Tierno momento, es el blog donde plasmo todo lo que siento, las fantasías, lo irreal, lo romántico, el AMOR, los nostálgico, la aventura, el suspenso, el reclamo, el enojo. Cuando escribo me inspiro en las experiencias de mi vida, en el amor que he conocido, las tristezas que he vivido, en las personas que he amado, en las que amo ahora, realizo una mezcla entre el pasado el presente y el futuro.

viernes, 20 de junio de 2025

TE ACUERDAS

"¿Te acuerdas?"

¿Te acuerdas de cuando mirábamos juntos la Luna?

¿Te acuerdas de nuestro lugar, ese donde uníamos nuestros labios?

¿Te acuerdas del camino que, tomados de la mano, recorríamos sin rumbo? No nos importaban los peligros, porque estábamos juntos y eso era suficiente para sentirnos los más fuertes del mundo.

¿Te acuerdas del pacto que hicimos y el juramento que nos dimos? "Que a pesar de estar separados, de alguna manera, siempre estaríamos juntos".

¿Te acuerdas de las lágrimas que derramamos, de todos los sentimientos que descubrimos juntos?

¿Te acuerdas de lo mucho que nos amamos?

¿Te acuerdas de que te convertiste en mi inspiración, en mi musa? Contigo aprendí a escribir mis primeros sentimientos, contigo descubrí lo que significa un beso, contigo encontré el calor en tus brazos.

¿Te acuerdas de todo esto? Porque estés donde estés, y estés con quien estés, yo nunca voy a olvidar que contigo descubrí el verdadero amor, el sentido de mi vida, la verdadera luz que necesitaban ver mis ojos.

¿Te acuerdas?


Mike Durand

Te amo... siempre

Año 2018, unos días de incertidumbres... mi esposa paso por una operación de riesgo. Escribi este texto acompañado de mis miedos.

"Te amo… Siempre."

La frase dice:

"Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde."

Pero en nuestro caso sería:

"Uno sabe lo que tiene, por eso tiene miedo de perderlo."

Estos días vivo con miedo. Cierro los ojos e intento poner mi mente en blanco, alejar los pensamientos oscuros, pero el temor me alcanza. No imagino mi vida sin ti, sin tus manos acariciando mi rostro, sin el aroma de tu piel, sin el suave perfume de tu cabello.

Tengo miedo porque tu sonrisa se apaga poco a poco, porque tus lágrimas humedecen tus pálidas mejillas. Porque me miras buscando esperanza y no sé si puedo dártela.

Tengo miedo de recurrir a la fe cuando hace tiempo dejé de creer. De arrodillarme y pedir clemencia para que te quedes conmigo.

Pero en medio de esta incertidumbre, tocas mi mano con la poca fuerza que te queda y me sonríes. Me miras, me hablas, susurras:

"No tengas miedo, mi amor. Todo va a estar bien."

Y con los ojos llenos de lágrimas, solo puedo repetir lo que mi corazón grita cada día, lo que escuchas de mis labios en cada instante:

"Te amo… Siempre."


SI ME QUEDA UN POCO DE VIDA



"Si me queda un poco de vida"

 

Amaneciendo el día, las rosas dan su olor,

quiero estar vida en vida, despertando con tu amor.

 

Si las aves ya no te cantan, te cantará mi corazón.

Te agradezco todo el tiempo y la forma de tu amor.

 

Si me queda un poco de vida, quiero acabarlo a tu lado,

para que el recuerdo no caiga en el abismo del pasado.

 

Si me queda un poco de vida, voy a entregarlo todo a ti,

porque eres lo único en mi vida, lo que perdura siempre en mí.


Mike Durand

jueves, 19 de junio de 2025

Gotas de olvido



Gotas de Olvido

Mi corazón desgarrado y desangrado, desvanece su latido, apenas lo escucho, mi respiración cortante me lo impide.

Una fría noche de lluvia golpea mi sien, las gotas se hacen más pesadas, es que mi cuerpo es un desparpajo de dolor.

Apenas puedo levantar la botella de alcohol y trago el último sorbo, junto con esas gotas cristalinas, que espero me ayuden a olvidarte.

He intentado de mil formas sacarte de mis pensamientos, Así que este es mi último intento, mi último aliento.

Ya no escucho mis latidos, ya no siento las gotas de la lluvia, apenas distingo la botella de alcohol.

