
La Prueba.
—Hola. Así que llegaste. Pensé que no lo harías.
—Dijiste que era urgente, por eso estoy aquí. No tengo mucho tiempo.
—Sí, lo sé. Ahora te controlan cuándo sales de casa. No dudo que te llamarán a tu celular en unos minutos. Así no era cuando estábamos juntos, ¿recuerdas? Yo te daba tu espacio y tú hacías lo mismo conmigo.
—No creo que me hayas pedido que venga para hablar del pasado, y mucho menos de la relación tan superficial que tuvimos.
—¿Superficial? ¿Eso es lo que te ha quedado de nuestra relación? ¿Crees que no te amé, que todo lo que di de mí no fue suficiente?
—Todo lo que entregaste solo fue excesiva pasión y nada de amor. Nos sumergíamos sin control en el abismo de lo superficial, y lo único que obtuvimos fue el desconsuelo de saber que el amor nunca tocó nuestros corazones. Ahora estoy feliz con mi esposa y quiero seguir estándolo, así que terminemos de una vez por todas. Dime de qué se trata todo esto.
—Me alegro por ti, de verdad... Pero creo que las cosas en tu vida se van a poner algo movidas después de esto.
—¿Después de esto? ¿A qué te refieres?
—Vaya, vaya... parece que olvidaste nuestro pequeño reencuentro de hace dos meses. Mmm... mucha pasión, muchas caricias...
—No me lo recuerdes, estoy muy arrepentido de lo que pasó. Estábamos ebrios, no sabía lo que hacía.
—Pues ahora la consecuencia de ese momento crece dentro de mí. Ya tiene dos meses. Estoy embarazada.
—¿Cómo? No, no, no... es imposible.
—¿Imposible, dices? Me acosté contigo y ahora estoy embarazada. Es muy posible, ¿OK?
—Vamos, sabemos muy bien que no soy el único hombre con el que te has acostado. Cualquiera podría ser el padre.
—Atente a las consecuencias. Voy a tener a este hijo, tú estarás a mi lado, dejarás a tu esposa y seremos una familia feliz.
—De ninguna manera la dejaré para irme contigo. Voy a buscar a todos los hombres con los que te acostaste y descubriré quién es el verdadero padre.
—Estás loco. ¿Cómo piensas hacer eso? Tú eres el padre, y eso es todo lo que tienes que saber.
—Ya lo verás...
Una semana después, en una habitación cerrada, los reunió: diez hombres sentados en círculo, nerviosos. Ella, en el centro, los observaba con una calma desafiante. El plan era surrealista: a cada uno se le aplicaría en el dedo una sustancia mezclada con la sangre de la mujer. Si aparecía una línea, él sería el padre.
Uno por uno, del primero al noveno, el resultado fue el mismo: negativo.
—Queda solo uno y se acabará tu mentira —dijo él, señalando al último hombre—. Sin duda él es el padre.
—Haz lo que quieras —respondió ella, con una sonrisa helada—. Yo sé quién es, y eres tú.
El último individuo también dio negativo.
—Sorprendido, ¿verdad? —susurró ella—. Ahora me crees.
—No puede ser. Seguro me faltó ubicar a alguien más.
—Pues sí, te faltó alguien. Pero no para ubicar, sino para probar. Faltas tú. Vamos, aplícate la sustancia y acepta de una vez que eres el padre.
—Lo haré solo para que veas que no soy yo.
Pero la línea apareció en su dedo, nítida y roja. Positivo. No lo podía creer. ¿Dejar a su esposa? ¿La oportunidad de construir una familia con ella, ahora destruida? No le quedó más remedio que aceptar el hecho de ser padre de un hijo con una mujer que no amaba.
Cobardemente, le escribió una carta a su esposa. Se despedía sin dar ninguna explicación. El llanto desconsolado de su mujer al leerla dejaba un vacío insoportable en su corazón.
—¿Por qué me haces esto? —sollozaba ella sola en su casa—. Justo ahora que íbamos a ser una familia completa... lo que tanto anhelábamos.
Su mano acarició su propio vientre. La carta cayó al suelo junto con los resultados positivos de su propio embarazo. Se desvaneció en el sofá, mientras un frío solitario invadía su hogar.
—Es lo mejor —dijo la otra mujer, sentada a su lado en el auto mientras se alejaban de la ciudad—. Ahora seremos una familia muy feliz. Espero que ahora confíes más en mí. Tu esposa, con el tiempo, lo entenderá.
—Solo cállate —respondió él, con la mirada perdida en la carretera.
Una sonrisa imperceptible se dibujó en el rostro de ella. En su mente, repasaba victoriosa cada pieza de su plan. Recordó la mañana anterior, ubicando al verdadero padre y asesinándolo en su apartamento para que nunca pudiera ser encontrado. Recordó cómo siguió a la esposa hasta el hospital y, con astucia, robó una muestra de su sangre del laboratorio. Esa fue la sangre que usó en la prueba, la que mezcló con la sustancia.
Por eso dio positivo. Por eso el engaño prevaleció. Había destruido una familia para quedarse con él. Y había funcionado.
Interesante la historia tiene realidad e irrealidad. Solo que no estoy de acuerdo con el pensamiento del hombre de la historia...
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