Sonrió al verme con la dulzura celestial del cielo. Tomó mi mano y la suavidad de su piel dominó mis sentidos de forma sobrenatural. ¿Dónde me encuentro? ¿Esto es el cielo? ¿Acaso es un ángel quien ha tomado mi mano y guía mi camino?
Si dejarme llevar por ti es la plenitud de todas las sensaciones, entonces soy tu plebeyo, tu esclavo a la pasión que predominas. Cierro los ojos y me siento envuelto en tu cuerpo, arrojado a la suavidad de tus caricias, a la autoridad de tus mandatos, a disposición de cada palabra que sale de tus rojos y suaves labios. El fuego que emerge de tus entrañas quema por completo mi cuerpo, deshaciendo todo de mí, para que después, a tu antojo, lo hagas renacer y juegues nuevamente con él.
Esto ya no es el cielo, ya no eres el ángel que creía. Haces de mí tu placer, el consuelo a tu ansiedad lujuriosa y carnal. Te sirvo superficialmente y no ves mis sentimientos, que desde mi corazón te gritan, te imploran un amor recíproco. Pero tu ceguera materialista abarca todo tu ser y te es difícil abrir tu corazón y dejar que el amor que te propago ingrese en él.
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