Edward quería mucho rescatar a
sus papás, así que volvió corriendo a su cuarto. Abrió el ropero y la luz azul
brillaba con más fuerza, ¡como si lo llamara! Sin dudar, entró al portal.
Llegó al mundo oscuro de Luminén,
un lugar lleno de sombras largas y mucho silencio. En el medio de una plaza
fea, vio la jaula dorada donde Luminén había puesto a sus papás la primera vez.
¡Sus papás se veían chiquitos y débiles, rodeados por una luz verde suave que
los tenía dormidos!
Arriba de una torre hecha de
huesos, Luminén lo miraba con una sonrisa mala. "Viniste, Edward. Sabía
que querías mucho a tus papás."
"¡Suéltalos, Luminén!",
gritó Edward. Su voz temblaba de rabia y miedo.
Luminén se rió muy fuerte.
"Solo si eres fuerte de verdad. Este mundo funciona con la imaginación,
Edward. ¿Sabes lo fuerte que puede ser?"
En ese momento, alguien habló
detrás de Edward. "¡Yo sí lo sé!"
Edward se volteó muy rápido. ¡Era
Efraín! Tenía los ojos muy abiertos, mirando ese lugar extraño con sorpresa y
un poquito de miedo.
"¿Efraín? ¿Cómo... cómo
llegaste aquí?", preguntó Edward, sin entender nada.
Efraín tragó saliba.
"Después de que saliste corriendo de la escuela... no sé, sentí
curiosidad. Tu cara... no era de miedo. Era... importante. Seguí el polvo
brillante... y luego... ¡puf! Aquí estoy."
Luminén los miró como si fueran
bichos raros. "¿Un niño normal? ¿Para qué sirve?"
"¡Tal vez para más de lo que
piensas!", contestó Efraín con una valentía que sorprendió a Edward.
"Siempre creí que tus historias eran solo cuentos, Edward. Pero esto...
esto es de verdad. Y si es lo único que tenemos para salvar a tus papás, ¡te
ayudo!"
Edward sintió mucho
agradecimiento y sorpresa. Que Efraín lo entendiera y quisiera ayudar era algo
que no esperaba. ¡Era un amigo de verdad!
"Luminén", dijo Edward
con más fuerza. "No solo yo uso la imaginación. ¡Los dos te vamos a
mostrar lo fuerte que es!"
Luminén sonrió con burla.
"Bueno, a ver qué hacen. ¡Sorpréndanme!"
Edward y Efraín se miraron.
Sabían que no podían pelear con Luminén a la fuerza en su mundo. Tenían que
usar su cabeza y, sobre todo, ¡su imaginación!
"Efraín", dijo Edward
rápido. "¿Te acuerdas de los cuentos que contaba en el salón? Los
dragones, los caballeros, los hechizos..."
Los ojos de Efraín brillaron.
"¡Sí! Los dragones que echaban fuego azul... los escudos que no se
veían..." - yo fingía que no te escuchaba, pero en realidad siempre
prestaba atención a tus historias.
"¡Podemos crearlos aquí!",
dijo Edward. "Aquí, la imaginación manda."
Juntos, empezaron a imaginar con
todas sus fuerzas. Pensaron en dragones grandes volando por el cielo oscuro,
con sus escamas brillando como fuego azul. Imaginaron escudos de energía que
los protegían de los ataques de Luminén. Crearon armas de luz y pensaron en
cosas que no eran reales para confundir a su enemigo.
Luminén estaba muy sorprendido
por lo fuerte que era su imaginación junta. Sus monstruos, que antes eran muy
grandes, ahora temblaban delante de los animales fantásticos que Edward y
Efraín creaban con sus mentes.
Mientras peleaban con la
imaginación, Edward y Efraín caminaron hacia la jaula donde sus papás seguían
dormidos. Luminén trató de detenerlos con rayos de energía oscura, ¡pero los
escudos imaginarios de Efraín los protegieron!
Al final, Edward llegó a la
jaula. Pensando en todo su amor por sus papás y en que los quería de vuelta,
¡imaginó que los barrotes de oro se derretían y que la puerta se abría! Con un
clic suave, la puerta se abrió.
Una luz cálida rodeó a sus papás,
y poco a poco se despertaron. Al principio estaban confundidos, pero cuando
vieron a Edward, ¡sus ojos se llenaron de alegría!
Luminén miraba todo con rabia y
sorpresa. "¡Esto no puede ser! ¡El poder de un niño y su amigo!"
"La imaginación no es
cualquier cosa, Luminén", dijo Edward con voz fuerte, agarrando la mano de
su mamá. "Es lo que crea mundos, lo que nos da esperanza y lo que nos une
a los que queremos."
Viendo que su poder se hacía más
débil por la imaginación y el amor de la familia, Luminén retrocedió derrotado,
como si se estuviera desarmando. El mundo oscuro empezó a desaparecer, y poco a
poco volvió la luz normal del cuarto de Edward.
Edward, Efraín y sus papás
estaban de nuevo en el cuarto. La puerta del ropero solo estaba un poquito
abierta.
Efraín miró a Edward con mucho
respeto. "¡Wow! Nunca pensé que la imaginación podía ser tan... de
verdad."
Los papás de Edward, aunque no
entendían muy bien qué había pasado, abrazaron a su hijo muy fuerte, ¡felices
de que estuvieran a salvo!
Desde ese día, Efraín y Edward se
hicieron los mejores amigos. Efraín aprendió que la imaginación no era solo
para jugar, sino que podía ser fuerte para enfrentar lo malo y crear cosas
buenas. Y Edward supo que hasta el amigo que menos esperaba podía ser el mejor
compañero para cuidar a quienes más amas.
FIN.
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