Tierno momento, es el blog donde plasmo mi imaginación, las fantasías, lo irreal, lo romántico, el AMOR, los nostálgico, la aventura, el suspenso, el reclamo, el enojo. Cuando escribo me inspiro en las experiencias cotidianas, en la reacción de la gente, en una sonrisa, en la naturaleza, o simplemente en dos palabras que puedas decirme.

lunes, 1 de febrero de 2010

La Piedra Triangular




“La Piedra Triangular”

Bruneto era un joven campesino que vivía en la provincia de Pumachaca, en el departamento de Áncash. Su quehacer diario era pastorear ovejas. Todas las mañanas desayunaba avena con papas sancochadas, preparaba su fiambre para el almuerzo y, en compañía de su fiel perro y amigo, Nilton, emprendía el viaje de todos los días para mantener a sus ovejas bien alimentadas.

Durante el camino, en medio del cerro, Bruneto encontró una piedra triangular con la figura de un ojo tallada en ella. La levantó. Le causó mucha impresión, ya que era poco común ver una piedra de ese tipo. Al tenerla en sus manos, el ojo empezó a brillar con una luz intermitente de color verde.

Nilton comenzó a ladrar. Olfateó el peligro y, sintiéndose incómodo, se movía por todos lados trazando un círculo alrededor de su amo. Movía la cabeza de arriba abajo y no dejaba de ladrar. Bruneto, asombrado con aquella piedra, le pidió a Nilton que dejara de hacer ruido; necesitaba concentrarse mientras seguía admirando la piedra y aquella luz extraña que iba en aumento.

Nilton dejó de ladrar, pero no porque Bruneto se lo hubiera pedido, sino porque sintió una presencia entre ellos. El silencio lo abrumó y una ráfaga de viento los empujó hacia las piedras del camino. Justo cuando estaban a punto de caer al precipicio, fueron elevados al pico más alto de las montañas. Con mucho cuidado, el viento los depositó en la cima. Asustado, Bruneto abrazó fuertemente a Nilton y soltó la piedra de sus manos. Los ladridos de Nilton anunciaban la presencia de alguien más, mientras Bruneto miraba por todos lados, preguntándose si había alguien más con ellos.

—¡EXTRAÑO! —se escuchó una voz gruesa.

Un aliento nauseabundo pasó por la nuca de Bruneto. La voz venía de detrás de ellos.

—Hola, extraño. Parece que encontraste algo que me pertenece. No te preocupes, no te voy a lastimar —siguió hablando en tono sarcástico—. ¡Ah, claro! Siempre y cuando no hayas recibido los poderes de la piedra. Si es así, como parece que es, lamentablemente voy a tener que quitártelos desde adentro…

Nilton empezó a ladrar nuevamente. Bruneto miró a los costados y, en segundos, fue sujetado por dos brazos extraños; solo podía notar que tenían escamas como los peces y eran fríos y gruesos. Mientras Nilton no dejaba de ladrar, fue levantado en el aire, formándose a su alrededor una extraña aura de color verde. La voz gruesa le pidió a Bruneto que volteara a verlo. Él, asustado, se quedó quieto, pero los brazos que lo sujetaban hicieron girar su cuerpo.

Bruneto solo pudo distinguir una mano con dedos puntiagudos que se acercaba rápidamente, envuelta en una luz resplandeciente de color verde que finalmente cegó su vista. A lo lejos, apenas escuchaba los ladridos de su fiel amigo. Con el destello, el lugar quedó en silencio.

Después de unos minutos, una neblina tapó el pico de la montaña. Bruneto, con dificultad, pudo abrir los ojos, pero veía borroso. No podía levantarse. Se sobó los párpados para distinguir bien las figuras que veía. Frente a él, tirado en el piso, yacía un extraño ser de color gris con los ojos totalmente abiertos y los cabellos largos y blancos. Vestía una túnica amarilla, parecida a la de un religioso. Tenía uno de sus brazos estirado, con la mano abierta y los dedos puntiagudos. Detrás de Bruneto estaba el otro ser, el de los brazos gruesos y con escamas.

No entendía qué pasaba ni qué o quién había evitado que le quitaran los poderes que la piedra le había dado, aunque él no sentía nada especial ni ningún cambio en su cuerpo. De entre la neblina apareció Nilton con un salto magistral, aterrizando firmemente en el piso. La fuerza de sus patas deslizó la arena, provocando una capa de polvo sobre Bruneto. Con un ladrido, se echó a sus brazos.

—No sé qué ha pasado aquí, Nilton, pero sea lo que sea, estoy muy agradecido de estar vivo. Alejémonos y vayamos a buscar a nuestras ovejas —dijo Bruneto.

Al dar unos pasos, Nilton vio la piedra triangular tirada en el suelo. Esperó a que Bruneto se alejara un poco más y, de sus ojos, lanzó un extraño rayo de color verde que pulverizó la piedra. Al mismo tiempo, los cuerpos de los seres extraños también se pulverizaron. Nilton había adquirido los poderes de la Piedra Triangular. Dio un ladrido enérgico y alcanzó a su fiel amigo.

FIN

 

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