Es el fin, ahora sí, podré dejar de amarte.

 


El Bosque de los Secretos



El Bosque de los Secretos

Una gélida tarde de invierno, un niño, vencido por el aburrimiento, decidió visitar a un amigo del colegio. Sin embargo, el camino habitual estaba bloqueado por manifestaciones, por lo que optó por tomar un atajo a través del bosque. La luz atenuada del atardecer y los espesos arbustos hacían su avance cada vez más lento y, sin percatarse, ya se había perdido.

Pronto, la noche cayó sobre él. Solo la pálida luz de la luna lo acompañaba en su caminar. Preocupado, y con el miedo erizándole la piel, gritó con todas sus fuerzas: —¡Hola! ¿Alguien puede oírme? ¡Estoy perdido!

Solo el eco de su propia voz le respondió, rebotando entre los matorrales antes de ser devorado por el silencio. Segundos después, escuchó un sonido nuevo: el crujido de pisadas sobre las hojas secas. El sonido se hacía más fuerte, más cercano. De entre las sombras surgió la figura de un hombre que sostenía una linterna en una mano y una escopeta en la otra.

—¿Qué haces aquí en medio del bosque? —preguntó el hombre, su voz grave como un trueno lejano. —Estoy perdido —respondió el niño, temblando. —Ya es tarde. Te llevaré a mi casa para que pases la noche.

El alivio inundó al niño. A pesar de la inquietante escopeta, confió en la promesa de un refugio y accedió a seguirlo.

A la mañana siguiente, agradecido por la hospitalidad, el niño se dispuso a marcharse, pero el hombre se lo impidió. —Debes alimentarte bien antes de partir —argumentó con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

A pesar de la desconfianza que comenzaba a sentir, el niño aceptó. Mientras el hombre se dirigía a la cocina, la mirada del pequeño se clavó en la puerta de salida. Sin embargo, un olor nauseabundo que emanaba de la cocina capturó su atención. La curiosidad fue más fuerte que el miedo y se acercó sigilosamente.

Lo que vio sobre la mesa de la cocina lo dejó paralizado. Horrorizado, llevó ambas manos a su boca para ahogar un grito. Retrocedió con lentitud, sin apartar la vista de aquella imagen atroz, buscando a ciegas la puerta. En su pánico, tropezó y derribó un jarrón que se hizo añicos contra el suelo con un estrépito que rompió el silencio.

El hombre se volteó bruscamente y corrió hacia él. El pequeño, en un estallido de adrenalina, se lanzó hacia la puerta, giró el cerrojo y la abrió de golpe. La intensa luz del sol lo cegó por un instante, ralentizando su huida. Justo cuando iba a ser alcanzado, sintió una mano fuerte sujetando su brazo, pero la misma luz que lo cegó a él, deslumbró también al hombre, haciéndolo tropezar y soltarlo.

El niño corrió sin mirar atrás, sin rumbo, impulsado solo por el terror. La espantosa visión de la cocina permanecía grabada a fuego en su mente. De pronto, chocó contra algo sólido y cayó al suelo. Al levantar la mirada, vio a un policía. Sin darse cuenta, había llegado a la carretera.

—¡Señor policía, ayúdeme! —gritó entre lágrimas—. Acabo de escapar de la casa de un hombre en el bosque. ¡He visto algo horrible en su cocina!

—¿Qué? —respondió el oficial, sorprendido. De inmediato, sacó su radio—. A todas las unidades, solicito apoyo en la carretera 15, kilómetro 22. Posible secuestro. —Miró al niño fijamente—. ¿Recuerdas cómo era ese señor? —Alto, de cabellos blancos y largos... no recuerdo más.

El oficial volvió a la radio, su voz ahora tensa: —¡Atención a todas las unidades, código rojo! Posible sospechoso en búsqueda. La descripción coincide parcialmente con la de "Goper", involucrado en la desaparición de cinco niños.

Se arrodilló frente al pequeño. —Escúchame, quédate en la patrulla. Los refuerzos vienen en camino e iremos a investigar esa casa. Dale el nombre de tus padres al oficial que está llegando para que vengan por ti. Tranquilo, ya estás a salvo.

El niño asintió con la cabeza. Por fin se sentía seguro, en libertad. Pero sabía que las imágenes de aquella casa, en el corazón del bosque de los secretos, difícilmente podrían borrarse de su memoria.

