Inquietante Espera
La sala de espera está silenciosa, fría, con paredes tan transparentes que se ve a la gente pasar. Pero ellos no te ven. La recepcionista tiene la mirada plantada en la pantalla de su monitor, y ni siquiera se inmuta cuando se escucha el grito de una mujer, seguido inmediatamente por el estruendo de un motor.
Me levanto de un salto y le pregunto:
—¿Qué sucede?
Ella, sin apartar la vista de la pantalla, responde con frialdad:
—Es parte del procedimiento.
El grito resuena nuevamente, esta vez más escandaloso. Ahora puedo distinguir el sonido del motor: es un taladro. Me acerco al mostrador, completamente asustado, desesperado, y le grito:
—¡Déjenme ver a mi esposa!
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