El Cuy y el Cóndor
En lo alto
de los cielos de Cusco, volaba un cóndor, muy vigilante y observador.
Desde allí, podía ver toda la ciudad de Machu Picchu y a todas las
personas que caminaban por el lugar. De pronto, algo muy pequeño le llamó la
atención. Era un cuy que corría desesperado, escapando de un grupo de
niños que querían atraparlo.
"¡Ya
voy a llegar a mi jaula!", gritaba el cuy. "¡No debí salir, pero
quería esa alfalfa que se le cayó al campesino! ¡Tengo que correr más rápido o
me atraparán!".
"¡Ya
lo vamos a alcanzar!", gritaban los niños. "¡No dejen que se escape!
¡Ya lo tenemos!".
El cuy era
muy rápido, pero los niños también. De pronto, un perrito muy simpático se
atravesó en el camino del cuy y ¡PUM! El pequeño roedor se resbaló y fue
atrapado por uno de los niños.
"¡Lo
tenemos! ¡Lo tenemos!", gritaron los niños. "¿Qué haremos con él
ahora?", preguntó uno de ellos.
Mientras
los niños pensaban qué hacer con el pequeño cuy, el cóndor, desde el cielo,
extendió sus alas y descendió rápidamente hacia los caminos de Machu Picchu. Se
posó en la rama de un árbol y, con sus alas abiertas, creó una sombra que
alcanzó a cubrir al grupo de niños.
"Ustedes
están lastimando al pequeño cuy y eso no está bien", dijo el cóndor.
"Si no lo sueltan ahora, tendré que comerme los zapatos de cada uno de
ustedes".
Al escuchar
hablar al cóndor, los niños soltaron al cuy y se fueron corriendo sin mirar
atrás, asustados por las palabras del ave.
"Gracias,
señor cóndor", dijo el cuy.
"Ve,
pequeño, ve ya a tu jaula y no vuelvas a salir", le aconsejó el cóndor.
"De lo contrario, ya no pensaré en comer zapatos de niños".
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