Tierno momento, es el blog donde plasmo todo lo que siento, las fantasías, lo irreal, lo romántico, el AMOR, los nostálgico, la aventura, el suspenso, el reclamo, el enojo. Cuando escribo me inspiro en las experiencias de mi vida, en el amor que he conocido, las tristezas que he vivido, en las personas que he amado, en las que amo ahora, realizo una mezcla entre el pasado el presente y el futuro.

jueves, 20 de febrero de 2025

¿Qué Hay en mi Ropero?


¿Qué Hay en mi Ropero?

Edward es un niño de 7 años con una imaginación asombrosa. De cualquier situación crea historias mágicas. Sus padres siempre lo apoyan, alimentando su creatividad con libros y cuentos que leen juntos cada noche antes de dormir.

En el colegio, a la hora del recreo, comparte sus historias con sus amigos del salón. Sus compañeros quedan encantados con sus relatos. Edward es muy apreciado por sus profesores; incluso ganó un premio por un poema en el día del maestro.

Al final de la jornada escolar, Edward espera en el patio como todas las tardes, aguardando a su mamá para ir a casa.

En ese momento se le acerca un compañero de su salón, Efraín, un niño que disfruta molestando a los demás. Con claras intenciones de fastidiar, lo saluda:

  • Hola, Edward.
  • Hola - responde Edward sin malicia ni sospecha.
  • ¿Nunca has abierto tu ropero de noche? - pregunta Efraín con tono intrigante.
  • No - responde Edward sin preocupación -. ¿Por qué lo haría? ¿Y por qué de noche?

Efraín insiste, esperando notar algún indicio de miedo en Edward.

  • Dicen que hay monstruos que se esconden allí. Cuando te duermes, salen del ropero y te susurran al oído cosas feas. Algunos no esperan a que te duermas... simplemente salen con sus ojos luminosos y dientes afilados para asustarte.

Mientras Efraín hablaba, la mente de Edward comenzó a imaginar la escena. En su imaginación, la puerta de su ropero se abría y de allí emergían enormes monstruos: algunos con abundante pelaje, colmillos puntiagudos y ojos brillantes; otros con cuatro brazos, sosteniendo espadas, escudos, lanzas,  arcos y flechas. Había monstruos con armaduras desgastadas, los más antiguos, los que habían peleado en miles de batallas. Otros escupían fuego mientras cabalgaban en majestuosos caballos negros con alas, volando por todo su cuarto y luchando entre ellos.

Podía escuchar el choque de espadas, el relinchar de los caballos voladores y el rugir de los monstruos guerreros. Pero Edward no sentía miedo. Esos monstruos no asustaban.

  • ¿Me estás escuchando, Edward? - insistió Efraín -. No abras tu ropero de noche. Manténlo cerrado.

Hizo una pausa dramática antes de agregar:

  • También dicen que algunos monstruos quieren llevarte a su mundo para usarte como esclavo... no solo a ti, ¡también a tus padres!

La imaginación de Edward regresó a su habitación, donde ahora se encontraba armado con una espada de acero de valyrio, entregada por el mismísimo Rey Stark. Su cuerpo estaba protegido con una armadura plateada, un casco cubría su rostro y llevaba un escudo de titanio, obtenido tras una feroz pelea con el Capitán América. Estaba listo para proteger su territorio y a sus padres.

Los monstruos se alinearon en filas de tres. El ambiente quedó en silencio. Entonces, sintieron la presencia de alguien majestuoso, alguien con un poder inmenso. Se escucharon pasos agigantados que resonaban por la habitación, provenientes del Ropero.

Desde aquel oscuro espacio emergió un monstruo imponente de color gris, con ojos azules radiantes y colmillos blancos como el color de la luna. Su figura era aterradora y hermosa a la vez. En su mano derecha sostenía una lanza dorada y, en la izquierda, una jaula del tamaño de un humano. En su espalda, una espada plateada resplandecía, iluminando toda la habitación.

Los demás monstruos lo veneraban y le temían. Ninguno osaba mirarlo a los ojos; hacerlo estaba prohibido. Aquel que se arriesgaba lo único que conseguía era la expulsión de su mundo.

¿Este es el humano al que vamos a llevar? - preguntó con voz profunda y resonante.

  • ¿Y sus padres? ¿Dónde están?
  • Mi... mi señor - balbuceó uno de los súbditos - el humano se está defendiendo y no nos deja pasar al otro lado del cuarto.
  • ¡¡¡QUÉEEE!!! ¿Este simple humano está haciendo esto? - Sorprendido y con desazón preguntó.
  • ¡No podrán pasar! - gritó Edward, alzando su espada de acero de valyrio, cuyo brillo cegó a los monstruos menores.
  • Mi nombre es Luminén - declaró el monstruo gris - No podrás conmigo. Soy el mejor de todos. El líder de mi mundo. Todos me respetan. Todos me temen.
  • Y yo... soy Edward, líder de este mundo, defensor de mis padres y de mi cuarto también.

Adoptó una postura de combate, preparado para la pelea más impresionante de su vida.

  • ¡Adelante, Luminén! ¡Atrévete a pasar!

Luminén arrojó la jaula al suelo, clavó su lanza en el cuerpo de uno de sus monstruos y desenvainó su espada. Se elevó por los aires. En un instante, Edward saltó a su altura y sus espadas chocaron, generando una ráfaga de luz y una onda expansiva que sacudió toda la habitación.

  • ¡¡EDWAAAAAAAAAARD!! - se escuchó un grito.

Era su mamá.

Ambos niños voltearon al escucharla.

  • Ya me voy, Efraín. Pero... gracias por contarme lo del ropero - dijo Edward antes de marcharse.

Efraín, frustrado porque su plan no había funcionado, le gritó su última advertencia:

  • ¡Edward, no lo olvides! ¡¡NO ABRAS TU ROPERO DE NOCHE!!
  • ¡¡No te preocupes!! ¡¡Ya creo saber qué encontraré!!
  • Hola, hijo - dijo su mamá al subir al auto - ¿De qué hablaban? ¿Por qué Efraín gritó "Ropero"?
  • Mamá, ¿sabes quiénes se esconden en mi Ropero? - preguntó con rostro muy emocionado.
  • No, no lo sé mi amor.
  • Vamos, Mamá, que en la casa te cuento - respondió Edward con una sonrisa.

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