“La Piedra Triangular”
Bruneto era un joven campesino que vivía en la provincia de
Pumachaca, en el departamento de Áncash. Su quehacer diario era pastorear
ovejas. Todas las mañanas desayunaba avena con papas sancochadas, preparaba su
fiambre para el almuerzo y, en compañía de su fiel perro y amigo, Nilton,
emprendía el viaje de todos los días para mantener a sus ovejas bien
alimentadas.
Durante el camino, en medio del cerro, Bruneto encontró una
piedra triangular con la figura de un ojo tallada en ella. La levantó. Le causó
mucha impresión, ya que era poco común ver una piedra de ese tipo. Al tenerla
en sus manos, el ojo empezó a brillar con una luz intermitente de color verde.
Nilton comenzó a ladrar. Olfateó el peligro y, sintiéndose
incómodo, se movía por todos lados trazando un círculo alrededor de su amo.
Movía la cabeza de arriba abajo y no dejaba de ladrar. Bruneto, asombrado con
aquella piedra, le pidió a Nilton que dejara de hacer ruido; necesitaba
concentrarse mientras seguía admirando la piedra y aquella luz extraña que iba
en aumento.
Nilton dejó de ladrar, pero no porque Bruneto se lo hubiera
pedido, sino porque sintió una presencia entre ellos. El silencio lo abrumó y
una ráfaga de viento los empujó hacia las piedras del camino. Justo cuando
estaban a punto de caer al precipicio, fueron elevados al pico más alto de las
montañas. Con mucho cuidado, el viento los depositó en la cima. Asustado,
Bruneto abrazó fuertemente a Nilton y soltó la piedra de sus manos. Los
ladridos de Nilton anunciaban la presencia de alguien más, mientras Bruneto
miraba por todos lados, preguntándose si había alguien más con ellos.
—¡EXTRAÑO! —se escuchó una voz gruesa.
Un aliento nauseabundo pasó por la nuca de Bruneto. La voz
venía de detrás de ellos.
—Hola, extraño. Parece que encontraste algo que me
pertenece. No te preocupes, no te voy a lastimar —siguió hablando en tono
sarcástico—. ¡Ah, claro! Siempre y cuando no hayas recibido los poderes de la
piedra. Si es así, como parece que es, lamentablemente voy a tener que
quitártelos desde adentro…
Nilton empezó a ladrar nuevamente. Bruneto miró a los
costados y, en segundos, fue sujetado por dos brazos extraños; solo podía notar
que tenían escamas como los peces y eran fríos y gruesos. Mientras Nilton no
dejaba de ladrar, fue levantado en el aire, formándose a su alrededor una
extraña aura de color verde. La voz gruesa le pidió a Bruneto que volteara a
verlo. Él, asustado, se quedó quieto, pero los brazos que lo sujetaban hicieron
girar su cuerpo.
Bruneto solo pudo distinguir una mano con dedos puntiagudos
que se acercaba rápidamente, envuelta en una luz resplandeciente de color verde
que finalmente cegó su vista. A lo lejos, apenas escuchaba los ladridos de su
fiel amigo. Con el destello, el lugar quedó en silencio.
Después de unos minutos, una neblina tapó el pico de la
montaña. Bruneto, con dificultad, pudo abrir los ojos, pero veía borroso. No
podía levantarse. Se sobó los párpados para distinguir bien las figuras que
veía. Frente a él, tirado en el piso, yacía un extraño ser de color gris con
los ojos totalmente abiertos y los cabellos largos y blancos. Vestía una túnica
amarilla, parecida a la de un religioso. Tenía uno de sus brazos estirado, con
la mano abierta y los dedos puntiagudos. Detrás de Bruneto estaba el otro ser,
el de los brazos gruesos y con escamas.
No entendía qué pasaba ni qué o quién había evitado que le
quitaran los poderes que la piedra le había dado, aunque él no sentía nada
especial ni ningún cambio en su cuerpo. De entre la neblina apareció Nilton con
un salto magistral, aterrizando firmemente en el piso. La fuerza de sus patas
deslizó la arena, provocando una capa de polvo sobre Bruneto. Con un ladrido,
se echó a sus brazos.
—No sé qué ha pasado aquí, Nilton, pero sea lo que sea,
estoy muy agradecido de estar vivo. Alejémonos y vayamos a buscar a nuestras
ovejas —dijo Bruneto.
Al dar unos pasos, Nilton vio la piedra triangular tirada en
el suelo. Esperó a que Bruneto se alejara un poco más y, de sus ojos, lanzó un
extraño rayo de color verde que pulverizó la piedra. Al mismo tiempo, los
cuerpos de los seres extraños también se pulverizaron. Nilton había adquirido
los poderes de la Piedra Triangular. Dio un ladrido enérgico y alcanzó a su
fiel amigo.
FIN
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