Tierno momento, es el blog donde plasmo mi imaginación, las fantasías, lo irreal, lo romántico, el AMOR, los nostálgico, la aventura, el suspenso, el reclamo, el enojo. Cuando escribo me inspiro en las experiencias cotidianas, en la reacción de la gente, en una sonrisa, en la naturaleza, o simplemente en dos palabras que puedas decirme.

miércoles, 13 de agosto de 2025

Te Amo

 


"Te amo"

Vuelvo a sonreír, vuelvo a ver la claridad de la vida, vuelvo a sentir mi corazón acelerado. He recuperado aquellos sentimientos de amor que ya daba por perdidos; la soledad era en ese momento mi única compañía.

Llegaste a mi vida sin pensarlo, cuando ya casi estaba perdido, sin dirección y con mi alma vacía. Llegaste cuando más te necesitaba.

No quería aceptar que necesitaba un alma gemela que acompañara el rumbo de mi camino. Tu mano, tu sonrisa y tu paciencia hicieron que mi mundo se convirtiera en lo más maravilloso que he podido sentir.

Te amo... siempre. Estamos juntos construyendo nuestra historia. Eres mi guía, eres la luz que necesito, eres el aliento de mi alma, eres el calor de mi cuerpo, eres el tiempo que marca los segundos de cada instante en el que crece mi amor por ti. Eres todo lo que quiero, eres todo lo que necesito.

Hoy seguimos avanzando, dando un paso más, magnificando nuestro amor, escribiendo en nuestro libro la historia de amor más bonita que hemos podido sentir.

 

martes, 12 de agosto de 2025

Dante

Dante (Capítulo 1)

Al despertar, mi vista borrosa luchó por enfocar el reloj alarma, y cuando finalmente se aclaró, descubrí que aún faltaban 5 minutos para que sonara. Aún hay tiempo—pensé—, recojo la frazada cubriendo mi rostro —qué frío—, este mes está tan helado. Intento sumergirme de nuevo en el sueño. —No logro conseguirlo—. lo único que obtengo es tenerte en mi mente. Hoy cumpliríamos 35 años de estar juntos y el clima frío… me ayuda a recordarte:

1990, con mis 15 años de edad, secundaria mixta en el colegio del Callao, Nuestro barrio colorido, nuestros callejones y quintas envueltas en plantas y flores que se mezclaban con el olor a tabaco. Estaba muy de moda fumar en esos tiempos, si no tenías un cigarro entre tus dedos era como sentirse desnudo, formaba parte de nuestro atuendo y a mi edad, no me permitiría estar despojada ante los ojos de mis amistades.

Un foco grande ilumina la entrada, que a partir de las 7 de la noche era el punto de encuentro con todas mis amigas de la quinta. Desde allí observábamos a los chicos pasar, fue nuestra pasarela privada por mucho tiempo y lo usábamos para señalar y escoger al más atractivo.

El rugir de un motor nos exaltó, mi cuerpo sobresaltó y mi corazón latió a mil. Frente a nosotras descendía de una moto lineal un chico, que fue el motivo para que todo en mi se estremeciera. 

Se retiró el casco suavemente dejando caer con el viento su ondeada cabellera castaña y recogiendo con sus manos hacia atras para iluminar su rostro, con aquellos ojos intensos de color verde que al mirarlos sentía que me penetraba el alma, su piel blanca y terza resplandecia con la luz de la noche, una nariz respingada, junto con unos labios rojos y delgados, me provocaban tanta calentura que sentí que mis pechos se endurecieron y sobresalían de mi blusa.

Trague saliva cuando se quitó la casaca de cuero dejándola caer sobre el asiento y así, dejó al descubierto la mitad de su anatomía, su dorso encajado a su polo marcaba sus abdominales rígidos, sus brazos marcados con venas prominentes llegaban hasta la punta de sus dedos, esos dedos con los que deseaba ser tocada.
Todos mis sentidos se centraron en él, era un chico muy atractivo, el mejor de mi pasarela… y lo quería para mi.