 

 

Mike Durand 

 

Mike Durand


miércoles, 18 de junio de 2025

Entre Escombros y Abrazos

 

Las paredes dejaron de temblar. Frente a nosotros se extienden los escombros esparcidos por el terremoto. Estamos refugiados debajo de una viga enorme que nos protegió de los golpes. Estoy abrazando a mi esposa e hijo, protegiéndolos de los objetos que volaban y nos atacaban como estrellas fugaces.

 “Los amo, no se muevan de aquí hasta que llegue la ayuda”- les digo. Están asustados. Me preguntan con desesperación: “¡¿Qué pasa?!” – “No podré salir con ustedes”, respondo.

 Nuestras lágrimas se mezclan con mi sangre, que brota de un costado de mi cuerpo y se desliza por el suelo. Con mi último aliento, les susurro: “Los amo...” Sin dejar de abrazarlos, con la visión casi borrosa, veo llegar a un grupo de hombres de rojo. ¡¡VENIMOS A AYUDAR!! gritan.

 “Papá, resiste...”, escucho el susurro de mi hijo. “Amor, ya llegó la ayuda, quédate con nosotros…”, de forma atenuada escucho la voz de mi esposa. Pero mi aliento se agota, mi fuerza declina, mis ojos se cierran y todo queda en silencio.

UNA MUESTRA DE AMOR


"Una Muestra de Amor"

 

Carlos no dejaba de mirar a través de la ventana. Aún tenía la esperanza de conseguir el dinero suficiente para comprar aquellas zapatillas que tanto le gustaban. Aunque el trabajo de cargar sacos de papas no le rendía lo suficiente, estaba decidido a esforzarse más para conseguir lo que tanto deseaba.

Dentro de la tienda, Carlos miraba con nostalgia a los niños que sonreían felices al lado de sus padres. Ellos lo recibían todo; sus papás les compraban lo que querían. Carlos no tenía a sus padres; los perdió en un accidente a los seis años y, desde entonces, vivía con su tío Efraín. Él era un hombre bueno, algo renegón, pero quería mucho a Carlos. Trabajaba como verdulero, pero el negocio no iba bien, y por eso Carlos tenía que trabajar para ayudar a su tío con la comida. Deseoso de tener esas zapatillas, empezó a ahorrar cada céntimo que ganaba de los sacos extra que cargaba en el mercado.

Por las noches le era difícil dormir. Las pesadillas le hacían recordar la tarde en que sus padres murieron, cuando un camión se cruzó y embistió el carro donde ellos viajaban. Todo pasó tan rápido... Carlos apenas pudo salir del vehículo casi destrozado. La imagen de sus padres sin vida lo despertaba bruscamente de esa pesadilla.

Pasaron aproximadamente dos meses y Carlos ya había juntado el dinero para comprar las zapatillas: 175 soles con 30 céntimos. Repetía la cifra una y otra vez para no olvidarla. Estaba feliz. De camino a casa, vio salir de ella a un señor vestido de blanco con un maletín negro en la mano; por la expresión de su rostro, Carlos sintió que algo malo estaba pasando.

—¡Señor, señor! ¿Qué sucede?

—Ah, hola, Carlos. Escúchame, tengo que hablar contigo – se agacho a la altura de Carlos y con voz pausada dijo - Tu tío Efraín está muy enfermo.

—¿Enfermo, dice? Pero si él solo tiene tos y está tomando unas pastillas para que se le pase.

—Carlos, tu tío ha estado ocultando su enfermedad y ahora se le ha complicado. Él necesita unos medicamentos para mejorar; de lo contrario, no va a resistir más. ¿Me entiendes, ¿verdad? Le he dicho que los compre, pero al entregarle la receta no ha querido aceptarla.

—Señor, ¿cuánto cuestan esas medicinas?

—Están caras, por lo menos serán 170 soles. Pero si toma esa medicina, va a estar mejor. Convéncele de que las compre.

170 soles. Carlos se quedó pensando. Miró hacia atrás y, a lo lejos, vio la tienda donde estaban las zapatillas que tanto deseaba. Regresó la mirada a la puerta de su casa y las imágenes del accidente de sus padres le vinieron a la mente. Sollozó, y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Señor, lo único que tengo en este mundo es a mi tío. Él es mi única familia y no quiero perderlo. Por favor, acompáñeme a buscar las medicinas. Yo las voy a comprar.

