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Las piezas del cambio (Versión Revisada)
—¡Sebastián, sal para jugar!
El grito de dos niños resuena desde la calle. Son los amigos de Sebastián, ambos de doce años, un año menor que él.
—¡Sebastián, apúrate! —vuelven a gritar, y el tek, tak
de unas piedritas arrojadas golpea la ventana.
Sebastián resopla, encoge los hombros y rompe su concentración. Mira las piezas de Lego esparcidas sobre la mesa. Son muchas piezas, pensó. Dejaremos esto por hoy. Ya están esperando demasiado.
Infla el pecho con orgullo, observa el póster de la nave de Star Wars pegado en la pared y luego vuelve la mirada a su construcción. Pronto estarás lista.
Con mucho cuidado, levanta la nave incompleta y la coloca en su mostrador. Luego, acomoda un letrero con suavidad: «NO TOCAR, POR FAVOR», y añade una nota debajo: «En especial tú, mamá».
Retrocede con las manos extendidas para no rozar la nave. Cualquier error sería fatal. Ha estado construyéndola desde el inicio de las vacaciones de verano, y solo imaginar que su trabajo sea arruinado le causa escalofríos. Tendría que empezar desde cero. Vuelve a inflar el pecho, mantiene la respiración por un momento y resopla impaciente.
—¡Sebastián, ¿yaaa?! —gritan los dos niños en coro.
Si no se supiera que son hermanos mellizos, sería extraño escucharlos hablar casi al mismo tiempo. Pero eso no le molesta; se conocen prácticamente desde que nacieron.
—¡Ya voy! —grita Sebastián—. Jamás entenderán la importancia de esto, suspira para sus adentros—. ¡Estoy buscando mis canicas, ya bajo!
Sale de su cuarto con las canicas en la mano, pero su mente sigue en su nave incompleta. Reduce el paso. Me falta tan poco para acabarla… Realmente necesito terminarla. Armarla se ha convertido en su pasión. Se detiene frente a la puerta. Duda. Refunfuña entre dientes. Finalmente, suspira y la abre.
—¿Por qué demoras tanto, Sebas? —pregunta Paolo, el mayor de los hermanos por dos minutos. Lo mira con sospecha—. A ver… ¿qué es más importante? —hace una pausa—. ¿La Rueda o terminar tu nave?
—¡¿La nave alienígena?! —pregunta Mike, con asombro.
—¡Que no es una nave alienígena, Mike! —replica Sebastián, exasperado—. ¿Cuántas veces lo tengo que decir? Es la nave rebelde Halcón Milenario YT-1300 de Star Wars. Las vacaciones se acaban… y no la puedo terminar.
—Deberías jugar con nosotros —sugiere Paolo, dando un puntapié a una piedra—. Últimamente solo estás con esas cosas.
Sebastián suspira y piensa: Ustedes nunca lo entenderán.
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