"Hoy es un día extraño"
Hoy he decidido decirle lo que siento por ella. Esperé, como todos los días, a la misma hora y en el mismo sitio por donde siempre pasaba. Días atrás, ese lugar era mi refugio; el solo mirarla pasar entusiasmaba mi corazón y me llenaba de una felicidad inmensa. Solo faltaba decírselo.
Estaba nervioso y las manos me sudaban. Repetía una y otra vez las palabras que salían de mi corazón. Ya tenía todo preparado, incluso la flor de color amarillo que a ella le encantaba. Mientras esperaba, veía pasar a los demás compañeros de mi escuela: algunos apurados, otros con los rostros exhaustos, seguro por los exámenes tan complicados que habíamos tenido. Pero ella aún no aparecía. Qué extraño. Tuve una sensación rara, un presentimiento. Hoy es un día extraño.
Aun así, era un día especial. Estaba ansioso y decidido a entregarle todo el amor que llevaba conmigo, pero ella no llegaba. No esperé más y fui a buscarla. Tal vez se quedó en el salón terminando alguna tarea —siempre tan responsable con sus materias— o quizá leyendo alguna revista en la esquina del colegio. En ese puesto donde yo también me acercaba a comprar figuritas, solo con la intención de estar a su lado cada vez que ella estaba allí.
Pero de nuevo sentí esa inquietud, como un presagio maligno, un miedo interno que no me dejaba tranquilo. Hoy es un día muy extraño.
Avancé un par de cuadras y, más adelante, una muchedumbre se aglomeraba, observando con curiosidad. La extraña sensación creció dentro de mí y los latidos de mi corazón se aceleraron más de lo normal. Me acerqué y no pude creer lo que veía.
Era ella. Mi amada, echada en el piso, ensangrentada e inmóvil.
Escuché a la gente comentar: “No vio el auto que la embistió a gran velocidad. Todo por comprar esas figuritas... decían que eran un regalo para un amigo especial”.
Quedé anonadado. Mi corazón dejó de latir con fuerza para quedarse helado. La miré y me arrodillé a su lado, llorando. La tomé entre mis brazos, la abracé contra mi pecho y vi que en sus manos aún sostenía aquellas figuritas que ocasionaron mi desgracia.
Ella sabía de mí. Sabía lo que yo sentía.
Esperé demasiado tiempo para decirle cuánto la amaba. Si tan solo me hubiera decidido un día antes, pude haberle salvado la vida.
Mike Durand
No hay comentarios:
Publicar un comentario