—Tienes un buen corazón, hijo. Vamos, te acompaño.

Carlos regresó a su casa con los medicamentos y encontró a su tío echado en la cama, sudoroso y tosiendo fuertemente.

—Hola, tío. He traído tus medicinas.

—Carlos, acércate. Hijo, ¿por qué has gastado tu dinero en mí? No vale la pena.

—¿Por qué dices eso, tío? Tú eres la única familia que tengo y no quiero perderte.

—¿Sabes? Cuando tus padres se fueron, empecé a verte como el hijo que nunca tuve. Decidí convertirte en un hombre de bien, darte todo lo que necesitaras, pero el dinero no me alcanza. Hijo, lo siento de verdad. El dinero que has utilizado son tus ahorros, los que con tu esfuerzo has conseguido. No es justo que hagas esto por mí.

—Tío, sé que también harías lo mismo por mí. Por favor, no importa. Eres lo más importante ahora, el resto puede esperar. Ya no estés triste, vas a estar bien.

—Carlos, sin duda tienes un gran corazón. Vas a ser un gran hombre en la vida. Gracias, hijo.

—Tómate tus medicinas y descansa, tío.

Carlos acarició el cabello de su tío, secó el sudor de su rostro, acomodó la almohada y, echándose a su lado, se quedó dormido.

Al día siguiente despertó apresurado. Efraín no estaba en la cama. Lo buscó por toda la casa, pero no había señales de él. Preocupado, se sentó en la mesa. Frente a él había un paquete envuelto en papel de periódico con una tarjeta que llevaba su nombre. A la espalda, un mensaje decía: “Para mi querido sobrino, que dejó de lado lo que quería para regalarme la oportunidad de seguir viviendo. Este presente lo conseguí ahorrando para ti. No quería comprarme las medicinas porque lo único que quería era tu felicidad”.

Carlos desenvolvió el papel y dentro estaban las zapatillas que él deseaba. Sonrió, sus ojos brillaron de emoción y empezó a llorar, aún sin salir de su asombro. En ese instante, escuchó el sonido de la puerta que se abría: era su tío Efraín, entrando a la casa con el desayuno en la mano. Carlos, al verlo, se lanzó hacia él, abrazándolo fuertemente y mojando su camisa con su cara empapada en llanto.

—¡Gracias, tío, te quiero mucho!

—No, Carlitos. Gracias a ti, por tener un gran corazón.



FIN…

martes, 17 de junio de 2025

Inquietante Espera





Inquietante Espera

La sala de espera está silenciosa, fría, con paredes tan transparentes que se ve a la gente pasar. Pero ellos no te ven. La recepcionista tiene la mirada plantada en la pantalla de su monitor, y ni siquiera se inmuta cuando se escucha el grito de una mujer, seguido inmediatamente por el estruendo de un motor.

Me levanto de un salto y le pregunto:

—¿Qué sucede?

Ella, sin apartar la vista de la pantalla, responde con frialdad:

—Es parte del procedimiento.

El grito resuena nuevamente, esta vez más escandaloso. Ahora puedo distinguir el sonido del motor: es un taladro. Me acerco al mostrador, completamente asustado, desesperado, y le grito:

—¡Déjenme ver a mi esposa!


Heridas del Abandono


Heridas del Abandono

¿Acaso yo pedí venir a este mundo?

¡Pues no, no lo hice! Ustedes decidieron eso. Esperen, creo que ni siquiera fue así, ni siquiera lo decidieron.

Y ahora, me reclaman. ¿Por qué soy así? ¿De verdad lo preguntan?

Si nunca escucharon lo que yo sentía, ¿acaso alguna vez preguntaron qué hacía todas las noches en las calles? Pues me ganaba la vida. La vida que ustedes no supieron darme.

Cuánto he querido que me busquen y me saquen de esos lugares... pero no. Se quedaban esperando a que llegara, y cuando lo hacía, ¿acaso preguntaban dónde había estado? No. Solo el sonido de la correa en mi espalda me hablaba.

