“Buscando tu mirada”
El desayuno comienza otra vez con una atmósfera helada, por
más que la taza de café esté humeante. Ese calor no es suficiente para que,
esta vez, llegues a mirarme.
Te alcanzo el azúcar, con la intención de endulzar tu corazón.
Hoy, también lo tienes endurecido.
Rozo tu mano esperando que sostengas las mías, pero las
apartas abruptamente para coger la mantequilla.
No hago más que agachar la mirada.
Después, me levanto de la mesa, esperando que tus ojos
busquen los míos.
—Ya me tengo que ir —te digo, con una esperanza más de
encontrar tu mirada.
Respondes con las mismas palabras que ayer, las cuales se
han vuelto un eco doloroso en mi cabeza.
—Que te vaya bien... Hoy tampoco estaré en casa.
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