eternidad

Cuando tu ausencia ocupó el lugar

Donde habitaba mi realidad

Formada en ti.


**Tono Voz Alta


Déjame explicarte hoy

Como me siento a mi alrededor

Con tu presencia se hace mejor

Es que no quiero que te alejes más

Eres mi vida, mi eternidad


Todo es felicidad

Mi corazón quiere explotar 

Y es que el tiempo es mi amiga ya

Cuando tu presencia ocupa el lugar

Donde habita mi realidad

Formada en ti.


Aqui, el Audio de la  canción mi amor Katya Silva Ramos

El amor que ilumina

 

Vamos, cariño, levanta esa hermosa sonrisa, no todo está perdido, recuerda que esta oscuridad se rinde cuando sonríes; una vez ya lo vencimos, nos ataco con su intenso frio, pero no pudo congelar el calor de nuestro hogar.

Ha vuelto con mas fuerza y aprovecha el lugar donde atacar, en esa grieta donde alberga nuestras dudas y lamentos; todo lo podemos superar, este amor es más grande que cualquier sombra que intente opacar la luz de nuestra felicidad.

¡Eso es, mi vida!, esa es la sonrisa que ilumina nuestro mundo, nuestras manos jamás se separan y eso debilita a la sórdida noche; hará lo posible por derrumbarnos, nada le servirá, ya que hemos construido juntos nuestro escudo de amor.

Un amor que perdura en el tiempo y que hemos demostrado al mundo que es más fuerte que cualquier adversidad.  

martes, 7 de enero de 2025

No veo mi mundo encendido (Canción)

En mis sueños, te vi alejarte. Es una intensidad de dolor pensar que esto pueda pasar. Al despertar, estás a mi lado; es nuestro amor que genera esta sensación de vivir cada día.

De encontrarnos a cada instante, de entregar nuestros cuerpos al calor, de extrañarnos, de amarnos.

No veo mi mundo encendido si no estás conmigo. Pues todo es posible al unir nuestras manos, y así vive por siempre este amor. Pues nada de esto sucede si no estás junto a mí.

El tiempo está a nuestro favor; él no se detiene, igual que este sentimiento, que avanza y crece. El único lugar en que quiero estar es en nuestro hogar, y vivir contigo a cada día.

De encontrarnos a cada instante, de entregar nuestros cuerpos al calor, de extrañarnos, de amarnos.

No veo mi mundo encendido si no estás conmigo. Pues todo es posible al unir nuestras manos, y así vive por siempre este amor. Pues nada de esto sucede si no estás junto a mí.