Recuerdo las noches en que escapábamos de casa para encontrarnos en el lugar de siempre. Eran las 8:30 p. m. y, bajo la hermosura de una luna blanca, nos besábamos. Nuestros cuerpos calentaban la fría noche y todo era perfecto. El tiempo se detenía, permitiéndonos jugar con él a nuestro antojo. No existía nadie más; creábamos nuestro propio mundo y vivíamos dentro de él, gritando nuestro amor con una mezcla de emoción y pasión. La luna, con su intensa mirada, y las estrellas, cómplices y testigos de lo puro y sincero de nuestro amor, siempre nos acompañaban, iluminando cada temeroso paso que dábamos.
Dicen que el primer amor nunca se olvida. Cuentan que, cuando dos personas están destinadas a estar juntas para siempre, no importa si su relación terminó o si han pasado varios años sin verse; el día en que se vuelven a encontrar, el amor resurge en sus corazones.
Ha pasado tanto tiempo que ya no nos vemos, pero recuerdo cada momento que pasamos juntos como si fuera ayer. Sé que estás muy lejos y que tal vez nunca llegues a leer esto. Aun así, lo escribo porque mi corazón me lo pide y porque estoy seguro de que tú también recuerdas aquellas noches, en el lugar de siempre, bajo la intensa mirada de la misma luna.
Mike.
No hay comentarios:
Publicar un comentario