Y ahora me siguen reclamando por ser como soy. ¡Pues soy así por culpa de ustedes! Por ustedes, que nunca me dijeron que me amaban, que nunca supieron abrazarme, que jamás me llevaron a la mesa para cenar juntos como una familia. Por ustedes, que solo discutían y se maltrataban sin importarles que yo los miraba, sin importarles que me ahogaba en llanto, deseando que todo se acabara de una vez.

Me preguntan por qué soy así...

Demasiado tarde es ya para sus reclamos. Soy así porque ustedes me convirtieron en esto.

Ficción 


Mike.

domingo, 15 de junio de 2025

"Vuelve conmigo" y la Historia detras de la canciòn.



 "Vuelve conmigo" (Historia y Canción)

(La Historia)

Rodrigo y Clara eran una joven pareja de esposos, unidos por un amor constante que el tiempo solo había fortalecido. Con sus metas logradas, vivían una felicidad plena y tranquila.

La tragedia, sin embargo, llegó a sus vidas cuando a Clara le diagnosticaron cáncer de mama. Rodrigo nunca se apartó de su lado; pasaron juntos por todo el doloroso proceso de la quimioterapia, enfrentando cada día como uno solo. Después de un largo tiempo de lucha, el cáncer entró en remisión. La alegría regresó a su hogar y retomaron todos los planes que habían dejado pendientes. Pero esa felicidad duró muy poco.

Unos meses después, en uno de sus chequeos habituales, recibieron la terrible noticia: el cáncer había regresado de forma agresiva. Mientras Rodrigo estaba en el trabajo, recibió la llamada de Clara.

—Voy para allá —dijo Rodrigo sin dudar. —No, Rodrigo —respondió ella con calma—. Me van a internar, pero estaré bien. Ven más tarde, después del trabajo.

Rodrigo aceptó, confiando en sus palabras. Sin embargo, mientras la trasladaban a su habitación en la clínica, Clara sufrió un infarto fulminante. Cuando los médicos intervinieron, ya era demasiado tarde.

La noticia golpeó a Rodrigo como un rayo. No lo podía creer, no lo aceptaba. Fue tan impactante saber que su esposa había muerto que, de la conmoción, se desmayó. No despertó hasta varios meses después. Estuvo ausente en el velorio y en el entierro; no pudo despedirse de ella.

Cuando por fin despertó en el hospital, lo primero que dijo fue: —Tengo que ver a Clara. Está en el hospital... me han dicho que se fue. ¡Que se fue!

Gritó, se desesperó, lloró. Quería levantarse de la cama, pero los médicos lo tranquilizaron hasta que volvió a dormir. Al día siguiente, los mismos gritos resonaron desde su habitación. El día después, la misma escena. Y así, cada día. Era un bucle emocional sin fin.

Rodrigo fue diagnosticado con una condición disociativa severa, un "Síndrome del Bucle Emocional": su mente, para protegerse del trauma, se reiniciaba cada día, haciéndole revivir los mismos últimos minutos de la noticia de la muerte de Clara.

La ayuda psicológica resultaba en vano. Aunque Rodrigo podía asimilar y procesar la muerte de su esposa durante la terapia, olvidaba toda la sesión al día siguiente. Cada mañana, al despertar, su esposa moría de nuevo. Para Rodrigo, Clara muere todos los días.

En una de sus sesiones, con la mirada perdida, describió su tormento:

«Cuando despierto, lo primero que quiero hacer es abrazar a Clara, pero en la habitación solo veo su foto. Siento esta necesidad de ir a buscarla, solo que... no sé a dónde. Luego, mi corazón siente que se rompe, como si algo se clavara en él, y me duele. Duele mucho. Es entonces cuando llega a mis pensamientos la noticia de que ella ha muerto. La necesito. No puedo mantenerme vivo sin ella. Solo quiero que regrese, quiero que vuelva conmigo».


(La Canción: "Vuelve conmigo")

(Estrofa 1)

 Hoy desperté,

y lo primero que quería hacer,

era abrazarte, mi amor.

 Te busqué,

y lo único que encontré,

fue tu imagen, mi amor.

(Estrofa 2)

Salí a alcanzarte,

pero te alejaste tan deprisa,

no pude besarte.

(Coro)

Y me di cuenta de que te había perdido,

me dejaste solo con mi corazón herido.

Te necesito para mantenerme vivo,

no me destruyas, por favor... vuelve conmigo.

(Outro)

Vuelve conmigo...

Vuelve conmigo...

Vuelve conmigo...