Teddy es familia.

“Teddy es familia”

El silencio se rompió cuando un grito de una niña me desestabilizó la lectura.
—¡Papá, Teddy se cayó al hueco! —El osito de peluche se envolvió en la mugre de ese abismo.
—Carlita, ¡oh no!, está muy profundo para poder sacarlo —dijo el padre analizando el angosto espacio—. Es mejor que lo dejemos allí; ya te compro otro.
—¿Cómo puedes decirme eso, papá? Teddy es familia. ¿Acaso dejarías a mamá si ella cayera allí?
La mirada del padre cambió, y le dio la importancia que la situación merecía a causa de la pregunta de su hija.
—Pero Carlita, tenemos prisa. Debemos llegar pronto al doctor. Te prometo que, regresando, lo rescatamos. Teddy va a seguir allí.
—Pero, papá, tiene frío, se ve asustado. Va a tener hambre hasta que regresemos. No podemos dejarlo allí.
El padre miró a los lados, buscando algo, supongo que un objeto largo que pudiera usar para rescatar a Teddy.
Yo lo encontré primero. Era una barra de metal de un metro y medio, más o menos. Miré al padre buscando su atención.
—Allí, mire. Eso le puede ayudar —le dije.
Me agradeció asintiendo con la cabeza.
—Papá, con cuidado, por favor. No vayas a lastimarlo.
—No te preocupes, hija —estiró el brazo lo más que pudo y llegó a alcanzar a Teddy—. Lo tengo, lo tengo, ya casi llega. Carlita, prepárate para agarrarlo.
Los ojos de la niña se iluminaron, y una sonrisa se dibujó en su rostro. En un instante, ya tenía a Teddy entre sus brazos. No le importó lo sucio que estaba el peluche ni lo rasgado que había quedado. Teddy es familia, y eso es lo más importante para Carlita.

caí en sus encantos.

“Caí en sus encantos.”

Lo siento mi amor, no sé en que estuve pensando en ese momento, me deje llevar. Estaba solo y ella estaba allí tan reluciente en ese espacio tan nostálgico de aquella mesa, que pedía, sin decir palabras, que la tocara. 

Amor, resistí, luché por no caer en la tentación, por no dejarme seducir por su belleza, por la textura de su cuerpo y la suavidad de su contorno. 
Pero…pasaron los minutos y mi ansiedad se incrementó junto con el deseo de fundirme con ella. 

Mi corazón pensaba en ti, en nuestro acuerdo, en nuestro momento juntos. Exigía al tiempo se apresure para que llegues a mi encuentro… y así evitar derretirme a sus encantos.

No pude amor, caí con ella y la toqué, la sostuve en mis manos, la mire con tanto anhelo, use mis dedos para acariciarla desde el inicio hasta el final y luego subí por su mitad y presione el botón “Encender”, puse Netflix. Vi el capítulo 5 de “Better Call Saul”. Soy un tonto, PERDONAME

jueves, 7 de agosto de 2025

Decir Te Amo (Cancion)

Tantas noches te soñé, sin pensar
que existías, un día te encontré y
cambiaste mi vida.

Apareciste como un ángel
cuidándome los pasos, ¿Cómo 
agradecerte el calor entre tus brazos?

¿Simplemente decir te Amo?, o
¿Abrigarme en tu regazo?, És, entregarte mi
corazón, estar siempre a tu lado con
tu amor.

Como imaginar la vida sin tus
manos, sin ellas no abría mi tierno
embeleso; que das a mi alma
endulzándome los labios, tu cuerpo y
tus caricias, es mi eterno descanso.



Audio de la cancion


Mike Durand

miércoles, 6 de agosto de 2025

El Cuy y el Cóndor

 


El Cuy y el Cóndor

En lo alto de los cielos de Cusco, volaba un cóndor, muy vigilante y observador. Desde allí, podía ver toda la ciudad de Machu Picchu y a todas las personas que caminaban por el lugar. De pronto, algo muy pequeño le llamó la atención. Era un cuy que corría desesperado, escapando de un grupo de niños que querían atraparlo.

"¡Ya voy a llegar a mi jaula!", gritaba el cuy. "¡No debí salir, pero quería esa alfalfa que se le cayó al campesino! ¡Tengo que correr más rápido o me atraparán!".

"¡Ya lo vamos a alcanzar!", gritaban los niños. "¡No dejen que se escape! ¡Ya lo tenemos!".

El cuy era muy rápido, pero los niños también. De pronto, un perrito muy simpático se atravesó en el camino del cuy y ¡PUM! El pequeño roedor se resbaló y fue atrapado por uno de los niños.

"¡Lo tenemos! ¡Lo tenemos!", gritaron los niños. "¿Qué haremos con él ahora?", preguntó uno de ellos.

Mientras los niños pensaban qué hacer con el pequeño cuy, el cóndor, desde el cielo, extendió sus alas y descendió rápidamente hacia los caminos de Machu Picchu. Se posó en la rama de un árbol y, con sus alas abiertas, creó una sombra que alcanzó a cubrir al grupo de niños.

"Ustedes están lastimando al pequeño cuy y eso no está bien", dijo el cóndor. "Si no lo sueltan ahora, tendré que comerme los zapatos de cada uno de ustedes".

Al escuchar hablar al cóndor, los niños soltaron al cuy y se fueron corriendo sin mirar atrás, asustados por las palabras del ave.

"Gracias, señor cóndor", dijo el cuy.

"Ve, pequeño, ve ya a tu jaula y no vuelvas a salir", le aconsejó el cóndor. "De lo contrario, ya no pensaré en comer zapatos de niños".

 

viernes, 1 de agosto de 2025

“En la estación del Tren”

 


“En la estación del Tren”

Llegué a la estación de tren y, de repente, una sensación extraña me invadió. Como una advertencia silenciosa, la piel se me erizó. Al levantar la mirada, noté que alguien me estaba observando.

—¿En serio? ¿Me está mirando a mí? —pensé, sintiendo el calor subir por mi cuello—. No, seguro está mirando a alguien que está detrás.

Giré la cabeza discretamente. Solo había una señora meciendo a su bebé en brazos. No, definitivamente no era a ella a quien miraba.

Mi corazón empezó a latir con un ritmo irregular. Intenté convencerme: —Estoy bien. Esto no puede ser cierto—. Respiré hondo y levanté la vista, lentamente, con la esperanza de que ya estuviera mirando a otro lado.

Pero no. Ahí estaba. Me seguía mirando. Y de pronto, sus labios se curvaron en una sonrisa. Diablos. Mis músculos faciales se tensaron. Intenté devolverle la sonrisa, pero no pude. Me quedé paralizado, solo atiné a sostenerle la mirada. Y justo en ese instante, ella me sonrió de nuevo. No fue una sonrisa casual, sino una genuina, que le iluminó el rostro.

Era tan hermosa que me costó asimilarlo. Sus ojos, de un color avellana que brillaban con picardía, contrastaban con sus labios, de un rojo intenso y natural. Su cabello, de rizos castaños, enmarcaba un rostro perfecto. —Qué hago? —me pregunté, sintiendo que los nervios me jugaban una mala pasada. Nunca nadie me había mirado así.

—Ok, ok, la miraré de nuevo, esta vez intentaré sonreír.

Mi mente me ordenaba actuar con normalidad, pero mi cuerpo no respondía. Mientras la observaba, noté que ella volvió a sonreír y, con un gesto coqueto, se llevó un mechón de su cabello rizado detrás de la oreja. Y luego, para mi sorpresa, empezó a caminar hacia mí. ¿Lo está haciendo de verdad?

Un sudor frío empezó a correr por la palma de mis manos. ¿Qué le digo cuando esté cerca? Mi mente era un caos, un torbellino de preguntas sin respuesta.

—Solo mírala y espera —me dije.

Se acercaba cada vez más, y con cada paso, su presencia se hacía más real. Finalmente, se detuvo frente a mí. Pude percibir el suave aroma de su perfume, una mezcla delicada de vainilla y flores, y el fresco olor de su cabello. Era simplemente asombrosa.

—Hola —dije, y mi voz salió temblorosa, casi como un suspiro.

Ella sonrió de nuevo, una sonrisa que alcanzaba sus ojos. —Hola —respondió con una voz dulce—. Perdona, esto puede sonar un poco raro, pero no pude evitar mirarte desde que llegaste. Me pareces un chico muy guapo.

La sangre se me subió a la cara. Sentí el sonrojo en mis mejillas y me apresuré a contestar. —Muchas gracias. Soy Sebastián, o solo puedes decirme Sebas—. ¿Qué estupidez acabo de decir? Mi respuesta sonó tan torpe que quise que la tierra me tragara.

—Tienes un nombre bonito, Sebastián —dijo ella, ignorando mi evidente nerviosismo—. Mi nombre es Melina.

—Gracias, el tuyo también —respondí—. Y todo lo que te acompaña. Le sonreí de vuelta, y esta vez sentí cómo la sonrisa se formaba de manera natural. Ella se mordió el labio inferior con una dulzura que me dejó embelesado.

Estaba tan concentrado en ella que apenas fui consciente del rugido del tren que se aproximaba, rompiendo el silencio de la estación.

—¿Subirás? —preguntó Melina, señalando el tren que se detenía frente a nosotros.

Mi mente entró en pánico. —No, la verdad es que estoy esperando a mi hermano menor —¿Por qué diablos dije eso? Él puede tomar el siguiente tren.

—Oh, bueno, entonces... tendré que irme —respondió Melina, su voz con un toque de decepción.

—¡Espera! —grité, el desespero en mi voz era inconfundible—. Mi hermano puede irse en otro tren.

Melina me miró, y la dulzura en su mirada me desarmó. —No te preocupes. Sé responsable. Cumple con la obligación de hermano mayor que eres —dijo, con una voz tan suave que era imposible contradecirla.

Las puertas del tren se abrieron con un chirrido, invitándola a subir. Ella se dio la vuelta y sacó una tarjeta de su bolsillo.

—Este es mi número de celular —dijo, entregándomela—. Espero saber de ti pronto. Adiós, Sebastián.

Subió al tren, y yo seguí paralizado, sosteniendo la tarjeta en mi mano. Recorrí con la mirada el vagón que se alejaba, sintiendo cómo se llevaba consigo el aroma de Melina. Salí de mi asombro cuando la voz de mi hermano me sacó de mi ensueño.

—¡Ay caray, por poco y llego alcanzarlo, Sebas! Oye, ¿estás bien? Te ves perdido —preguntó.

—Ah, ¿qué? Sí, estoy bien —dije, intentando reaccionar.

Miré la tarjeta en mi mano, saqué mi celular y, con el corazón latiendo a mil, marqué el número. El teléfono empezó a sonar...

—¿Aló? —contestó una voz femenina al otro lado.

—Hola, Melina. Soy Sebastián —dije, respirando hondo y dejando de lado todo el miedo—. Quería preguntarte si... quisieras tomar un café conmigo.

Un breve silencio se extendió.

—¿Sí? ¿Me esperas en la siguiente estación? —pregunté, mi voz temblorosa de la emoción—. ¡Ok! Allá nos vemos, Melina.

Mi hermano, que me miraba sin entender nada, preguntó: —¿Todo bien, Sebas?

—Sí, hermanito, todo bien —le respondí con una sonrisa que ya no podía ocultar.

Guardé el celular y tomé la mano de mi hermano. El siguiente tren llegó, y al subir, una sonrisa tonta se dibujó en mi rostro. No solo iba a la siguiente estación, sino que iba a encontrarme con alguien que, tal vez, podría ser la chica de mis sueños.