“Meteoro”
A los 7 años descubrí el mundo en
el que vivía, no de una forma alegre, si no de una, que al recordarla me llena
de una pena profunda y me persigue desde entonces.
Conocí a mis padres y a mis dos
hermanos a esa edad, yo era el del medio.
Tenía un Pollito de mascota, que
por una mala fortuna fue devorado por un gato callejero que se metió por la
ventana rota de la cocina.
Grité fuerte para asustar al
gato, golpeé con todas mis fuerzas la puerta, pero al malévolo no le importó,
él quería a mi pollito. A través de la ranura vi como corría mi pequeño amigo
aleteando sus diminutas alas y llorando del susto, eso es lo que interprete al
escuchar sus “píos, píos temerosos”. Un silencio abrupto invadió la cocina, Él
gato lo había capturado, sujetándolo del cuello y arrastrándolo a un rincón
oscuro. Solo podía ver la cola del felino moviéndolo de un lado para otro y
escuché en el más cruel de los silencios, el crujir de los huesitos de mi
pequeño pollito.
No pude salvarlo, ya que la
puerta estaba trancada con un cerrojo qué no llegaba a alcanzar. En mi
desesperación mi mente se nublo por completo, no pensé siquiera en buscar
alguna silla para poder llegar a abrirla. Entre los golpes desesperados y mi
corazón en hilo, ya sin fuerzas para gritar, susurré su nombre: “Meteoro”.
Lo siento amigo… lo siento.
Me dolió tanto perderlo, lloré
todo el día. Esa tarde la puerta estaba cerrada, mi mamá me dejó solo en casa y
mis hermanos salieron con mi papá para su cita médica.
Cuando mis padres regresaron a casa,
la escena en la cocina era un desorden total, las gotas de sangre en el piso
mostraban la crueldad del animal, algunas plumas amarillas quedaron flotando en
el aire. El gato había escapado con el resto del cuerpo. No conseguí consuelo
por más intentos amorosos de mis padres.
Al día siguiente mi madre, con la
intención de encontrar alivio a mi pesar, llegó del mercado con un nuevo
pollito…
—Edward, mira, te traje una nueva
mascota. Al ver la sonrisa de mi mamá
buscando en mi mirada alguna muestra de alegría. Grite desconsolado.
—¡Nadie podrá reemplazar a
“Meteoro"! y me encerré en mi cuarto para seguir llorando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario