Sumergido en la oscuridad de sus pensamientos, recorre las calles en busca de algún alivio, algo que pueda detenerlo. Se arroja desconsolado ante la puerta de la iglesia. Golpea la puerta con fuerza, intentando abrirla; todavía queda algo de humanidad en su interior y tal vez lo espiritual pueda encaminarlo. Golpea de nuevo, y la puerta se abre. Sus manos ensangrentadas dejan marcas en cada banca, mientras su paso se vuelve pesado. Se arrodilla frente a la cruz.
El ambiente iluminado golpea su rostro. Ya sin fuerzas, balbucea palabras:
"Lo siento, no pertenezco a tu mundo. He intentado no caer, he tratado de luchar, pero ya no puedo más. Ella no quería callarse, le dije que hiciera silencio. Yo solo quería que me amara".
El peso de sus brazos cae al suelo junto con sus lágrimas. En un acto desesperado, saca de su chaqueta el objeto que ocasiona su desgracia y se lo incrusta en el pecho. Aún con su último aliento, repite en un eco:
"Solo quería que me amara".
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