¿Qué Hay en mi Ropero? - Parte
3: Hasta que la Tarde Llegue (Cuento infantil)
La noche después de su valiente
batalla en el santuario, todo parecía tranquilo. Edward se durmió sintiéndose
fuerte y muy unido a su habitación. Pero, en lo más profundo de su mente, el
gran monstruo gris, Luminén, ya estaba pensando en su siguiente jugada.
Mientras Edward dormía
profundamente en la oscuridad, una sombra salió de su ropero. No era la luz
azul suave de antes, sino una oscuridad tan grande que parecía apagar la luz de
la luna que entraba por la ventana. De esa oscuridad aparecieron figuras enormes,
sombras que Edward solo había visto en sus sueños de batalla, ¡y al frente
estaba el temible Luminén!
Esta vez, Luminén no quería
pelear con Edward mientras dormía. Su plan era atrapar a lo más importante para
él: sus papás. Con mucho cuidado y en silencio, los monstruos se deslizaron
hacia el cuarto de al lado, donde los padres de Edward dormían tranquilos.
Un escalofrío frío despertó un
poquito a la mamá de Edward, pero antes de que pudiera decir algo, una fuerza
invisible la envolvió, haciéndola dormir profundamente otra vez y llevándola,
junto con el Papá, ¡al mundo que estaba dentro del ropero!
A la mañana siguiente, Edward se
despertó con una sensación rara, como si faltara algo en su casa. Al principio,
pensó que sus papás ya se habían ido a trabajar, pero el silencio era
diferente, como si todo estuviera cargado de tristeza. Fue a su cuarto y vio
que la puerta de sus papás estaba un poquito abierta. Y en el aire, ¡había un
rastro de un polvo oscuro y brillante que desaparecía!
Un miedo frío le llegó al
corazón. Corrió a su ropero y lo abrió. La luz azul suave parpadeaba muy
poquito, no brillaba como la noche anterior. Entonces, recordó algo que había
notado antes: ¡el portal parecía abrirse mejor cuando empezaba a oscurecer, cuando
el sol ya se iba a dormir! Tendría que esperar.
La rabia y la tristeza se
juntaron con la fuerza que tenía Edward en su corazón. Ya no era solo el
defensor de su cuarto, sino el protector de su familia. Su imaginación, que
antes usaba para defenderse, ahora era su herramienta para rescatarlos. ¡Pero sabía
que tenía que tener paciencia hasta que el portal se abriera por completo!
Con la tristeza de que sus papás
no estaban, Edward fue a la escuela. En la clase, intentó escuchar a la
maestra, pero la imagen de Luminén y la jaula dorada no se iban de su cabeza.
Sabía que sus papás estaban en peligro, ¡y esperar hasta la tarde parecía que
iba a durar muchísimos años!
En el recreo, Efraín vio que
Edward estaba pálido y preocupado. "¿Qué te pasa? ¿Por fin viste algo feo
en tu ropero?"
Edward lo miró con una seriedad
que Efraín nunca había visto. "Hay cosas mucho más importantes que
monstruos en mi ropero, Efraín. Cosas que tú no entenderías."
Cuando sonó la campana que decía
que las clases habían terminado, Edward no esperó y salió corriendo de la
escuela, ¡con una sola cosa en su cabeza: volver a casa y entrar al portal para
rescatar a sus papás!
Efraín lo vio irse tan rápido y
se dio cuenta de que la mamá de Edward no había ido a buscarlo. Sintió algo muy
extraño. Normalmente, ella siempre estaba ahí. ¿Qué era lo que tanto preocupaba
a Edward? La cara seria que tenía y esas palabras misteriosas sobre el ropero
hicieron que Efraín sintiera mucha curiosidad. Algo le decía que lo que le
pasaba a Edward era más importante de lo que se imaginaba.
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